Del discurso mesurado, el trabajo organizativo interno, la adhesión esporádica a las posturas más enjundiosas, la defensa meditada frente a severos conflictos enfrentados por el gobierno local y el justo medio para evitar rupturas con los más sobresalientes militantes, aún si esto significara no pintar una raya definitoria a favor del líder máximo, el Partido Revolucionario Institucional en Veracruz se apresta a adoptar una política beligerante y de permanente confrontación.
El anunciado arribo del diputado federal Alberto Silva Ramos, el más pendenciero de los chicos de la Fidelidad, a la dirigencia estatal del PRI en Veracruz, en un acto fraguado desde la aldea para realizarse sin dilación el domingo próximo, ya augura el estilo pandilleril que se ha ido decantando en los últimos meses, para enfrentar el grave riesgo que representan los Yunes rojos y azules para la permanencia en el poder del grupo creado por el, posiblemente, próximo cónsul de México en Barcelona, Fidel Herrera Beltrán.
Desde su paso por la Coordinación General de Comunicación Social, donde consolidó su triunfo electoral en los comicios intermedios de este año, Silva Ramos, apodado El Cisne, dilapidó de inmediato la percepción de su tersura política para irse a la yugular contra Miguel Ángel Yunes Linares, a través de redes sociales y en entrevistas a modo, en que no se ahorró las más elementales formas políticas para contrarrestar las críticas del seguro candidato panista a la gubernatura contra el gobernador Javier Duarte.
Aunque desde la obtención de la diputación federal en las urnas hasta su entrada en la Cámara de Diputados, Alberto Silva Ramos se mantuvo en un silencio que debió serle duro (mientras los más aventajados aspirantes de su partido a la gubernatura ganaban terreno), no necesitó sino tomar protesta en San Lázaro para iniciar la cruzada fidelista contra Yunes Linares.
En efecto, apenas pisaba la alfombra de la sala de sesiones del Palacio Legislativo y ya estaba encabezando a sus 19 colegas veracruzanos del PRI y el PVEM en una conferencia de prensa en que los 20 presionaban a la titular de la Procuraduría General de la República (PGR), Arely Gómez, para que agilizara la investigación en torno a la denuncia de un ciudadano, miembro del Movimiento Nacional de los 400 Pueblos, contra Miguel Ángel Yunes Linares por enriquecimiento ilícito durante su gestión al frente del ISSSTE.
Apenas ayer, en declaraciones hechas a un noticiario radiofónico de la Ciudad de México, arremetió contra el presidente de la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados, a pedir licencia del cargo y enfrentar sin fuero averiguaciones y procesos abiertos por la PGR en su contra por el presunto delito de lavado de dinero y operaciones con recursos de procedencia ilícita.
En su alegato público, Silva Ramos también se refirió a otra investigación abierta en contra del diputado panista por la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), que involucra y a miembros de su familia, en lavado de dinero y compra de inmuebles con recursos de procedencia ilícita.
Línea dura contra los adversarios políticos
A la estrategia de endurecimiento adoptada por el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, que se manifestó en ataques contra los senadores Héctor Yunes Landa y José Francisco Yunes Zorrilla en el acto en que tomó protesta el nuevo líder de la Liga de Comunidades Agrarias, Juan Carlos Molina, y la denuncia presentada por diputados locales del PRI y el PVEM por enriquecimiento ilícito contra el alcalde de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez, el anuncio de la imposición de Alberto Silva Ramos como presidente del PRI estatal acaba por dibujar la estrategia que se aplicará con miras a la designación del candidato priista a la gubernatura de Veracruz.
La inmediata manifestación de los senadores priistas y más fuertes aspirantes a la candidatura en 2016, Héctor y José Yunes, contra el cambio en el PRI, profundiza la lucha intestina que puede tener como corolario la derrota del priismo el próximo año. Ambos consideraron inoportuna e injustificable la llegada de un nuevo dirigente y, sobre todo, una señal de que la decisión será fortalecer a Silva Ramos para que sea el continuador de la Fidelidad, en demérito de quienes han demostrado tener un mayor respaldo de la militancia.
Al referirse al rumor de la llegada de Silva Ramos, Pepe Yunes dijo que el diputado federal “se encuadra en este tema de que representa o forma parte de una corriente importante, mayoritaria en el priismo en Veracruz, pero que evidentemente no aglutina o no genera los canales para poder articular a todas las expresiones o todas las corrientes”.
Y es que, por lo visto, el grupo de la Fidelidad ha decidido cerrar filas en torno a El Cisne. Mientras Érick Lagos Hernández se ha perdido en la multitud de legisladores en el Congreso de la Unión y Jorge Carvallo Delfín parece conforme con el juego que los mexiquenses le están dando en San Lázaro, Silva Ramos es la figura más rescatable y la que ha mostrado mayor convicción a la hora de entrarle a los puñetazos.
El escenario en el PRI veracruzano a partir del próximo domingo, en efecto, tendrá un cambio radical, y puede alcanzar a todos los factores de liderazgo que deberán ponderar su permanencia en el ánimo del todavía fuerte gobernante mediante una abierta participación en el proyecto de continuidad de un grupo que ha sido cualquier cosa, menos algo positivo para los veracruzanos.
Pero no todo está definido. De aquí al domingo, la decisión tomada localmente buscará lograr el apoyo del dirigente nacional priista Manlio Fabio Beltrones, quien enfrenta como primer reto de su liderazgo la aplicación de una poderosa llave de emparrillado por parte de Javier Duarte de Ochoa, quien solo le ha dejado dos opciones: golpear tres veces con la mano el piso del cuadrilátero para darse por vencido o revirar con un movimiento peñista para evitar la derrota.
Ya veremos el lunes cómo encontramos al PRI y si de verdad el Cisne aterriza en el edificio de Ruiz Cortines.
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