Uno es de la tierra donde nace. Uno es mexicano, veracruzano, xalapeño o sanrafalense, cierto, pero uno no solo es de la división geográfica oficial, uno también es huasteco, jarocho, maya, norteño o sureño.
Y al ser de su tierra uno es más cosas, es montaña, mar, planicie, bosque de niebla o desierto.
Uno es los colores que creció mirando, los sabores que alimentaron la infancia, los aromas de toda la vida.
Pero uno también es de la lengua, del idioma en que se enamoraron los padres, de las palabras que se dijeron mientras lo engendraban, de las sílabas con las que fue conociendo el mundo, de las expresiones con las que lo entiende, de la voces con las que lo enfrenta.
Mardonio Carballo, actor, músico, escritor, periodista y lo que se acumule esta semana, es hijo del náhuatl porque en esa lengua fue concebido y con ella tuvo sus primeros sueños, pero también es del castellano porque con él creció y sigue creciendo, con él ha cultivado y cosechado y con él sigue sembrando.
La semana pasada vino a Xalapa para participar en los Diálogos Interdisciplinarios por la Paz que organizó la Universidad Veracruzana, llegó con palabras castizas y con ideas indias, los idiomas con los que ha amasado una voz tan personal que se vuelve plural.

En el principio fue el deseo

«Quiero comenzar esta alocución -dijo- con un texto que es más bien un deseo:
«Un México sin muertos por violencia, brindo por él. Una ciudad sin asesinos, brindo por ella. Un mundo sin fronteras, voto por él. Fronteras sin muros, voto por ella. Un hombre y otro hombre se encuentran, una mujer y otra mujer se buscan, un hombre y una mujer se hacen el amor. Un México sin asesinos, una ciudad sin muertos, una frontera sin desaparecidos, brindo por ella. Hago votos. Un hombre y otro hombre se hacen el amor, una mujer y otra mujer piensan en sus hijos, una mujer y un hombre nos están buscando. Un país sin presidente corrupto, una ciudad sin regente, sin gobernador vía voto. Un mundo sin fronteras para escribir en él paz, paz, paz. Un hombre y una mujer se buscan sin lograrlo, una mujer y otra mujer se dan la espalda, un hombre y otro hombre se funden, se confunden. Un país sin presidente, una ciudad sin jefe de gobierno, un país sin policías, un país con ciudadanos que andando se anden buscando pero carne, no huesos, piel, no costras. Vivos hasta encontrarnos, voto por ello. Viva, viva, viva con todo su peso. Un país, una ciudad, un mundo sin hambre, sin muertos. Por usted, por mí, hago votos.»

¿Qué te ha pasado México?

