Fue una grata sorpresa. Como tal, inesperada.

Llegó Alberto Silva Ramos al lugar de costumbre en donde los lunes nos reunimos a comer varios amigos, que nos hacemos llamar El Grupo de los Diez (originalmente éramos ese número, aunque ahora hemos crecido a 17).

Esta vez el Presidente estatal del PRI era el personaje al que habíamos convocado, pero junto con el amable saludo nos dijo que era muy probable que nos acompañara también el Gobernador.

—Acabo de platicar con él, y le comenté que me iba a reunir con ustedes. Me dijo que aún no había comido, que venía llegando a Xalapa y que le encantaría estar con nosotros.

Javier Duarte de Ochoa llegó, convivió con nosotros, dijo lo que quería decir, y como la mesa está integrada por puros reporteros, todos aprovecharon la ocasión y publicaron la nota. Unos y otros relataron concienzudamente lo que pasó en ese evento, como debía de ser.

Durante meses hemos venido haciendo este ejercicio, y han sido decenas los personajes que han acudido a nuestra invitación.

Aparte de la anécdota, resulta peculiar que en las redes y en algunos medios empezaron a surgir opiniones respecto de la conformación del grupo. Desde los bien intencionados hasta ciertos malévolos, nos estuvieron señalando de todo lo que a la imaginativa lectora y al candoroso lector se les ocurra.

Las feministas nos acusaron de misóginos, de machistas, de que no respetamos la equidad de género, de que formamos un Club de Tobi.

Algunos puristas nos censuraron porque no somos una asociación debidamente integrada.

Otros, preocupones con lo que no les importa, nos dijeron que en el grupo faltaban cinco o seis periodistas.

Bueno, allá cada quien con sus demonios… pero lo cierto es que el Grupo de los Diez no es ni pretende ser una asociación de ningún tipo, ni una Organización No Gubernamental (las llamadas ONG), ni -mucho menos- una dependencia pública o algún organismo que reciba subsidios oficiales.

No aspiramos a representar a nada ni a nadie. No pagamos cuotas ni manejamos presupuesto alguno. No impulsamos a nadie ni nadie nos impulsa.

Aunque en lo particular se podría dar o no el caso, en conjunto no somos pepistas ni hectoristas ni duartistas ni silvistas… somos periodistas.

Somos periodistas, hermanados por nuestro origen de reporteros. Todos los integrantes conocemos el olor de la tinta, el ruido de las prensas; hemos sabido del hastío de los desvelos, de los horarios a destiempo y de los domingos a solas en el trabajo mientras la familia nos esperaba en casa; en muchos momentos de nuestras carreras, sufrimos la urgencia de entregar las notas a la redacción; empezamos desde abajo en el escalafón del periodismo, y seguimos insistiendo en permanecer en esta vocación atroz y gloriosa, exigente y grata, hecha para héroes y locos, no más.

Como tal, como un grupo de amigos que se unen por el oficio y se reúnen por el gusto, no tendríamos por qué requisitar equidades ni inclusiones totales.

En cada caso personal, porque así lo hemos manifestado todos, estamos a favor de la participación de la mujer, de que sea tomada en cuenta y respetada en todos los ámbitos de la vida social.

En cada caso particular, no nos sentimos ni los mejores ni los únicos. Hay muchos respetables compañeros a los que consideramos excelentes periodistas, reporteros, columnistas.

Nosotros solamente nos juntamos algunos lunes a comer, y en cada ocasión vamos convocando a un invitado, al que le exprimimos la información a fuerza de preguntas…

Es lo que hacemos y nos hace ser.

No más.

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