Por Bernardo Gutiérrez Parra
Gerardo Buganza dejó colgados de la brocha a más de 190 mil veracruzanos que, incautos, creyeron en su proyecto pero sobre todo creyeron en su palabra.
Al conque de que no hay garantías para una contienda electoral democrática aventó el arpa y dio a conocer su dimisión por facebook la madrugada de este jueves.
¿Qué tanta apuración tendría donde no se esperó a ofrecer una conferencia de prensa? Sepa Dios.
Lo cierto es que apenas se supo la noticia comenzaron las conjeturas: Que le estaba saliendo muy caro al gobierno; que no le dieron lo que le ofrecieron; que el mismo gobierno se dio cuenta que no es garantía de nada y lo mandaron al carajo. Y mil presunciones más, pero nadie aplaudió su decisión ni lo calificó de demócrata honesto, porque está en las antípodas de serlo.
Gerardo es un vividor de la política y una de sus grandes tajadas la obtuvo cuando vendió su triunfo a Fidel Herrera y éste le dio millones en obras y servicios a sus empresas.
Con la actual administración también hubo un convenio que le valió ser Secretario de la SIOP y de Gobierno.
Cuando anunció su deseo de irse por la libre en busca de la gubernatura, todo mundo en el PRI dio por descontado que los tres votos que lograría en la elección serían tres votos menos para el PAN y por eso le dieron todas las facilidades.
Pero algo pasó en el camino.
Hace apenas dos semanas se fue a registrar al OPLE enfundado en un coqueto suéter morado y acompañado de al menos una docena de candidatos independientes a las diputaciones. En esa ocasión dijo que estaba preparado para ganar y después se perdió. Hasta la madrugada de ayer en que anunció su dimisión.
¿Qué posibilidades tenía de ganar la gubernatura? Ninguna porque Buganza Salmerón es un político quemado y devaluado.
Fresco en la memoria de los veracruzanos está el año 2004 cuando tras una elección cerradísima con el candidato del PRI, Fidel Herrera, el entonces candidato a gobernador por el PAN aseguró a sus seguidores que pelearía con todo su triunfo en las urnas… y los dejó colgados de la brocha, tal y como hizo este jueves.
Su dimisión no alterará el proceso electoral ni modificará las preferencias ciudadanas. Acaso los 190 mil veracruzanos que firmaron para que obtuviera su registro volverán a desilusionarse, pero es para que ya estuvieran acostumbrados.
Eso sí, a nadie va a extrañar que en unos días ofrezca su “capital político” a quien le asegure su permanencia dentro del presupuesto.
Y es que así es Gerardo.
El siguiente en la lista será el cardenista Antonio Luna, que por mucho que sea candidato de su partidito no tarda en adherirse un gallo de espolones. Y para escoger tiene a dos Yunes: Héctor y Miguel Ángel.
Es casi seguro que se espere lo que resta de este mes, pero en marzo, puedes apostar lector a que le brindará su apoyo incondicional al abanderado del PRI o al de la coalición PAN-PRD a fin de seguir gozando de las fabulosas prerrogativas que otorga el gobierno estatal.
Y tras estos dos vendrán las dimisiones e inmediatas adhesiones de los demás politicastros.
Porque así son todos.