Ser sobrino de una escritora talentosa y famosa (Carmen Boullosa) y de un intelectual altamente prestigiado (Pablo Boullosa), e hijo de una cantante, actriz, artista plástica y estrella de radio y televisión (Mercedes Boullosa) ya es suficiente para sacar de onda a cualquiera, si además resulta que la familia paterna pertenece a un mundo opuesto, el de la formalidad y el tradicionalismo, uno entiende que quien se encuentre en tal anómalo caso sea un ser atarantado, pero mesurado, que toma la guitarra para atentar contra sí mismo, y que se construya como el patiño de su propio humorista.
Fernando Elías Boullosa, amante de las letras y de las mujeres locas, es un ser neurochoreado y quien lo desneurochoree, buen desneurochoreador será. He aquí la prueba, choreada por su propia voz.
Debo partirme en dos
Nací en Pánuco pero viví, desde muy pequeño, por la región: Coatepec, Jalapa, de ahí soy. Soy de una infancia bífida, mi papá es contador, de familia de ingenieros, una cuestión un poco rígida, un hombre que es hijo de un albañil y que, de una u otra forma, fue creciendo económicamente, etc., etc., y del otro lado mi mamá, tú ya tienes todo el formato por ahí y entonces era muy interesante porque, cuando se divorciaron, yo tenía que ir de vacaciones a Pánuco con esa familia que era otro universo y de ahí regresar y me volví un anfibio entre esos dos mundos.
Tuve una infancia en la que era más fácil tener acceso a un libro que a una televisión, la televisión se volvió como esa onda medio prohibida que uno se asomaba a ver. Crecí en un vecindario en donde había muchos niños de mi edad, era una calle cerrada, y era otro tiempo, entonces era fabuloso porque podías salir a jugar con los amigos, había un monte a un lado y podías perderte por ahí. También tenía un viaje hacia el interior con los libros, desde chiquito me gustaban mucho, tal vez porque veía a los adultos leer y, como somos animales de imitación, leía.
Cuando iba a visitar a mi papá era otro universo: hacía calor, la gente hablaba de una manera extraña, eran machistas y había choques por ahí, discutía pero también era muy padre ir al rancho, conocer otras cosas por allá. Me gustaba mucho estar en los dos munditos pero entendiendo que eran dos mundos y no se podían mezclar, entonces tuve que aprender a interpretar cada momento.
Mi malformación comenzó, como te dije, desde chavito, con la lectura y con el papá de Tamara [su media hermana], Miguel [Flores Morelos], que es músico. Yo no toqué inmediatamente pero sí conviví con la música muchos años. Algo que hasta la fecha tengo mucho en la cabeza es que la gente que entraba a casa de mi mamá era, en su mayoría, artistas, hay pintores y muchos cuadros en mi memoria, aunque nunca tuve un acercamiento directo con las artes plásticas, siempre me rodearon. Por ahí va, más o menos, mi infancia.
Siempre que se hace una historia…
Después estudié un rato música, me aventé a tocar guitarra, no de manera tan formal pero sí dedicándole mucho tiempo y cuando decidí entrar a la universidad fui a meterme a Historia porque lo que más me interesaba era la literatura pero, como me gustaba tanto, no quería estudiarla y lo que me pareció más cercano a los cuentos fue la historia, la narración de carne y hueso.
Hasta la fecha le tengo cero respeto a la historia (risas).
De ahí me fui a vivir a Francia por razones no tanto formativas ni académicas sino, más bien, hormonales, me encontré con una chica francesa, mandé todo a la mierda y me fui para allá. Allá estuve estudiando filología francesa, porque había que meter una excusa académica, y salieron algunas chambas, comencé a trabajar con teatreros haciéndoles música, me empezaron a pedir traducciones, tuve un par de chambitas como asistente de camarógrafo, etc.
Estuve dos años en Francia gozándola, mal sufriendo, pasando hambre, divirtiéndome, sufriendo fríos; viviendo. Ahorita hago música, estudio francés para no olvidar (risas), estudió en un taller de cine y me dedico a hacer cortometrajes, videos y lo que vaya saliendo.
Quién fuera tu neurochoreador / corazón / corazón que se esconde
Ahorita estamos en proceso de formación de una banda, estamos amoldándonos porque ha habido cambios pero también toco solo, tengo mis rolas, mis neurochoros. Creo que los músicos (yo no me considero músico) tienden mucho a clavarse en que la música es el mensaje y está muy bien, la música en sí misma debería sostenerse como un poema debería sostenerse sin necesidad de música pero cuando se juntan los dos es muy bonito crear una palabra que hile la relación público-escenario, muchas veces pasa que ves músicos sensacionales pero están clavados en su instrumento, casi como en una especie de onanismo (risas) y se trata de ser un buen amante, de hacer también disfrutar al otro, contactar con el otro, escuchar al otro entonces cuando meto mis neurochoros es más bien como para conversar y escuchar un poco lo que me dicen ellos, y también para estudiar al público, apenas estoy en ese descubrimiento.
Sabrá Dios / si yo me quiero o me engaño
El Soundtrack para atentar contra uno mismo es mi show, voy armando un viaje para ir atentando contra mí mismo, eso salió de una plática, precisamente de chelas, con el Chocho [Manuel Monforte] en la que él me estaba mentando la madre porque yo estaba hablando muy mal de mí y tenía muy poca fe en lo que hacía, sí tenía fe pero también mucha prudencia porque convivir con Miguel Flores, que es un musicazo, y con mi mamá es como estar con dos astros muy grandes y eso te hace clavarte en la idea de ok, me gusta lo que hago pero voy a ir paso a pasito y con mucha cautela pero él me mentaba la madre, me decía no, lo que tienes que hacer es convertirte en tu Dios y amarte.
Nada se autocrea, nada se autodestruye, todo se neurochorea
Lo estuve masticando durante mucho rato y después dije claro, si puedo ser un dios voy a ser un dios blasfemo que se crea y se autodestruye todo el rato porque, precisamente, creo que hay que autodestruirse para reinventarse y ésta es de las cosas que a mí más me gusta, tratar de reinventarme, no estar siempre en lo mismo y más o menos por ahí clavé el asunto del Soundtrack, también porque tengo muy mal gusto y tengo mucho con qué sostener ese Soundtrack, me he metido en muchos problemas, me encantan las (mujeres) locas, he tenido problemas con la policía, etc. y, sin embargo, se sigo acá.
El show nunca es el mismo a pesar de que las rolas «son las mismas» (entrecomillado sugerido gráficamente con los dedos), a veces pongo unas, quito otras, hay siempre una especie de cambio pero la esencia del show sigue siendo jugar a autodestruirme. Podríamos llamarlo estado de eterna pubertad. Así como a Nietzsche lo enseñaron a hacer filosofía a martillazos, a mí también me enseñaron a martillazos que el sentido del humor es reírse de sí mismo y aprendí, a las malas, que aquel que se burla del otro está yéndose por la salida fácil y es un débil, y a mí me gusta reírme de mí mismo, hacerme pedacitos. Por ahí también va, un poco, el show, intentar reírme de mí mismo pero también invitar a los demás a que se rían de sí mismos porque creo ese es uno de nuestros grandes errores, que nos tomamos muy en serio.