“Javier, nunca me has fallado, pero esta es la decisión más importante de tu vida, no te puedes equivocar”.
Eran los tiempos en los que Javier Duarte aseguraba que estaba en sus manos la decisión del candidato priista a sucederlo. Narraba una charla que habría sostenido con el Presidente Enrique Peña Nieto, en la que éste le delegaba tal responsabilidad. «El Presidente es mi amigo, nunca me ha negado nada de lo que le he pedido», aseguraba ufano.
Pasó el tiempo y las circunstancias cambiaron. El candidato del PRI a la gubernatura de Veracruz no fue, ni de chiste, el que pretendía Javier Duarte. ¿Mintió respecto a esa charla con el Presidente, o éste cambió de opinión y decidió que Manlio Fabio Beltrones impusiera al suyo?
Hoy surgió una nueva pista para saber si en realidad se dio una conversación en ese tono entre Javier Duarte y Peña Nieto. La versión del propio Gobernador de Veracruz es la que incluye la advertencia colocada al principio del presente espacio. «Esta es la decisión más importante de tu vida, no te puedes equivocar”. De ser ciertas esas palabras, en estricto rigor habría que advertir que Javier Duarte no se equivocó, pues a final de cuentas no fue él quien decidió la identidad del candidato priista.
Este jueves fue la primera visita de Enrique Peña Nieto a territorio veracruzano desde que el PRI fuera derrotado en las elecciones del pasado 5 de junio. Acudió, como es tradicional, a la ceremonia de graduación de los cadetes de la Escuela Naval Militar, en Antón Lizardo.
La página oficial de la Presidencia de la República subió 112 fotografías del evento. En ninguna de ellas aparece Javier Duarte.
De no ser porque al inicio de su discurso, al saludar al presidium, Peña Nieto hace una brevísima referencia a él -«(saludo) al señor gobernador del estado de Veracruz», así, sin mencionarlo por su nombre- se podría afirmar que no había asistido.
Quienes acudieron al evento y estuvieron cerca del estrado confirman que el Presidente y el Gobernador sostuvieron una charla de más de 10 minutos, ellos solos y que del rostro de Peña Nieto nunca se borró su sonrisa.
La frialdad del Presidente frente a las cámaras pues, no tiene que ver con aquel episodio narrado por Javier Duarte. Es más creíble que sea una reacción a la confrontación que sostiene el mandatario estatal con quien será su sucesor.
Al Presidente no le conviene involucrarse en ese pleito. No se mete, aunque con ello deja que caminen las acciones que hoy ubican a Veracruz en el centro de una campaña nacional contra la corrupción.
No hay mejor medicina para que se deje de hablar de «la gaviota», de su «casa blanca» y de las lujosas propiedades en Miami, que presentar a los medios otro villano más atractivo.
La abierta confrontación del dirigente nacional del PRI -el peñista Enrique Ochoa- contra Javier Duarte hace evidente que recibió «línea» y quienes conocen las entrañas de la política mexicana aseguran que nadie le pudo dar esa instrucción que no fuera el propio Presidente.
El Sistema de Administración Tributaria (SAT) no habría abierto las investigaciones contra presuntas empresas fantasmas que fueron beneficiadas con recursos públicos, a no ser que su titular, Aristóteles Núñez Sánchez haya recibido una instrucción específica al respecto.
La PGR no habría iniciado una acción jurídica contra leyes aprobadas en Veracruz y no lo habría hecho público desde la residencia oficial de Los Pinos, si no estuvieran atendiendo una orden directa, desde el más alto nivel de mando.
Es evidente que Enrique Peña Nieto ha decidido guardar su distancia del gobernador de Veracruz y ellos sabrán bien las razones.
Nadie puede asegurar, sin embargo, que eso signifique que la maquinaria de la justicia tiene instrucciones de castigarlo. Ya no son los tiempos de los Presidentes omnipotentes. Ya no son los tiempos en los que el Presidente preguntaba: ¿qué horas son? y le respondían: «las que usted disponga, señor Presidente».
Hoy hay un Poder Judicial que lucha todos los días por conquistar su independencia, su autonomía, y hay un nuevo sistema de justicia penal que privilegia la presunción de inocencia.
Mientras se define su futuro, Javier Duarte manda señales para calmar a la fiera. Se dice priista convencido y militante disciplinado. Deja ver que no se peleará con los que mandan en el país y que sólo aspira a concluir su mandato sin más sobresaltos. Advierte que su pleito es exclusivamente con Miguel Ángel Yunes y ofrece elementos para garantizar que si la guerra continúa, podría caer él, pero se llevará entre las patas el gobernador electo.
A esta guerra le quedan aún muchas batallas.
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Un cordial saludo a quienes me siguen a través de las redes sociales.
Sólo les sugiero tener cuidado con las analogías. No siempre ayudan a fortalecer el argumento.
Si Hernán Cortés aún viviera y pretendiera gobernar Veracruz, con seguridad estaríamos recordándole los muertos que dejó en la conquista.
No pierdo de vista que quienes no quieren voltear hacia atrás, son aquellos que tienen un pasado que los atormenta.
Recordar nos permite evitar que cometamos los mismos errores.
filivargas@nullgmail.com