Gerardo «el Oaxaco» García es ajonjolí de todos los sones, el cubano, el jarocho y también del jazz, la música sinfónica y cuanto ritmo se le pone enfrente. Hombre de hallazgos azarosos, quiso ser saxofonista y descubrió el piano, intentó ser pianista y se encontró con una batería, quiso ser baterista y un día, sin darse cuenta, ya estaba vestido de frac tocando en una sinfónica, supuso que sería percusionista de concierto y fue a parar al jazz latino, la música popular y la música tradicional. En la diversidad encontró su sitio, él mismo nos lo narra.
Nace el soul en los montes / con la luz que agoniza…
Yo soy originario de Oaxaca, mi tierra natal es Ciudad Ixtepec, en la región del Istmo. Tengo familiares músicos pero lejanos, en mi familia cercana no hay músicos pero en mi tierra hay muchas bandas que tocan sones regionales, chilenas, todo eso. En mi pueblo también se escucha mucho la música tropical, era muy raro que nos llegara información de música clásica, jazz u otras cosas.
Yo escuchaba la música y me gustaba mucho el sonido del sax entonces, a la edad de cinco años, ya quería yo mi saxofón y le decía a mi mamá que me comprara uno y ella, ya sabes, me decía el típico estate quieto pero insistí tanto que, no recuerdo bien si fue en una fecha especial pero me regalaron un saxofón de juguete que tenía todas las llaves y todo lo que tiene un saxofón profesional. Era mi juguete favorito, para todo estaba tocando el sax, pero de juego, nunca tuve un maestro.
Luego, cuando entré a la primaria, me empezó a gustar el piano. En mi pueblo había un grupo muy famoso que se llamaba Sonido 5, era mi grupo favorito y me gustaba cómo tocaba el fundador y pianista del grupo, se llamaba Marcial Delgado Felipe pero le decían Paquito. Un día le dije a mi mamá:
-Mami ¿por qué no me mandas a clases de piano con Paquito?
-No, ¿para qué?
-Ándale, mándame con Paquito porque yo quiero aprender piano
Estuve insiste e insiste hasta que se me hizo, mi mamá me llevó a la casa de este maestro y empecé a tomar clases de piano básico pero resulta que a un lado de donde tenía su piano había una batería, yo la vi y automáticamente se me cambió el chip y dije mejor quiero tocar esto. Le dije al maestro:
-Oiga ¿y por qué mejor no me enseña a tocar la batería?
-No porque ¿sabes qué?, esa batería es de mi hijo y yo no la toco.
Ayer alientista fui, llorona, y hoy baterista soy
Después de que vi esa batería empecé a recolectar tambos, latas y armé mi set de batería a mi manera, como ya tenía la imagen, veía cualquier cosa y me imaginaba esto me sirve para esto, esto para lo otro y así me hice mi bombo, mis toms, mis platillos, mis hi-hats y empecé a tocar lo que escuchaba en la radio, en los casetes y en los discos de acetato que ponía mi mamá.
Me la pasaba toque y toque. Me acuerdo que a la salida de la escuela tocaba atrás del patio de la casa y cuando pasaban las niñas y los niños se quedaban parados en el barandal de mi casa para escucharme, ya eran como mi público.
Yo tenía un vecino que era baterista de un grupo de mi pueblo, él sabía que me gustaba mucho y un día le dijo a mi mamá:
-¿Por qué no le das chance a Gerardo para que entre al grupo?
-No, estás loco, ¿cómo crees?, tiene nueve años
-Ándale, déjalo que pruebe, a él le gusta mucho la música, no lo limites
Finalmente, mi mamá aceptó y este vecino me llevó al grupo y recuerdo muy bien que le dijo el dueño:
-Oye, ¿pero a poco sabe él tocar la batería?
-Tú siéntalo y vas a ver
Nunca tuve maestro de batería, de percusión ni nada y, no lo vas a creer, pero yo me senté en la batería y empecé a tocar automáticamente. Yo ya traía toda esa onda del conteo, ya ves que en la música popular siempre es el baterista el que da la marca. Y así fue como empecé, a la edad de nueve años a tocar, digamos, profesionalmente. Teníamos seis, siete, ocho tocadas al mes y en diciembre teníamos 29 o 30 tocadas y mi mamá decía no, ¿cómo crees?, mi hijo anda por ahí desvelándose y todo eso. Somos tres hermanos y yo era el único clavado con la música. Estuve como ocho años tocando con ellos.