Hace una semanas leí Sorgo rojo, esa novela crudelísima de Mo Yan que está narrada de una manera muy cruda y muy poética a la vez, de ella hablaré en otra entrega, ahora la menciono porque dos de las varias partes que subrayé vinieron a mi mente cuando escuchaba a Mardonio, la primera dice: «El miedo es lo único que borra la idea de la libertad»
Cuando llegué al Auditorio del Museo de Antropología, la charla ya había comenzado, lo primero que escuché fue «tengo miedo», entiendo que es lo que le dijo a Esther Hernández Palacios cuando lo invitó a participar en estas jornadas, después dijo:
«En el imaginario de los pueblos indios, cuando uno se asusta salen esos fragmentitos a recorrer otros caminos, así estoy un poco yo y lo quiero reconocer en este espacio, y en este momento pienso mucho en la lucha de Esther Hernández Palacios, en ese libro en forma de diario que recoge esos cachitos que tuviste que recorrer para, una vez más, transformarte y poder, en algún sentido, volver a ponerte en pie para caminar con los demás.
«(…) Cuando ocurrió lo que ocurrió algo que estaba pasando, unos días antes habían asesinado a Rubén Espinosa, Rubén Espinosa era amigo mío y termina siendo un agravio que nos recorre a todos los que nos dedicamos a los medios de comunicación. Ahora que veía el cartel de acá fuera que dice ¿Qué está pasando Veracruz? recuerdo que escribí un par de textos que se llamaban ¿Qué te ha pasado Veracruz? donde intercalaba versos de Agustín Lara e intercalaba numeralias que, si bien son frías, dan cuenta de lo que ocurre en un estado como el nuestro, este estado también es mío, yo soy de un municipio que se llama Chicontepec, en la Huasteca veracruzana y me sentía con la responsabilidad de decir cosas a pesar del miedo.
«En el programa de tele que tengo el honor de dirigir a un grupo de compañeros hicimos este año solo cuatro estados, Morelos, Veracruz, Estado de México y Guerrero y toda la gente me dijo ¿por qué vas a Guerrero? y yo les decía porque en estos momentos hay que ir a Guerrero y si me preguntan ahora por qué estoy en Veracruz, es porque hay que venir a Veracruz una vez más a poner los ojos, una vez más a poner el cuello, una vez más a poner la piel, una vez más a intentar reconstruirnos en conjunto, una vez más a caminar en conjunto porque ahora que hablamos de pueblos indígenas, que es el tema que me trae a esta mesa, considero importante hablar de lo que estoy hablando porque si algo saben los pueblos originarios es caminar juntos, saben otorgar la ayuda, la mano vuelta, la faena, el tequio y me parece importantísimo que en aras de conservar la congruencia, la dignidad para poder, sin pena, pararme todos los días frente a un espejo, es venir y acusar recibo de los agravios que le están pasando a ustedes y que nos están pasando a nosotros; lo que le pasa al otro, nos pasa a todos.
«(…) Si antes me preguntaba ¿qué te ha pasado Veracruz?, hoy les quiero compartir otra pregunta, ¿qué te ha pasado México? En ese periplo que anualmente hago por México gracias al programa de televisión visitando ciertos pueblos originarios nunca había visto un grado de descomposición social tan grande. En Guerrero (…), en una marcha fuimos a documentar el trabajo de una organización que se llama Tlalchinola AC que dirige un tipazo que se llama Abel Barrera y un grupo de valientes que están haciendo valer los derechos humanos en la montaña de Guerrero donde el cacicazgo, la marginación, el olvido, la desesperanza está sembrada entre los pueblos originarios.
«En la multitud había un chavo que me estaba encantando [con su] discurso que hablaba de las razones de por qué Guerrero es un estado pobre. Hace una semana y media, [cuando] el grupo de expertos interdisciplinarios de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos estaba dando su informe por Ayotzinapa me encuentro a la gente de Tlalchinola y me […] entero que Antonio, ese chamaco de veintitantos años que estaba hablando con tal vehemencia, ha sido asesinado dos días después de esa entrevista y entonces pienso que lo que le pasó a Antonio nos pasó a todos.»

En busca de los pasos perdidos

«Nos está pasando una aplanadora, [pero] fíjense en mi pesimismo optimista, pienso que algo estamos haciendo bien, que el dinosaurio se quiera sacudir esas pulgas incómodas que somos algunos es porque algo estamos haciendo bien.
«Recuerdo ahora a Lydia Cacho con su columna que se llamaba No nos callarán, fue la primera en decir ‹no nos callarán› y recuerdo que cuando yo estaba siendo amenazado, hace ocho o nueve años, por documentar el trabajo infantil indígena en campos agrícolas de Sinaloa (todavía no estaba de moda el sistema de protección a periodistas ni nada de eso), me golpearon en el DF y entonces me aterré mucho y no me asomé ni prendí la luz de mi departamento durante un mes […] Lydia Cacho, con fortuna, me dijo Mardonio, si te hubieran querido matar, ya te hubieran matado, solo te quisieron dar un susto así que remonta. Entonces creo que hacer esos actos de reposicionar el alma y seguir intentando dar la cara por los otros, que somos uno mismo, va en ese camino así que me congratulo de estar aquí con ustedes; creo que a eso vine, […] a buscar esos pasos que me hacían falta.»

