Desde del sexenio pasado, cuando se erigió en el “hombre fuerte” de la Sefiplan operando inicialmente desde la Subsecretaría de Administración y Finanzas, a Javier Duarte de Ochoa comenzó a conocérsele como el “Jefe Duarte” no sólo por el poder que llegó a concentrar sino también por el liderazgo que desplegó entre los jóvenes políticos y funcionarios generacionalmente afines del gobierno fidelista, lo que al final lo habría llevado a su postulación a la gubernatura en 2010.
Por estos antecedentes es que ahora se podrían entender algunas de sus polémicas decisiones que inclusive han sido públicamente cuestionadas inclusive por destacados correligionarios, entre ellos un trío de ex dirigentes priistas y los dos principales aspirantes del PRI a sucederlo en el gobierno de la entidad el año entrante, quienes, por ejemplo, han impugnado el anunciado arribo del diputado federal Alberto Silva Ramos, a la dirigencia estatal del tricolor.
Sin embargo, pese a las resistencias de los grupos antagónicos, Duarte de Ochoa está por imponer a su ex vocero y ex secretario de Desarrollo Social haciendo valer justamente esa facultad metaconstitucional que todos los gobernantes veracruzanos del PRI que le antecedieron también han ejercido en su momento, pues en los hechos el Comité Directivo Estatal del Revolucionario Institucional siempre ha funcionado como la Secretaría Política de la administración priista en turno.
Pero además, con la designación de Beto Silva, el gobernador está mandando otros mensajes, tanto a sus aliados como a sus más enconados adversarios: 1) que él es y seguirá siendo el único “jefe político” del priismo en Veracruz hasta el último día de su mandato, en noviembre de 2016; 2) que los verdaderos enemigos de su partido no están en su gobierno ni en el PRI sino en la oposición, y por eso la llegada del diputado federal tuxpeño a la dirigencia del tricolor, pues ha sido el que ha encarado y combatido permanente y frontalmente a la familia Yunes del PAN, que buscan arrebatarles el poder y que pese a su presunto enriquecimiento ilícito y corruptelas no ha sido cuestionada por sus parientes que militan en el Revolucionario Institucional; y 3) que quiérase que no y dígase lo que se diga, él podría ser uno de los factores determinantes para que el priismo continúe gobernando el siguiente bienio, pues hasta el momento ha ganado todos los procesos electorales, desde 2009 en que contendió por primera vez a la diputación federal por el distrito de Córdoba.
Así se los habría expuesto al dirigente del CEN del PRI, Manlio Fabio Beltrones, y al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con los cuales se reunió la semana anterior en la ciudad de México ante la preocupación en la cúpula nacional priista y del gobierno central por la escalada de la confrontación política entre Duarte de Ochoa y los senadores Héctor Yunes Landa y Pepe Yunes Zorrilla, que aspiran a sucederlo en 2016.
Duarte les dejó en claro que él no tiene ni pretende imponer candidato para sucederlo, que no busca bloquear ni vetar a nadie, y que como militante priista está dispuesto a apoyar con todo lo que la ley le permite al aspirante que la dirigencia de su partido y el presidente Enrique Peña Nieto decidan nominar por su mejor posicionamiento en las encuestas, sin importar su nombre o apellido, ni la cercanía política o no que mantenga con su gobierno.
Su compromiso, reiteró, es entregarle la gubernatura a un correligionario, sea quien sea.
Y es que, en el fondo, éste habría sido el motivo del fallido veto a Silva de los senadores priistas, pues siempre han considerado al ex alcalde tuxpeño como el verdadero as bajo la manga de Javier Duarte para la gubernatura. Sin embargo, todavía hace tres semanas, el lunes 28 de septiembre, entrevistado a su arribo al Museo Interactivo de Xalapa donde puso en operación la Nueva Imagen de los Autobuses Vasconcelos y entregó apoyos para capacitadores de Conafe, Duarte reconoció que “como militante de un partido que soy, que es el PRI, considero que tanto el senador Héctor Yunes Landa como el senador José Francisco Yunes Zorrilla son quienes van de punteros en la búsqueda de la candidatura de mi partido, así que pues no tiene el senador (Yunes Landa) en ningún sentido, ninguna obstrucción de parte de un servidor en busca de ese objetivo”.
En respuesta a la airada reacción del legislador nativo de Soledad de Doblado por la caña de pescar que le acababa de obsequiar por su cumpleaños para que capturara “peces gordos”, dándole “un tip en dónde los podría encontrar”, Duarte afirmó que “estoy total y absolutamente de acuerdo con el senador Héctor Yunes, estoy de acuerdo en que yo no soy el dueño de mi partido; efectivamente no lo soy; estoy de acuerdo en el sentido de que mi voto no define la candidatura al gobierno del estado, totalmente de acuerdo con él; estoy de acuerdo en que no tengo derecho a ningún veto por ningún correligionario de mi partido, estoy absolutamente de acuerdo con él”.
¿Entonces para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo? ¿Acaso los senadores esperaban que Silva se descartara a priori para la gubernatura tal como los aspirantes del gabinete de Peña Nieto obligaron a Beltrones a declinar públicamente sus aspiraciones presidenciales antes de asumir la dirigencia nacional priista? Habrá que esperar el mensaje del sonorense el próximo sábado 24 en la toma de posesión del tuxpeño en el WTC de Boca del Río. Ahí se sabrá si lo de Beto es capricho o parte de una bien calculada estrategia que Javier Duarte presume haber iniciado desde el 1 de diciembre de 2010 para mantener al PRI en el poder, la cual incluye la “aniquilación política” de sus más rudos opositores.