Era cuestión de tiempo para que el precandidato priista al gobierno de la entidad, Héctor Yunes Landa, marcara distancia de Javier Duarte de Ochoa, quien se ubica en el centro de la crítica nacional por los señalamientos derivados de las revisiones de la Auditoría Superior de la Federación a las cuentas públicas de la administración estatal.
Los resultados de las auditorías terminaron por revelar un impresionante desaseo en el manejo de las finanzas públicas de Veracruz, de tal manera que a los problemas de inseguridad, crisis financiera, deuda, desempleo y pobreza se suma la corrupción. Este último punto es el que más ha provocado acusaciones contra el gobernador en turno.
Es claro que en Veracruz, el gobierno del estado se convirtió en un lastre y en una amenaza para el Revolucionario Institucional, cuya campaña por la sucesión es afectada por los enormes problemas de la entidad, que ya han encendido los focos de alarma en el Altiplano.
La lista de agravios parece interminable: las víctimas de la delincuencia común y organizada; los empresarios, constructores y proveedores a quienes no pagan adeudos; la Universidad Veracruzana a la que se le escatiman y niegan los recursos; los pensionados agredidos y sus familias; incluso los burócratas que están en buró de crédito porque el gobierno realizó retenciones pero no trasladó el dinero a los acreedores… por si fuera poco, los más de 4 millones de veracruzanos que sobreviven en condiciones de pobreza y pobreza extrema.
A esos y otros problemas se debe la crisis del gobierno estatal y la mala imagen del ejecutivo, convertido hoy, en términos de opinión pública, en el culpable de todos los males veracruzanos.
Todo ello es caldo de cultivo para los partidos contrarios al PRI y particularmente para el aspirante de la alianza PAN-PRD al gobierno estatal, Miguel Ángel Yunes Linares, quien aprovecha las circunstancias y se asume como el único opositor real al gobierno, con posibilidades de sacar al tricolor de Palacio.
De hecho, hasta este momento, las banderas de Yunes Linares tienen que ver más con los errores y problemas gubernamentales que con un tema propositivo: la inseguridad, el combate a la corrupción y los recursos para la universidad pública; por eso la propuesta más estruendosa del panista (y también la que más despierta simpatías ante la opinión pública) se relaciona con el ajuste de cuentas contra Duarte.
Por otro lado, Héctor Yunes sabe perfectamente que esa percepción social sobre un gobierno corrupto e ineficiente terminaría por afectar su campaña política porque la mala imagen del ejecutivo inevitablemente se convierte en puntos negativos para su partido y ello se traslada a sus candidatos.
A partir de ahí, el priista tomó la decisión de marcar distancia y deslindarse del gobierno del estado y del titular del titular del Ejecutivo, antes de que los arrastrara hacia una derrota que ya no parece improbable, debido al ambiente de hartazgo social.
Así las cosas, la ruptura entre Héctor Yunes y Javier Duarte era predecible, porque al virtual abanderado de la alianza PRI-Verde-Panal-Ave-PC no le convenía el descrédito que representaba el apoyo del gobierno estatal.
El sucesor, con el hacha en la mano
En ese contexto se enmarcan las declaraciones de Yunes Landa, este lunes, en un noticiario radiofónico nacional, ante cuyos micrófonos advirtió: “a quien tenga que meter a la cárcel, incluyendo al gobernador, lo haré”, al tiempo que exigió que la Auditoría Superior de la Federación y la Procuraduría General de la República procedan para que “en consecuencia, los que tengan que ir a la cárcel, lo hagan a la brevedad posible.”
Evidentemente, el priista ya no podía postergar más su deslinde del actual gobierno veracruzano, cuyo titular se encuentra ahora con tres flancos abiertos: las acusaciones de la ASF caen como una lápida contra él; por otro lado están los sistemáticos y cada vez más fuertes ataques del Partido Acción Nacional y su precandidato, Miguel Ángel Yunes; y por si fuera poco, la distancia, cada vez mayor, que le separa del aspirante priista, Héctor Yunes Landa.
De esa manera, muy sombrío se observa el panorama para Javier Duarte, porque es casi un hecho que el sucesor en el gobierno estatal llegará al cargo con el hacha en la mano y con ganas de cobrar viejas afrentas.
El linchamiento y la defensa en Twitter
Duarte de Ochoa enfrenta hoy una etapa a la que todos los gobernantes temen, la del ocaso del sexenio, la depresión, la ausencia de poder, la crítica y el escarnio público, y la desbandada de aliados y amigos.
A estas alturas, el linchamiento mediático contra el gobernador veracruzano está en su nivel más alto; mientras eso ocurre, los miembros de su gabinete y en particular sus operadores en la relación con la prensa parecen de vacaciones, disimulan y miran a otro lado mientras llueven piedras contra su jefe; y ni siquiera se observa una estrategia de control de daños. Twitter puede ser una herramienta de comunicación, pero esa red social no es suficiente para establecer una defensa efectiva ante la avalancha de señalamientos y acusaciones. @luisromero85