La decisión de que -siempre sí- Juan Manuel del Castillo sea el abanderado del PRI a la diputación local por el Distrito de Córdoba, tomó a más de uno por sorpresa.
Más aún, a aquellos que operaron para confrontarlo con el hoy diputado federal Marco Antonio Aguilar y conseguir así que ambos se debilitaran frente a una eventual carrera por la presidencia municipal en el 2017.
La joven Daniela Nadal Riquelme, quien se había registrado como aspirante a dicha candidatura, no tuvo inconveniente en cederle su lugar a Del Castillo. Ella, de hecho, había sido la más sorprendida cuando le informaron que podría ser la candidata al Congreso local. Era algo que no estaba en sus planes, pero había accedido haciendo honor a la lealtad y disciplina con su partido.
Quien realmente había «trabajado» la plaza, quien había hecho los amarres con los diversos grupos de la región, había sido Juan Manuel del Castillo. Todo, sin embargo, lo tuvo que soltar cuando fue notificado por su amigo, Javier Duarte, de que no sería él quien compitiera por la curul.
Está claro que este cambio en la estrategia priista -lo mismo que la salida de Tomás López de la contienda en Zongolica, o la caída del «Tato» Vega Yunes en Emiliano Zapata- es producto de una nueva negociación entre el candidato a la gubernatura, Héctor Yunes Landa, y el Gobernador Javier Duarte. Los términos y alcances de este acuerdo habremos de conocerlos en el futuro, pero se asume que formarían parte de las condiciones para que el todavía primer priista de Veracruz eche a andar la poderosa maquinaria electoral en favor de Yunes Landa.
El caso de Córdoba es especial. Es un municipio que sigue gobernado por el PAN y el representante en el Congreso local es otro panista. El triunfo de Marco Antonio Aguilar Yunes en la elección federal del 2015 fue toda una sorpresa, pues hasta los más optimistas le daban pocas posibilidades.
Alguien que trabajó con intensidad en los comicios del año pasado para conseguir la victoria priista fue, precisamente, Juan Manuel del Castillo, sabedor de que todo ese esfuerzo podría generarle dividendos políticos este año.
Le toca ahora al aspirante tricolor volver a conectar con esos grupos políticos que ya habían sido informados de su descarte. Le toca volverse a encontrar con los representantes seccionales y la estructura que se había ido formando en torno a su eventual candidatura. Queda muy poco tiempo y el reto, que parecía alcanzable, ahora será más complicado. A pesar de todo ello, sigue siendo la mejor opción.
Juan Manuel del Castillo tiene claro de que no se trata sólo de lograr un diputado más para la bancada priista en el Congreso local, sino de sumar un buen número de sufragios a Héctor Yunes Landa, el abanderado de la alianza Para Mejorar Veracruz, tarea en la que está comprometido (ahora sí de lleno) su amigo el Gobernador de Veracruz.
Una vez que se registre Juan Manuel del Castillo seguramente su principal candidato, el abanderado del PAN, habrá de impugnarlo. Argumentarán que no se separó con la necesaria anticipación de su cargo en la administración estatal.
Lo que pocos saben es que desde antes de que se venciera el plazo para que los servidores públicos dejaran su cargo, Juan Manuel del Castillo hizo oficial su salida, pues tuvo que enfrentar un problema de salud en su familia, que le impedía atender sus obligaciones en la administración estatal.
Todo está documentado y habrá de sortear sin problemas cualquier recurso jurídico.
Su reto, el verdadero, está en las urnas.
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