El gabinete es la plataforma en la que se apoya todo Presidente para desplegar sus políticas. Y es evidente que la mayoría de los miembros del primer círculo presidencial peñista ha quedado a deber y ha dejado solo al mandatario.

El tiempo que pudo haber ganado Peña Nieto con el resultado relativamente favorable para el PRI en los comicios del pasado 7 de junio se acabó. Los cambios son ya impostergables. Debe hacerlos inmediatamente, a su vuelta de París.

Para realizarlos, sería conveniente seguir una ruta similar a la anunciada para construir el Presupuesto de Egresos 2016: base cero. Es decir, remover a todo el gabinete, como lo hizo el presidente Lázaro Cárdenas hace 80 años, y recontratar solamente a quienes puedan cumplir con los objetivos de la segunda mitad del gobierno.

Dicho sea de paso, el Presidente debe mostrar que tiene una estrategia para los siguientes tres años. Continuar con la mera implementación de las reformas, especialmente ante el clima político y económico adverso, resulta insuficiente.

Peña Nieto necesita un plan con una meta en 2018 y un equipo de colaboradores, con el cual llevarlo a cabo. Debe partir de un diagnóstico de lo que demanda la sociedad mexicana y unas acciones que lo acompañen.

El Presidente tendrá que decidir qué quiere para hacer frente a temas como la inseguridad, que quizá crezca en los meses por venir a causa de la fuga de El Chapo, pero también ante el estancamiento de la economía y el irresuelto conflicto magisterial.

Deberá dilucidar si desea incidir o no en su propia sucesión, cosa en la que han fracasado tres de los últimos cuatro presidentes.

En caso de que sí quiera hacerlo, tendrá que tomar en cuenta que uno de sus alfiles para la sucesión –el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong– se cayó del caballo con la fuga de El Chapo Guzmán y no contiende más.