Compañeros en el bien y el jazz / ni los años nos podrán pesar…
Como te digo, era muy difícil conseguir música en mi pueblo pero conocí como a cuatro amigos que eran muy melómanos y les gustaba mucho el jazz, era bien raro porque lo máximo para nosotros era escuchar a [Carlos] Santana, Poncho Sánchez, Clare Fischer entonces era como que wow.
Yo empecé a escuchar esa música y a los 11 años me regalaron mi primer casete de Paquito D’Rivera, porque te digo que mi instrumento era el sax, y cuando lo escuché dije este tipo está tremendo. Era bien curioso porque yo tocaba música tropical pero no tenía esa música en mi casa, yo escuchaba a Paquito D’Rivera, Clare Fischer, la Típica 73, Tony Camargo porque este amigo me empezó a pasar música y yo le encontré más el gusto esa música porque es muy diferente. Después fui consiguiendo más y más, recuerdo que batallábamos mucho para conseguir los videos y cuando alguien tenía uno me decía compra de un Beta o un VHS y te lo grabo.
Voy a dejar / las cosas que amé, / la tierra ideal / que me vio nacer…
Este amigo que te comento se llama Gerardo de Gyves, es arquitecto, no sé por qué pero todos los arquitectos o ingenieros civiles que conozco, les gusta mucho la música, su hija Claudina, que vivió aquí, también es arquitecta y conoce más de música que muchos. Un día Gerardo me dijo tocayo, ¿por qué no te vas a estudiar música?, no te quedes aquí, aquí no vas a hacer nada. Hay varias escuelas, busca información y a mí me entró esa espinita, esa inquietud y dije bueno, estaría bien y empecé a buscar escuelas, me empecé a informar pero estaba difícil porque no teníamos tanta accesibilidad a Internet ni a esas cosas.
El maestro de piano, Paquito, estudió en Bellas Artes y su hijo también estudiaba en Bellas Artes pero en Guadalajara entonces el maestro me dijo ¿por qué no te vas a Guadalajara? pero después Gerardo me dijo tocayo, vete a Xalapa, es una ciudad preciosa, hay mucha cultura, hay muchas cosas, me habló del Combo Ninguno porque había vivido aquí y tenía todos sus casetes.
Me animé, además tengo familiares en Veracruz, me enteré de las fechas de audición, de ficha, de exámenes, de todo y le dije a mi mamá:
– ¿Sabes qué?, voy a sacar ficha a Xalapa para presentar examen
– Estás loco, tú vas a estudiar para maestro aquí en la Normal, ¿qué vas a ir a hacer allá?, de la música no se vive
Tú sabes, lo que siempre que nos dicen a todos los músicos pero le agradezco mucho a mi mamá que, finalmente, me dejó hacer lo que yo quise y lo que me gusta.
Me acuerdo que terminé una tocada en el pueblo, ya había comprado mi boleto de autobús, y me vine. Llegué a Xalapa sin conocer nada, fui a la Facultad de Música, saqué mi ficha, me dijeron regresa en tal fecha para el examen y me regresé al pueblo, y mi mamá todavía no lo creía:
-¿Sí te vas a ir?
-Si quedo, sí me voy
Llegó el momento de regresar a hacer el examen. Llegué al examen, estaban cinco maestros que eran los sinodales y me dijeron:
-¿De dónde vienes?
-De Oaxaca, del Istmo
-Qué bien, oye, ¿y te sabes los sones regionales de allá?
-Sí
Porque en la secundaria llevamos la materia de Educación Artística entonces ahí y yo tocaba la marimba y la batería. Les empecé a tocar la Sandunga y cuando la terminé todos aplaudieron y me dijeron oye, qué bien. Para esto yo ya tenía un punto menos por la edad, porque llegué a los 17 años y hay cierto límite de edad para entrar a la carrera pero yo creo que me ayudó mucho eso de empezar a tocar desde muy chico y a conocer otros instrumentos, yo creo que me ayudó mucho tener cierta experiencia tocando allá.
Regresé a mi pueblo, le hablé a una tía de Veracruz y le dije:
-Oye tía, ¿puedes hablar a la Universidad?
– Sí, yo hablo
En la tarde me habló y dijo:
-¿Sabes qué?, sí quedaste
-¿En serio? Sí, tienes que venir inscribirte en tal fecha
Así fue como dejé mi pueblo, di las gracias al dueño del grupo, con él estoy muy agradecido, fue el que me ayudó un poquito en el solfeo para venir a presentar el examen.
SEGUNDA PARTE: La dicha y el jazz
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