El sábado pasado hubo una marcha en Xalapa de católicos en contra de la decisión de la SCJN de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Independientemente de lo respetable que puedan ser sus creencias, hay algunas cosas que estas personas no alcanzan a ver o a comprender cuando salen “en defensa de los niños”.
Primero que nada, vivimos en un estado laico y esto quiere decir que las leyes que rigen a este país, así como los derechos y obligaciones ciudadanos no pueden hacerse, modificarse o promulgarse bajo principios religiosos. Hacerlo nos hace retroceder más de un siglo y echar por la borda las Leyes de la Reforma. La realidad es que no hay mejor manera de legislar un país diverso en población, etnias y religiones que mediante una ética humanista y no bajo los preceptos de una sola religión. Que la iglesia católica pretenda tener injerencia en la vida pública y legal, sobretodo, de México, viola la Constitución y desvirtúa una manifestación que pudiera ser legítima (para expresar un punto de vista) al convertirlo en una exigencia religiosa (no social) para la modificación de las leyes.
En pocas palabras, señoras y señores hay un viejo refrán que dice: A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
Por otra parte, si bajo el lema “en defensa de los niños” o “por la defensa de los niños” quieren atentar contra los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas, creo que primero deberían revisar las estadísticas sobre violencia infantil y juvenil de este país:
Según cifras de la OCDE, México ocupa el primer lugar en violencia, abuso sexual, pornografía infantil y homicidios a menores de 14 años. Se estima que unos 4.5 millones de niños, niñas y adolescentes sufren algún tipo de agresión sexual, pero solo el 2% se conoce en el momento. En el año 2013 la PGR reveló la existencia de más de 12 mil cuentas personales de internet exhibiendo imágenes de explotación sexual de menores entre 4 y 16 años. También reveló que 3 de cada 4 víctimas de abuso sexual a menores son de sexo femenino.
¿No les escandaliza eso? ¿O acaso está dentro de los parámetros que una sociedad puede considerar “normales”? ¿Creen que la comunidad gay, que busca establecer una vida familiar dentro de los parámetros legales es quien ha cometido estos abusos? ¿Creen que el penalizar el aborto mejorará la expectativa de vida de los niños y las madres? Habría que conocer más a fondo las cifras de nuestro país, la cantidad de estudios, reportajes y documentos que hay sobre todos estos temas.
Por ejemplo, según datos de la UNICEF, se estimaba hasta el 2010 que el 62% de los niños y las niñas habían sufrido algún tipo de maltrato en algún momento de su vida, de los cuales el 10.1% ha padecido violencia física en la escuela, el 5.5% ha sido víctima de abuso sexual y el 16.6% de violencia emocional.
Según datos de la PGR, hasta el 2010, el 70% de los delitos registrados en nuestro país involucraron a menores de edad, cuyas condiciones de vida (en pobreza o pobreza extrema) favorecieron su cooptación por pandillas y grupos criminales.
Pero actualizándonos un poco: ya nos enteramos, con tristeza, que el índice de pobreza aumentó este año. Resulta que antes de que se dieran a conocer las últimas cifras, el 53.5% de niños, niñas y adolescentes vivían en la pobreza (agreguemos los puntos porcentuales que faltan). Esto quiere decir un buen porcentaje de chicos que no tienen las condiciones más óptimas para su desarrollo integral, vaya, que ni siquiera tendrán acceso a alimentarse adecuadamente, a tener una vida digna, educación y un ambiente que lo proteja y procure su bienestar.
Según Think Action Developement México, los hogares monoparentales representan el 20% de las familias mexicanas, de ese 20% el 84 por ciento está encabezado por una mujer. Suponemos que algunos son de madres solteras que así lo decidieron, pero el mayor número dentro de esta cifra está conformado por hogares donde el padre decidió irse y, en muchos casos, ni siquiera se hace cargo económicamente de los hijos. La migración es también una razón que influye mucho.
Ahora, en cuanto al aborto, lamentamos informarles que es un tema de salud pública y no de principios religiosos. Resulta que el aborto está dentro de las cuatro causas principales de mortalidad materna y esto se debe a los abortos clandestinos. Aun así, en el Distrito Federal, entidad donde desde hace 5 años se legalizó el aborto, éstos no se dispararon (como mucha gente creía que pasaría) y sí disminuyó considerablemente la mortalidad materna por esta práctica (solo un caso en 5 años, porque el médico no llevó a cabo el protocolo establecido). Un enorme porcentaje de mujeres que se acercaron a practicarse un aborto ya son madres y algunas hasta abuelas y no podrían hacerse cargo de otro hijo. En todos los demás estados donde el aborto es ilegal, la tasa de mortandad no ha disminuido. Lo que sí ha aumentado es el número de muertes maternas por aborto, relacionadas con violencia física de la pareja. La violencia contra las mujeres embarazadas aumentó del 5 al 9%, de 2010 a 1012.
Como podemos ver, toda la legislación que se ha llevado a cabo en nuestro país, respecto de estos temas, ha respondido a las necesidades reales de la población, con base en estadísticas y hechos científicos. No se puede legislar un país mediante la restricción religiosa, ya que aquí vivimos y convivimos todo tipo de personas, quienes pagamos impuestos, ejercemos la ciudadanía y profesamos diferentes creencias, filosóficas o religiosas. Si realmente nos importan los niños, veamos por los que tenemos en casa, en nuestras escuelas y comunidades y hagamos algo verdaderamente útil por aquellos que ya viven bajo algún tipo de abuso. Eso sí sería vivir acorde los principios de amor y compasión al prójimo que Jesús predicó.
Y si todos estos argumentos tan contundentes no les son válidos, entonces relean el Nuevo Testamento y dense cuenta de que Jesús defendió a una pecadora (María Magdalena) diciendo: “quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra” y la salvó de morir lapidada. ¡Ah! Y además de todo, la acogió entre sus amigos y discípulos.
Tolerancia, amor y compasión es lo que le hace falta en nuestra sociedad, no más discriminación ni acciones contra la diversidad que implica un país como el nuestro, que nos da cabida a todos, católicos o no.