Con la ratificación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) sobre la constitucionalidad de la reforma político-electoral promovida por el gobernador Javier Duarte de Ochoa para que el próximo periodo gubernamental sea de dos años se acaban los debates y quien busque ser candidato sabrá que su periodo será incluso menor al que tenían los anteriores alcaldes: solo dos años para generar los cambios que sean necesarios, fortalecer al partido que gane y preparar las condiciones para la grande de 2018, en que estará bajo escrutinio qué partido gobernará Veracruz de 2018 a 2024.

La decisión de los jurisconsultos fue unánime; todos estuvieron de acuerdo con el Ministro Fernando Franco en declarar infundada la acción de inconstitucionalidad presentada por el partido Movimiento Ciudadano, reconociendo la validez del Mandato Constitucional del Estado que dicta que, por única ocasión, el Gobernador de la entidad electo en 2016 durará en su encargo dos años, a efecto de celebrar elecciones concurrentes para el gobierno estatal y la Presidencia de la República en julio de 2018.

Con ello, quedan claras las reglas para una elección, el próximo año, por la que muchos quieren morirse en la raya y para la que ya se han soltado los demonios. Aunque hay versiones que, tras este revés al MC, el gobernador realice un ajuste y eleve a cinco el próximo periodo.

Las circunstancias, sin embargo, cambiaron con los comicios del domingo en que el PRI, en alianza con el PVEM, solo dejó ir cinco de las 21 diputaciones federales por mayoría que estaban en juego (2 ganadas por el PAN, dos por Morena y una por el PRD).

¿Qué demostraron los comicios intermedios celebrados el domingo 7 de junio? La preeminencia priista en toda la entidad, que ganó distritos que estaban prácticamente cantados para el PAN, como Tantoyuca, Córdoba y Orizaba, con una estrategia múltiple del PRI y el PVEM que permitió borrar del mapa a los panistas, liderados por Miguel Ángel Yunes Linares y su familia, a quienes les cayó la maldición de los berrinches.

Si bien muchos analistas observamos la derrota de Fidel Herrera Beltrán a manos de su acérrimo enemigo en los distritos de Veracruz y Boca del Río, a la luz de los resultados en el resto del estado deberemos incorporar una hipótesis arriesgada:

Fidel logró enviar a esos distritos a dos candidatas endebles, con mínimas posibilidades de triunfo: la diputada local con licencia Anilú Ingram Vallines en el distrito XII (Veracruz urbano) y la exalcaldesa porteña, el amor de sus amores, Carolina Gudiño Corro (famosa por su desastrosa gestión en el ayuntamiento de Veracruz y los actos impunes de corrupción y nepotismo) en el distrito IV (Boca del Río).

Pensar que Fidel Herrera cobijaba esperanzas en que estos dos bultos obtendrían el triunfo en distritos con alta presencia blanquiazul es tanto como considerar que los años le han quitado sagacidad, picardía e inteligencia política.

Como un general de mil batallas, Fidel puso señuelos en dos plazas; en ellas hizo reaccionar con peculiar enjundia al ejército blanquiazul, que se volcó con todas sus baterías a defender sus cabezas de playa, descuidando por completo un territorio estatal que habían prometido a un debilitado Gustavo Madero, dirigente nacional del PAN, quien ahora ve en todo el país la caída de un predominio opositor que le había valido ciertas medallas, para convertirse –junto con Carlos Navarrete, del PRD– en los grandes derrotados.

Con qué alboroto, con que devoción, con qué irracionalidad, Miguel Ángel Yunes Linares y el alcalde boqueño Miguel Ángel Yunes Márquez destinaron toda su artillería a este frente para contener el avance electoral de los rojiverdes, que amenazaban con poner en riesgo su feudo.

En esos dos distritos, pero particularmente en el de Boca del Río, gastaron sus recursos financieros, sus ánimos revanchistas, sus truculencias electorales, mientras el resto del estado era comido a placer por la alianza PRI-PVEM.

Este poderoso distractor puesto en juego por Fidel Herrera fue suficiente para que cayeran los regimientos azules en otros supuestos enclaves panistas: Tantoyuca y Martínez de la Torre, en el norte, y Córdoba-Orizaba en el centro.

Para lograrlo, Fidel se pavoneó e la zona conurbada porteña, se mostró como un desesperado general que sueña con lograr una victoria que, aunque pírrica, le permitiera recuperar ciertos blasones, puso en la defensa electoral en Boca a un férreo Reynaldo Escobar que pronto se retiró al confirmar sus propias predicciones; además, generó un ambiente de violencia con el lanzamiento de petardos a casas de panistas. En fin, le picó la cresta a los Yunes y estos se dejaron engatusar.

Los enclaves perdidos

En el distrito II, con cabecera en Tantoyuca, el candidato panista Víctor Marín del Ángel, apoyado por el diputado local Joaquín Rosendo Guzmán, Chapito, compadre de Miguel Ángel, perdió por pelos ante la candidata del PRI-PVEM, María del Carmen Pinete Vargas y, aunque el INE anunció que la votación será revisada voto por voto por anomalías, cortas diferencias entre el primero y segundo lugar de la votación y diferencia de los punteros con los votos nulos, lo cierto es que quien lleva la de ganar es la candidata priista.

En el distrito VII, en que la candidata panista Alba Leonila Méndez Herrera, exdiputada federal y exalcaldesa de Atzalan, recibió apoyo incluso del gobernador poblano Rafael Moreno Valle Rosas, el del Partido Verde en alianza con el PRI, Edgar Spinoso Carrera, le dio una barrida con un resultado de dos a uno, manteniendo la recuperación del distrito por el PRI lograda en 2012 con la tlapacoyense Verónica Carreón Cervantes, y refrendada por la victoria del candidato priista a la alcaldía Rolando Olivares Ahumada, quien fue factor importante para el triunfo de Spinoso.

Si la victoria del PRI en Tantoyuca fue sorpresiva, también lo fue la del candidato priista a la diputación federal por Córdoba, Marco Antonio Aguilar Yunes, quien inició con los peores augurios, sobre su joven oponente blanquiazul Juan Gerardo Perdomo Abella, cuya derrota significa un debilitamiento para otro aspirante panista a la candidatura por la gubernatura, Juan Bueno Torio.

Y en el distrito vecino, Orizaba, el priista Fidel Kuri Grajales, propietario del equipo Tiburones Rojos (quien fuera golpeado en agosto del año pasado en el DF por Fidel Herrera Borunda, hijo del Tío), también echó atrás los pronósticos al derrotar al panista Daniel Zairick, a quien no le valió tener a su hermano como diputado local.

Dos diputaciones, pues. Una cosecha vergonzosa para el PAN en Veracruz, para los Yunes azules y para el infumable dirigente estatal Pepe Mancha, quien hizo que su partido obtuviera 600 mil votos menos que en 2012.

Y luego dicen que perdió el Tío Fide.

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