Mi esposa me dio la noticia con todo tiento porque compartíamos por él un profundo afecto, y así me enteré que nuestro amigo David Bouchez Gómez partió a un mundo mejor este martes 1 de marzo a las 6 y media de la mañana, acostado en su casa y en su cama, y cobijado con el cariño de su hijo David, un joven que trae bagaje en heredad para ser tan reconocido como su padre… pero esa será otra historia.

Muchos de sus amigos, que somos muchos porque David era un gran tipo, ya presentíamos que nos dejaría en cualquier momento, porque su estado de salud se había deteriorado irremisiblemente, y además él había tomado la decisión, una de las más maduras de su vida, de no cambiar sus hábitos de vida y así morir dignamente entre las molestias de la enfermedad.

Alguien que no haya conocido a este restaurantero sin igual se podría preguntar por qué acumuló tanto afecto y por qué tuvo tantos amigos, y cualquiera de nosotros le podría responder que era debido tal vez a su carácter jovial y simpático, a su pasión por la cocina y las tradiciones xalapeñas, y a la pasión con la que emprendía desde las más insignificantes acciones hasta las más grandes empresas.

David, se lo pude decir alguna vez, llenó el buche de piedritas de varias generaciones de xalapeños y de visitantes a esta ciudad, pero eran piedritas deliciosas, como lo fueron las grandes creaciones culinarias, fruto de la fusión entre lo tradicional y lo moderno, entre lo autóctono y lo internacional.

Se ha ido él, pero quedan entre nosotros tantos platillos que hizo realidad junto con sus hermanos: los champiñones enchipotlados, las puntas de pollo al olivo, el Caviar del Golfo (frijoles con longaniza), las enchiladas verdes gratinadas, las crepas, su versión de las pizzas en Picrecha, su versión también de los chiles en nogada.

David y sus hermanos representan la historia culinaria de Xalapa, una historia que empezó hace casi medio siglo en La Rana, la primera y pequeña negociación que abrieron en los años 70 en un costado de la Casa de Artesanía, frente a Los Lagos. Después vinieron varios éxitos turísticos y gastronómicos: (creo recordar, aunque no estoy seguro, que también puso La Casona del Beaterio) Picrecha, los dos restaurantes Barranquilla, la Estancia de Los Tecajetes, El Salto de Xala… y el restaurante emblemático, el que lo metió como parte sustancial de la historia de Xalapa: La Casa de Mamá, que hasta hace tres o cuatro años todavía daba el excelente servicio que siempre dio, y en la que doña Mary, su cocinera-chef inseparable, hacía las grandilocuencias para el paladar que nos convirtieron en clientes sin remedio.

Con Benjamín Domínguez, con Iván Hernández, con Gerardo Kuri, con Rafa Hernández Matías, con Fernando Domínguez, con Yamil Alí y algunos otros amigos que iban y venían por esa mesa, compartí muchos jueves de muchos años el pan y la sal.

En una especie de complicidad que compartíamos, David siempre me saludaba y me hablaba bien de mi hijo Camilo -a quien él y su hermano Guillermo han querido como uno de su sangre- y me confesaba que se proponía llevarse igual con su pequeño cuando éste creciera. Los años nos dieron una parte de esa oportunidad y David tuvo tiempo de formar a su vástago y de compartir con él muchos momentos de excelencia.

Hoy que David se ha ido, los recuerdos se agolpan en torno a esta figura esencialmente xalapeña. Forma parte ahora de los hombres ilustres de nuestra capital, y pocos como él lo ha merecido tanto.

A sus hermanos, a Rebeca, a Guillermo, a Abraham, a Rosa Aurora y Rafael, mi más sentido pésame… que compartimos en casa con todo el corazón.

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