La prosperidad y el bienestar

La otra cita de Sorgo rojo dice: «A veces me asalta la idea inoportuna de que existe un nexo entre la decadencia de la humanidad y el aumento de la prosperidad y el bienestar. La prosperidad y el bienestar son objetivos conscientes y a la vez predeterminados para las luchas del hombre; esto produce una inevitable, profunda y aterradora contradicción, porque al buscar la prosperidad y el bienestar, la humanidad se despoja de muchas de sus mejores cualidades».
Algo similar dijo Mardonio:
«¿Cómo hablar de paz en un país tan violento?, ¿cómo hablar de paz en un país tan corrupto? […] Yo no sé si lo sienten ustedes pero yo ayer que vine me fui a tomar una cerveza y lo que se siente en la calle todavía es más feo que la última vez; la última vez yo lo veía bonito, nos fuimos a un bar a escuchar jazz, había alegría, había gente y ayer que salí, [a las] 12:20, no había nadie en la calle y pensando un poco creo que tiene que ver con la golpiza que le dieron a un grupo de estudiantes el 5 junio. Bajo esa lógica del terror ¿qué tenemos que hacer?, ¿cómo podemos remontar para poder encontrarnos? Y si a eso le anexamos esta reflexión que yo les decía, algo está pasando, algo hicimos bien, algo se movió de su sitio, algo está descolocado. Yo pienso que hay que seguir haciéndolo, hay que seguir encontrándonos nosotros, los que estamos aquí.
«En el asesinato de Rubén yo pensaba (…): en un edificio hay más de 10 departamentos, ¿nadie oyó la escaramuza que estaba ocurriendo en ese departamento?, yo pienso que sí pero hace rato lo platicábamos con [Román] Güemes, uno como huasteco llega a la ciudad y abraza a todos y todo mundo piensa que uno se lo quiere cachondear [risas de la audiencia], no, así somos nosotros, así nos saludamos, así nos amamos, así nos vemos, así nos encontramos a diferencia de las ciudades.
«Lo que más me sacaba de onda a mí cuando llegué a la Ciudad de México era cuando yo me acercaba al chofer del autobús, lo saludaba, le decía ¿cómo estás?, ¿cómo va tu día?, él se me quedaba viendo y pensaba ¿y este pendejo qué quiere? [risas de la audiencia]. No, yo solo quería desearle que estuviese bien, que tuviese un gran día y pienso en las ciudades como la construcción del individuo en aras de esa extraña percepción donde parece que solo individualmente y solo a través de la competencia podremos hacer algo.
«Yo creo que no, el otro día recordaba cómo se construían las casas en el rancho cuando yo era niño, los hombres iban por el otate, por la tierra, por el zacate, los que podían poner palma, ponían la palma y construían entre todos la casa de uno.
«En el rancho el viejo pide ayuda, fíjense, hasta pedir ayuda pareciera ahora que está vetado por los sentimientos superiores a los cuales, supuestamente, hemos llegado los seres humanos. Yo recuerdo cuando mi papá iba a pedirle a los jóvenes que le ayudaran a sembrar su milpa, a cambio, mi mamá iba a hacer un caldo de pollo para toda esa bola de chamacos, entonces ocurría que a partir de eso, también estaba el ritual. Otra cosa que sucede es que cada cosecha, todos los ahijados de mi papá iban a otorgarle las mazorcas más buenas, así es con los padrinos, vas y le otorgas el maíz y así se sigue conservando al maíz.
«La disección de lo que somos a partir de supuestos beneficios, en detrimento del ser humano mismo, es lo que nos ha llevado a donde estamos. Yo digo que tendríamos que, una vez más, empezar a saludarnos, una vez más empezar a preguntar ¿cómo estás?
«El otro día me encontré con Lydia Cacho y luego Gabriela Warkentin, que es directora de W Radio, dijo voy para allá, me uno a ustedes. [Llegó] y en automático, a la pregunta de ¿cómo estás? de Gabriela Warkentin, yo respondo ‹bien› y Lidia Cacho me dijo primero dile cómo estás y después dile que bien, cabrón. Efectivamente, uno tiene que empezar, una vez más, a rendirse ante la humanidad que es; sin necesita ayuda, pedirla; si siente miedo, decirlo; si necesita apapacho, decirlo.
«En esa inducción telenovelera, neoliberal, incluso la educación se ha dejado permear. ‹La educación por competencias› que le llaman, ¿qué no sería mucho mejor si aprendiéramos juntos, si aprendiéramos en colectivo?, es decir, si la golpiza que le dan a un grupo de estudiantes que se reúnen a tomar una cerveza y a planear cosas importantes no nos duele a todos, no lo sentimos como un acicate, me parece que entonces han ganado, que la percepción de lo que debemos ser ha ganado (…) imagínense que pudiéramos caminar en contra para deshacer esa andanada de supuestas direcciones en las que tenemos que caminar».

CONTINUARÁ

SEGUNDA PARTE: No nos callarán            TERCERA PARTE: El plumaje y el pantano

 

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