Por Bernardo Gutiérrez Parra
Si Javier Duarte y su gobierno pensaban que lo único que le deben a la Universidad Veracruzana son 2 mil 76 millones de pesos, qué equivocados están. En la multitudinaria manifestación de ayer, la rectora Sara Ladrón de Guevara sacó de su bolso la lista de adeudos no sólo a la Universidad sino al pueblo de Veracruz y los dio a conocer urbi et orbi:
“Nos deben el derecho a soñar, nos deben la esperanza de un mejor futuro, la confianza en las instituciones; nos deben una juventud sin miedo; nos deben a los desaparecidos, nos deben la paz de los violentados y la de sus familias.
“Nos deben recursos porque son sus obligaciones, (los recursos) no son de ellos, fueron otorgados por el pueblo; nos deben los derechos de los jubilados; nos deben las libertades y capacidades críticas generadas por el conocimiento.
“Nos deben el respeto a la diversidad de etnia color, género, preferencia política y religiosa; nos deben seguridad para el cumplimiento de nuestras metas; certeza de nuestros trabajos y los sueños de nuestros jóvenes; nos deben nuestros impuestos que nos han sido descontados quincena con quincena y que no han sido entregados a Hacienda. Nos deben nuestros sueños de un Veracruz mejor” y remató diciendo: “Nos deben y nos tienen que pagar”.
¡Jijo de la guayaba! La deuda es descomunal e inverosímil, pero es verdadera.
En efecto, el duartismo nos ha robado hasta los sueños. Nos debe el derecho a caminar libremente por las calles sin miedo no sólo a los delincuentes sino a la policía duartista. Nos debe el derecho a la felicidad y a la esperanza.
No sólo es la explicación sobre el adeudo multimillonario de 120 mil millones de pesos lo que nos debe ese señor, sino la seguridad, la paz y la alegría de vivir que teníamos y perdimos a partir del 1 de diciembre del 2010.
No es justo, no se vale que a Javier Duarte le importe un rábano el pueblo que le dio su voto y al que ve como su peor enemigo. La noche miércoles la diputada Minerva Salcedo Baca, se reunió con la rectora y con el Consejo Universitario de la UV para decirles que los miembros de su agrupación Antorcha Campesina, que habían llegado por la mañana a la plaza Lerdo y amenazaban con quedarse “indefinidamente”, se retirarían para dar paso libre a la mega marcha universitaria.
Cuando llegaron a la plaza todo mundo pensó que los antorchistas habían recibido órdenes de allá arriba para reventar la marcha. Para colmo de males, los bravos y retadores oradores, repetían una y otra vez que no se irían hasta que “les solucionaran sus demandas”.
Fue el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien llamó telefónicamente a Duarte para ordenarle que retirara de inmediato a la runfla de golpeadores. El gobernador obedeció a regañadientes y utilizó a la Salcedo para que fuera a hablar con la rectora y la bomba se desactivó.
Ahora nadie duda que Javier Duarte los mandó llamar porque quería disuadir la marcha a como diera lugar y eso es un acto imperdonable.
No es posible tanta perversidad en un mandatario estatal. ¿Qué le hizo Veracruz para que lo trate de esa manera?
La megamarcha fue un acto cívico lleno de alegría y color. Hubo bailables, cantos, música, porras y mentadas de madre a discreción para Javier Duarte de Ochoa. Pero ¿qué quería cuando lo que ha sembrado es muerte, inseguridad, incertidumbre, desconfianza y recelo?
Si se comprueba que fue él quien mandó llamar a los antorchistas, también tendrá que pagarnos la afrenta de querer ocasionar una tragedia brutal abusando de su poder.
Pensándolo bien, no debe irse así nomás como así, tiene que pagar todo lo que dijo la rectora Ladrón de Guevara y más, mucho más. La deuda que contrajo con el pueblo de Veracruz debe ser saldada a satisfacción de éste y después, después que Javier Duarte se largue a donde quiera.