Pocas cosas producen tanto horror y marcan de tal manera la vida de un adolescente como las matemáticas en la secundaria y la filosofía en la prepa.
l niño va sorteando la primaria entre tablas de multiplicar recitadas de arriba para abajo y de atrás para adelante, divisiones de casita, tantos por ciento, quebrados y esas cosas que supera como Dios le da a entender hasta que cae en la secundaria donde lo esperan unas cuentas que no se hacen con números sino con letras y cosas tan sorprendentes como que más por menos da menos, que menos por menos da más, que lo que está multiplicando, al cruzar la frontera ya está dividiendo, y lo que del otro lado sumaba ahora resta, y luego vienen las ecuaciones de primer grado con una incógnita y después con dos y más tarde las cuadráticas, ¡qué horror! Al terminar la tortura, por supuesto, corre a las ciencias sociales para escapar de los infiernos algebraicos sin sospechar lo que le espera.
En la puerta de la prepa está la filosofía esperando al primer incauto que ose cruzarla para llenar su vida de conceptos y términos complejos, y el adolescente descubre mágicas esdrújulas entre mayéuticas y diálogos platónicos y su lenguaje cambia porque las cosas son aristotélicas, kantianas, hegelianas o, a veces, ya de plano muy spinozas pero ahí la lleva, fatigando las noches de reflexiones y razonamientos enredados hasta que llega Marx y le dice que nel, que por ahí no va la onda, que no se trataba de interpretar al mundo sino de cambiarlo y va de nuevo todo. Y le es dada otra esdrújula que lo contamina todo: la dialéctica, no hay cosa en el mundo que no lo sea, a la que no se le endose, y la dialéctica comienza con el café inaugural de cada día y transcurre con él hasta llegar a la noche febril con la pareja.
La gente común, corriente o fina, tras superar tan fatigosa etapa va a refugiarse a las letras, la abogacía o la arquitectura pero algunos audaces siguen los caminos escabrosos de las matemáticas o la filosofía, esos humanos siempre nos parecen sospechosos, suponemos que un matemático es un ser que no tiene pareja, hijos, perico que le hable ni perrito que le ladre porque ¿quién va a aguantar a una persona que se la pasa haciendo cuentas y que, cuando quiere socializar y distraerse, se junta con otro de su calaña para sentarse frente a frente y permanecer inmóviles durante horas frente a un tablero de ajedrez?.
E imaginamos que un filósofo es un señor que no tiempo ni de rasurarse o una muchacha que casi ni se maquilla porque, ¿a qué hora van a hacerlo si se pasan el día piensa que piensa, reflexiona que reflexiona, analiza que analiza, concluye que concluye?.
Pero me han dicho que no, que los matemáticos y los filósofos son personas igualitas a nosotros; quienes los conocen de cerca refieren que a algunos les gusta el futbol, a otros el cine hollywoodense, que hay los van a ver funciones de teatro, los que visitan las galerías de arte, los que, incluso, bailan salsa y comen tacos al pastor y que no falta alguno al que le gusta el jazz.
En los años noventa, un filósofo parisino le propuso a sus cuates que se reunieran en un café para charlar sobre algún tema sin mayor pretensión que la de pasar un rato ameno, libre de formalismos, posturas e imposturas. A la primera reunión siguió una segunda más concurrida y la cosa fue creciendo como bola de nieve. El blog Es-filosofía lo narra así:
El Café Filosófico es una actividad originaria de Francia. En el año 1992, un profesor de Filosofía de la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad de París, Marc Sautet, relató en una entrevista en la radio que había comenzado a reunirse con amigos suyos en algunos bares para discutir, sin ningún tipo de barreras, acerca de temas de calado filosófico. Y aunque lo contó como algo meramente anecdótico, su sorpresa fue que en la siguiente reunión se les unió gente progresivamente. Semana tras semana, el número de asistentes creció y Marc se vio obligado a reglar las sesiones para no perder en esencia lo que se pretendía hacer allí. A partir de dichas experiencias, en Francia comenzó a haber un boom de Cafés Filosóficos hasta llegar a existir actualmente más de 300 Cafés Filosóficos diseminados por toda la geografía francesa.
Los filocafés (como también se les conoce) cruzaron las fronteras galas y se esparcieron por el mundo, hace unos años llegaron a México y, más recientemente, a Xalapa por iniciativa de un grupo de egresados de la Licenciatura en Filosofía de la Universidad Veracruzana al que después se unieron unas alumnas de la maestría y bajo la coordinación del Maestro Luis Antonio Romero han estado sesionando los viernes, alternadamente, en Xalapa y Coatepec. En el pueblo mágico se reúnen en el Café Moretto, ubicado en Jiménez del Campillo 45, y en la Atenas en el Café Verde Café que está en Arteaga 2, esquina con Xalapeño Ilustres.
Han disertado sobre la autoayuda, la violencia entre infantes, los derechos de los animales y mañana, viernes 19 de junio, el tema será Poder y violencia. La cita es a la cinco de la tarde en la sede Xalapa, las sesiones no tienen costo, solo hay que invertir en el consumo, cada quien sabe cuántos cafés resisten su organismo y su bolsillo.
La filósofa Vanessa González de la Serna me comentó:
No son foros académicos, más bien son charlas de café, empieza una plática amena y, con opiniones multidisciplinarias, se va llegando a la reflexión, al análisis y a las propuestas. Se trata de romper el hermetismo del foro académico, ahorita solo han ido alumnos de la facultad pero la idea es que vaya creciendo, que lleguen biólogos, contadores, teólogos, sociólogos para que se ponga muy interesante.
Estas cosas amedrentan, lo sé, pero venzamos los temores y acudamos para crecer juntos. No se preocupen, hasta el momento de esta publicación no he tenido noticia alguna de que los filósofos sean asiduos practicantes de la antropofagia.