Los primeros años al frente de la Rectoría de la UV fueron de poner orden en casa, de hacer proyectos y revisar programas para Sara Ladrón de Guevara González
Con la paciencia de un buen jardinero, de un orfebre exquisito, de un laborioso poeta, la doctora en antropología fue sentando bases, desfaciendo entuertos y estableciendo las condiciones para relanzar las áreas de oportunidad y llevar a la Universidad por el derrotero del éxito, del orden, de la eficiencia.
Chocó, sin embargo, con un obstáculo mayúsculo: la falta de liquidez, la escasez de recursos, del dinero vil metal, sin el que nada avanza como se debe, o más bien nada avanza nada.
Porque la educación es lo más caro que hay, y la UV está obligada a ofrecerla de la mayor calidad. Es tan onerosa la educación, que sólo hay una cosa que sea más cara: la ignorancia.
Ante el peligro de que se detengan los programas de estudios, las investigaciones, el desarrollo artístico, las aplicaciones del conocimiento generado, la Rectora ha asumido una actitud firme aunque mesurada, y empezó su égida con el Gobierno del Estado desde una posición y en un tono acordes con su preparación académica.
Nada de tirar la basura en la casa gubernamental; nada de organizar grupos de choque, porriles; nada de lanzar declaraciones estentóreas en los medios de comunicación y en las redes.
Y a partir de esa actitud madura e inteligente, surgió el liderazgo que la comunidad universitaria esperaba desde hacía años, muchos años: Sara, la excelente alumna, la académica, la xalapeña, se irguió como el símbolo de la protesta justamente enarbolada.
La comunidad universitaria atendió a quien la encabeza, vio que era bueno lo que decía… y su voz se volvió autoridad.
(Ya se habla de su segundo periodo como Rectora, de su reelección en el 17, aunque -consta- ella ni siquiera piensa en eso).
Por eso la protesta se ha hecho desde la perfección del Nabucco de Verdi, con el pensamiento volando en alas doradas; por eso la UV tomó la Plaza para mostrar lo que saben hacer y hacen sus artistas, sus científicos, sus maestros; por eso no hubo pintas ni vidrios rotos ni consignas insultantes ni encapuchados.
El conocimiento engendra paz; la ignorancia engendra violencia.
La protesta ha tomado el alto nivel que le impuso la señora Rectora, y todos los miembros de la comunidad universitaria -alumnos y exalumnos, maestros y trabajadores, funcionarios e investigadores- siguieron con entusiasmo esta forma civilizada de exigir lo que es justo, sin afectar a terceros.
Solución tendrá que haberla de una manera u otra, y quedará para la historia.
Pero lo inédito, lo importante, es que ha nacido un liderazgo virtuoso… que hacía mucha falta, para despertar el marasmo en que había caído la Universidad.
Habrá que ver todo lo que viene.
Y veremos hasta dónde crece la figura de Sara Ladrón de Guevara González, la primera mujer que ha sido autoridad en la UV, para bien y para muestra.
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