Mi compadre Miguel Molina propuso hace muchos años en un artículo que hubiera un día dedicado a que las secretarias de los funcionarios públicos no dijeran ninguna mentira.

Se podría haber llamado así: Día sin Mentir para las Secretarias, y a partir del nombre se hubiera construido el acrónimo: Di-mensa.

La idea es que durante toda esa jornada dijeran la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad, tanto las secretarias de los poderosos secretarios, como las de los gananciosos subsecretarios, de los flamantes directores generales y hasta de los más discretos directores de área y los proclives jefes de departamento.

La utópica propuesta es muy atractiva, y hasta podría tener alguna consecuencia virtuosa, porque en una de ésas alguna secretaria o su jefe podrían darse cuenta de que en asuntos de la agenda diaria lo mejor es no mentir y hablar con la neta a los solicitantes de toda laya que llegan a las oficinas públicas con un pedido, una súplica, un ruego o una exigencia, y que las más de las veces salen enojados o desilusionados ante la falta de respuestas efectivas que se padece en esos lugares de dios, que muchas veces parecen más del demonio.

Se vale soñar, así que imagine la productiva lectora, vislumbre el denodado lector que llegan a una sala de espera cualquiera de las que hay en el reino impenetrable de la burocracia, y la secretaria, después de tomar nota amablemente de su asunto y hacer algunas discretas llamadas, le dice como respuesta:

—Mire, me dice mi jefe que le diga que él no está, aunque en realidad está platicando aquí en su privado con un compadre que lo vino a visitar de su tierra. Yo tendría que informarle a usted que el señor está en una reunión importante con el señor Gobernador, y por eso no lo puede recibir. También me dijo que le pidiera su teléfono y le comunicara que nosotros le llamaremos a la primera oportunidad, aunque eso nunca va a suceder, porque nunca hemos buscado a nadie que nos dejara su número.

Como muchos de los asuntos con el Gobierno son de cobranza, podríamos imaginar la respuesta de la secretaria ante la visita número mil en solicitud de información sobre el estado de alguna factura en trámite:

—Si no fuera hoy el Di-mensa, yo le hubiera dicho que había hablado con mi jefe y que él me había instruido que su asunto iba caminando, que lo tenía muy presente y estaba personalmente al cuidado de que pronto saliera su pago. También le hubiera pedido que me dejara una copia de sus documentos para darle seguimiento a su caso. Pero como hoy puedo decir la verdad, le confieso que aún no hemos empezado el trámite de su factura, y que si bien le va, empezará a ser tomada en cuenta en unos dos meses, durante los cuales yo le iré soltando toda la cadena de pretextos que hemos inventado para fortalecer su paciencia. Así que mejor regrese en tres meses, y ya le diré si le pensamos pagar algún día…

Ah, qué bonitos sueños.

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