Si alguien espera que llegue el primero de diciembre para que el estado recupere la calma, las aguas retomen su nivel y se termine el conflicto personal entre Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes que ha arrastrado a las instituciones y fastidiado a los veracruzanos, temo decirle que la fecha está aún muy lejana. Y no me refiero al calendario, sino al orden y la tranquilidad que claman los veracruzanos. No hay luz al final del túnel.
Muchas cosas tienen que pasar antes de que se llegue la transmisión de poderes. Los tiempos políticos y legales corren aún a favor de Javier Duarte, y eso es en parte, lo que mueve la estrategia mediática de Miguel Ángel Yunes. La calificación de la elección, las denuncias presentadas ante la PGR y la investigación que realiza la ASF en su contra, así como la batalla campal que libra contra el duartismo, es lo que no deja dormir al gobernador electo.
La primera aduana es la jurídica: aún se debe declarar válida la elección de gobernador porque las impugnaciones no terminan de desahogarse. La resolución del Tribunal Electoral local de anular el triunfo de Morena en Cosoleacaque viene a alimentar la percepción de que el proceso electoral, por lo que hace a la etapa procesal, aún no concluye, y por tanto, nadie puede asumir tal investidura.
En septiembre, podríamos ver el inusual espectáculo de gobiernos paralelos. Así, mientras el gobernador Javier Duarte sale al balcón de Palacio de Gobierno a dar el grito de independencia, en algún otro lugar, Miguel Ángel Yunes Linares podría estar haciendo lo propio, demostrando su capacidad de convocatoria.
Vale decir que el mes patrio es de múltiples y necesarias apariciones públicas, así que el mandatario estatal tendrá escenarios suficientes para mantenerse en ataque y defensa frente a su eventual sucesor.
Octubre es incierto, pero el mes de noviembre podría ser un halloween político para muchos, de los que se van y de los que llegan. Basta recordar que se inician los trabajos de la nueva Legislatura del Estado, la misma en la que el PRI no gozará de mayoría y que tendrá que cohabitar con el gobernador Javier Duarte.
Ahí empezará realmente la transición del poder. De la mano, los partidos de la alianza opositora podrían empezar a cambiar las reglas del juego, no sólo de las últimas iniciativas enviadas por el Gobernador –algunas de ellas rechazadas incluso por la propia Presidencia de la República-, sino de una que resulta clave: el formato del sexto y último informe de gobierno.
Cada año, el formato responde fundamentalmente al ánimo del gobernador. Generalmente se ha hecho de una manera austera, mediante la entrega física del documento en la sede del Congreso, trasladando el acto político a un escenario afín y dejando a los miembros del gabinete la ingrata tarea de carearse con los diputados mediante las inútiles comparecencias.
Pero, ¿aceptaría Javier Duarte un formato que le obligara presentarse ante el pleno del Congreso local, donde tuviera que escuchar durante largo tiempo –casi en calidad de acusado- todos los señalamientos, acusaciones y hasta insultos de los legisladores de los partidos afines a Yunes Linares? ¿Se expondría a que el nuevo formato le obligue a escuchar una respuesta de un partido opositor que descalifique todas y cada una de las aseveraciones hechas como logros de su gobierno? Es aquí donde algunos politólogos de café explican la eventual solicitud de licencia.
Será en ese mismo mes de noviembre cuando se inicie, de manera legal, el proceso de entrega recepción. El anticlímax de unos y otros, hará que estos encuentros sean ásperos y grotescos, alejados de la institucionalidad y llenos de acusaciones mutuas, con una serie de condiciones que sólo servirán para justificar la revancha de unos contra otros.
Y eso, si la PGR no decide actuar antes en contra de cualquiera de los personajes en cuestión, o en contra de los más allegados colaboradores que han sido puestos contra la barandilla. Duarte ha dicho que su nombre no está en ninguna denuncia penal, salvo las interpuestas por Yunes. Sin embargo, la suerte de algunos de sus colaboradores podría estar echada.
Al parecer, la única forma de que el conflicto termine es que ambos desaparezcan de la escena política. Y eso sólo lo lograrían los tribunales federales como corolario al trabajo que realiza la PGR. Por tanto, podríamos presagiar que aún viene lo peor, parafraseando al Conde de las tormentas.
La del estribo…
La visita de hoy del presidente Enrique Peña Nieto al estado de Veracruz tiene a más de uno con el alma en vilo. Todos sin excepción esperan señales claras del futuro político del estado. Estará tres horas en tierras jarochas, tiempo suficiente para devolvernos el orden y la gobernabilidad, a menos claro está, que esté disfrutando del lamentable espectáculo de la transición aldeana.