A propósito de la discusión que hay en estos momentos sobre los alcances de la reglamentación en los contenidos de multiprogramación de televisión y radiodifusión, a través de las leyes secundarias de Telecomunicaciones, en que afortunadamente al fin se está abogando por la inclusión y difusión de contenidos culturales representativos, me surgen varias preguntas y reflexiones.
Lo primero que quiero comentar es sobre el tópico eterno de por qué la televisión y la radio comerciales ofrecen programas y espacios de temática y calidad tan pobres y a lo que sus representantes usualmente responden: porque el público lo pide y es lo que deja dinero.
Una discusión más a fondo nos llevaría a preguntarnos qué tan cierta es esta afirmación. Porque a quienes nos ha dado por averiguar qué se produce de cultura “alternativa” y tradicional en nuestro país, así como de lo que implicamos más allá del mariachi, las posadas, las telenovelas y el dos de noviembre, nos encontraremos con que los medios de comunicación más comerciales han cortado y coartado la mayor parte de nuestra riqueza cultural. En la realidad, los mexicanos nos conformamos de tradiciones, lenguas, géneros musicales, gastronomía, idiosincrasia, aspiraciones y realidades mucho más vastas que el simplismo y la caricaturización que realizan dichos medios de nuestra identidad y realidad.
Quienes se han encargado de “educar” y moldear en los últimos 40 años las inclinaciones culturales de las masas han sido las televisoras como Televisa y, más tarde, TV Azteca, así como la radio comercial. Muchos me podrán decir que si no me gusta, simplemente ya no vea tele ni escuche la radio comercial (algo que he procurado desde hace más de diez años); sin embargo, me parece irresponsable la manera en que no solo han excluido e ignorado toda la diversidad de nuestra cultura tradicional y actual, sino los estereotipos que han creado sobre las personas de escasos recursos, las de posición acomodada, de las personas de zonas rurales y de las mujeres y hombres, y cómo hacer que niñas y niños actúen o se comporten como adultos (mediante sketches de doble sentido, ropa o bailes sensuales).
Ya ni qué decir del manejo que hacen de la información y las noticias, o en asuntos electorales. Manipulación pura que, lejos de representar a la libertad de expresión, más bien han contribuido a la censura y al empobrecimiento intelectual, social, cultural, identitario y me atrevo a decir que hasta económico de este país.
Todo lo que quiero decir no tiene nada que ver ni con ir en contra del libre mercado ni contra la libertad de expresión. Tiene que ver con ética y con el compromiso social que tienen los medios de comunicación masiva. Y lo digo también porque han resultado el medio más eficaz para la manipulación y la propaganda, según sus propios intereses y no precisamente los de su público.
Pondré un ejemplo: Tengo un amigo músico a quien admiro y respeto muchísimo, que se llama Eloy Zúñiga, quien es integrante del grupo La Manta y del Trío Tlacuatzin. Mi mayor admiración hacia él y su familia no es la musical o la artística (¡y vaya que lo admiro!), sino la enorme visión que tuvieron cuando decidieron canalizar una serie de eventos terribles, a nivel familiar y local, y crear una iniciativa maravillosa: recuperar la tradición del son huasteco.
Siendo originario de Tanquián, San Luis Potosí, les tocó ser testigos de cómo la delincuencia y la narcocultura fueron permeando en su pueblo y su región, de cómo los estereotipos creados por factores ajenos a su realidad les fueron dejando en un limbo de identidad, de valor y de desconexión social.
Así, organizaron la primera Fiesta del Son Huasteco, con apoyo del FONCA estatal y del PACMYC. Este primer festival estuvo dedicado a la paz y consiguió ser un punto de cohesión y orgullo regionales. De este proyecto nació también IYALAB (semillero en tének) para enseñar la tradición del son huasteco a niños y jóvenes que quisieran aprenderlo.
