El inicio del ciclo escolar nos trajo toda suerte de expectativas y reflexiones sobre lo que debe ser la educación en México. En muchos casos, la preocupación sobre lo que sucede en Oaxaca o Chiapas, donde cientos de niños siguen sin recibir clases a causa del conflicto con la CNTE, no minó el optimismo sobre lo que se espera de este nuevo año escolar.

Decíamos ayer que la educación se ha convertido en el primer acto de exclusión que sufren muchos de los niños en México. Y que esta exclusión contribuye a ampliar la breca de desigualdad en un país tan estratificado como el nuestro.

¿Estamos ante una sociedad sin futuro o nuestro conflicto tiene solución? Afortunadamente, las principales organizaciones que agrupan a los mexicanos más comprometidos con el desarrollo del país piensan que sí. Le escuela debe ser una comunidad de práctica en la que todos los niños tengan un espacio para su desarrollo, y en esa medida, mejorar sensiblemente nuestro sistema educativo.

Este lunes, más de un centenar de organismos, fundaciones, empresas, consejos, institutos y universidades entre muchos otros, firmaron a nivel nacional un desplegado donde delinearon la escuela que queremos. Para activistas, filántropos, educadores y empresarios, la escuela debe garantizar un ambiente de aprendizaje, donde se deben establecer normas básicas de convivencia, respeto y tolerancia.

Pero uno de los puntos más importantes a resolver: la escuela en México debe tener, sin excepción en cualquier región del país, una infraestructura adecuada, servicios completos y materiales pertinentes. “La escuela es un espacio donde se aprende con proyectos individuales y en equipo, alimentando la curiosidad y la innovación, impulsando las artes y el deporte”.

Al mismo tiempo, los firmantes proponen que sea un laboratorio de soluciones sociales para la ciudadanía democrática, donde se vivan los valores universales, se respete la palabra y se celebre la diversidad. En suma, los escolapios deben ser niños y jóvenes que aprenden y crecen en autoestima, con la participación activa de las familias y el compromiso de los directivos de cada centro escolar.

Sin duda, ese es el ideal de un centro educativo. Sin embargo, la propuesta de este centenar de organizaciones no refiere el camino a seguir. Acaso, sin pronunciarse directamente, remite a las autoridades educativas las responsabilidades que debe cumplir para que este modelo se cumpla.

Y para lograrlo, le dice a Juan para que escuche Pedro, que se debe respetar y promover a las maestras y maestros, garantizando una educación inicial y continua centrada en el aprendizaje profesional, además de un proceso de ingreso y promoción docente justo y transparente, mediante concurso y respeto al orden de prelación. Habrá que escuchar la opinión de la CNTE.

La segunda línea de acción la plantean en hacer realidad un proyecto educativo de vanguardia, con un modelo holístico e incluyente, con metas verificables y que construya capacidades para su implementación en cada comunidad. Y ponen el dedo en la llaga: el dinero se debe gastar adecuadamente, con una inversión adecuada y transparente en la mejora de la infraestructura y del equipamiento escolar.

Finalmente, exigen una efectiva participación de la sociedad, en la que se garanticen espacios para construir soluciones entre las escuelas y las familias, habilitando un sistema de atención de quejas, así como jornadas de transparencia y rendición de cuentas.

El planteamiento hecho no deja lugar a dudas de que hay una genuina preocupación por la crisis que atraviesa la educación en México. Sin embargo, se queda en el catálogo de buenas intenciones ya que no establece quien será el responsable de que estas acciones de conviertan en programas; tampoco orienta sobre cómo se debe financiar este cambio de modelo, en el que ellos no toman ninguna responsabilidad directa, ni operativa ni económica.

Sin duda, la educación requiere de ideas pero también de recursos públicos y privados. Necesita de voluntades pero también de quien asuma responsabilidades específicas. Nadie desea que la educación se privatice, pero es necesario un compromiso más allá de lo público para acelerar las soluciones.

Para muchos mexicanos, su educación es su único patrimonio. Y en la medida que esta sea de mejor calidad, podremos confiar en que estamos en la ruta de la equidad social. Será entonces, la bendita educación.

La del estribo…

Como en Roma, la fiesta y el sacrificio del Coliseo esconden los problemas del Imperio. La nota sobre el supuesto plagio que hizo el Presidente para elaborar su tesis de licenciatura nos distrae de lo verdaderamente importante: ¿qué vamos a hacer con los 34 millones de personas con rezago educativo; con miles de niños indígenas que no tienen escuelas ni maestros que hablan su idioma y con las clases perdidas por el conflicto magisterial?