A las 00:00 horas de este martes 1 de diciembre de 2015 el gobernador Javier Duarte de Ochoa entró al último año de su administración, el sexto del sexenio, en el que deberán ocurrir las acciones definitivas de su forma de gobernar, con las que empezará a enfrentar el juicio de la historia a partir del último minuto del 30 de noviembre del año próximo; juicio que se irá hilvanando en la medida en que el tiempo transcurra y se determinen con toda objetividad -a partir de una observación con mayor distancia y más calma- los límites y alcances del gobierno del doctor en economía por la Universidad Complutense de Madrid.
A partir de ese momento restaron al actual Gobierno de Veracruz ni más ni menos que 12 de los 60 meses que tiene todo el sexenio. E igualmente, 53 de las 313 semanas; 366 (es año bisiesto, y un día más de gobernar cualquiera lo aprovecha y lo agradece) de los 2,192 días; 8,784 de las 52,608 horas; 527,040 de los 3 millones 156,480 minutos, y 31 millones 622,400 de los 189 millones, 388,800 segundos.
Si bien hay algunos que opinan que para el destape del PRI a la gubernatura faltan solamente dos meses, y que una vez que haya candidato el mandatario en turno va perdiendo fuerza, lo cierto es que se es Gobernador por seis años completitos, ni un segundo más (¿verdad que lo entendiste, Fidel?), pero también ni un segundo menos.
Hasta que no llegue el último instante del mes de noviembre de 2016, en Veracruz seguirá mandando el actual titular del Ejecutivo, y seguirá teniendo el poder de la firma, y continuará con la rienda del destino estatal en sus manos.
Que no se hagan bolas los acelerados; que no quieran ir contra el destino los imaginativos; que no se les cuezan las habas a quienes creen que van a triunfar ahora sí porque llegará el aspirante por el que suspiraron.
Resta también en esta administración el pago de 24 quincenas, dos aguinaldos y un (¿jugoso?) bono sexenal para quienes dejarán el puesto, a fin de que lo ocupen los nuevos hombres del poder.
Los funcionarios tendrán que decir adiós a sus oficinas, a sus secretarias, a sus asistentes, a sus colaboradores, a sus choferes… a sus camionetas, a sus viáticos, a sus vales de gasolina, a su teléfono celular gratis… y casi seguramente a sus amigos y amiguitas -si tuvieron-, a sus incondicionales, a sus familiares cercanos en la nómina… a sus sueldos, sobresueldos y prestaciones… a su presupuesto…
Un año que se irá derritiendo entre las manos, como se evaporan los amores que no son correspondidos o como se pierden las fortunas que no se forjaron con esfuerzo, bien o mal habidas, no importa.
Un año veloz y evasivo para los que se van; un año lento y retardado para los que quieren llegar.
Un año en el que el actual gobernante decidirá por su sucesor; en que habrá una campaña con nuevas ilusiones y otras promesas; un proyecto diferente, otra visión.
Y un hombre distinto, al que todos escucharemos mientras hable… mientras el doctor Javier Duarte de Ochoa recupera el tiempo para sus hijos, que crecieron tanto en tan poco, y junto con ese tiempo precioso, la tranquilidad y la calma para disfrutar su vida de exgobernador joven y con muchos proyectos hacia adelante.
Un año… y ya.
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