Por fin, un nicho para la creatividad, la alegría, el orgullo y la recuperación de las raíces y una opción sana y constructiva para aquellos chicos que crecían aspirando al mensaje de las bandas y los narcocorridos. Así, a pesar de todo, estas iniciativas van teniendo un impacto social y cultural importante, al menos en la región. La razón es simple: la cultura -la verdadera- salva vidas y cambia la perspectiva de vida.
La solución jamás pudo salir del top ten de la semana, ni de Laura Bozzo, ni de López Dóriga, ni de La Academia, ni de los medios de comunicación masiva, que insisten en el mismo discurso moral y social de los años 50 (solo que ahora le agregan sexo, drogas y rockanroll). La solución viene, como en el caso de Eloy y su pueblo, de la misma sociedad, de recordar quiénes somos en realidad, o al menos evitar que se nos olvide.
No solo somos Pedro Infante o Cantinflas, ni los empleados de la hacienda de La Gaviota, ni la muchacha de quien el patrón se va a enamorar y la sacará de pobre (no sin antes pasar por el mismo refrito de hace 30 años), ni la súper estrella que resolverá su vida en uno o tres meses que dura un reality show.
Yo creo que estos fabricantes de espejitos tienen una deuda social muy grande con nuestro país. La tienen las televisoras y la tienen las radiodifusoras, que ensalzan la figura del narco-macho borracho y mujeriego (que va totalmente en contra de las políticas con perspectiva de género), que con sonsonetes monótonos y repetitivos (además de desafinados) denigran a la mujer e invitan a verla y usarla (y ésta a ofrecerse) como objeto de satisfacción sexual… ¡Ah, y cuanto antes, mejor! No soy puritana, de verdad que no, pero sí creo que hay que ser responsables y consecuentes con lo que hacemos, ofrecemos, decimos y vendemos, con lo que elegimos priorizar. Las masas piden eso porque durante 40 años no se les ha ofrecido algo mejor.
No se trata de idealizar todos los aspectos de nuestra cultura, ni de quitar espacios de mero y sano esparcimiento. Nadie puede negar los aspectos destructivos que son reales, pero de eso a ensalzarlos y exponerlos como valores a aspirar y no ofrecer toda la gama y riqueza que también nos conforma, es muy diferente.
No pretendo que la televisión y radio comerciales se vuelvan “culturales”, solo pido que dejen de contribuir con la descomposición social y ridiculización del mexicano. Pido que se pongan como reto superar sus propuestas, no subestimar más a su audiencia y abrir espacios más inclusivos.
Pido ética e inteligencia. Espacios donde no sean siempre los mismos cantantes, actores y tramas de hace treinta años, con salpicaduras de actualidad. La gente, a fin de cuentas, consumirá lo que venga de la pantalla, eso lo sabemos de sobra. Hay una enorme corresponsabilidad en los contenidos y en la descarada ventaja que representan los artistas respaldados por estos medios, sobre otras propuestas, y que supera a la libre competencia y el sistema económico del que formamos parte.
La cultura y el entretenimiento son muy vastos y hacen falta espacios inclusivos que representen la mexicanidad volteando a ver la tradición y también la multiculturalidad y transculturización que vivimos ahora.
Porque los sistemas educativos y de entretenimiento que realmente se preocupan por un actuar ético e inteligente, fomentan sociedades más preparadas para enfrentar la adversidad y para generar una conciencia ciudadana de participación y colectividad. Una sociedad inteligente no se daña a sí misma, a pesar de saber entretenerse y desconectarse de los problemas cotidianos.
Espero que todas estas leyes secundarias a la reforma en telecomunicaciones que están por aprobarse y aplicarse, logren tener un impacto positivo a la calidad y misión de los medios comerciales, así como facultar a la Ifetel para supervisar y actuar sobre comportamientos poco éticos de estos medios.
Y espero que nosotros, como ciudadanos, pongamos más atención en los contenidos y volteemos a ver a otras propuestas culturales que tienen mucho más que ver con nosotros, que Laura Bozzo, Wissin&Yandel, Lucero o el Commander. ¡Busca a tus bandas, documentalistas, cineastas o clubes musicales alternativos de tu ciudad, y sorpréndete!