Uno de los gobernadores priistas que mejor provecho personal le supo sacar a la alternancia en la Presidencia de la República fue el veracruzano Fidel Herrera Beltrán, quien de diciembre de 2004 a noviembre de 2006 coincidió en su mandato con el primer presidente de extracción panista, Vicente Fox Quezada
Político afortunado, a Herrera Beltrán también le favorecieron ampliamente las circunstancias, pues en su periodo los precios internacionales del petróleo mexicano anduvieron por las nubes, por lo que le tocó recibir cientos de millones de pesos del fondo federal de hidrocarburos, cuyo manejo se dio con gran opacidad.
Gobernó tan cómodo con un Presidente de otro partido que en la sucesión presidencial de 2006 no maniobró electoralmente como durante décadas había demostrado que lo sabe hacer, por lo que el candidato del PRI, Roberto Madrazo Pintado, su “amigo” desde la incursión de ambos en las juventudes priistas, quedó relegado hasta el tercer lugar en la votación. En esa ocasión, Herrera parece haber apostado a dos cartas: a Andrés Manuel López Obrador, de la alianza PRD-PT-Movimiento Ciudadano, quien inicialmente encabezaba las encuestas con un amplio margen de 20 puntos en las preferencias electorales, y a Felipe Calderón Hinojosa, del PAN, que en la recta final, con el apoyo de la ex lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo, y la injerencia del propio presidente Fox, ganó apretadamente la elección por medio punto porcentual al ex Jefe de Gobierno capitalino.
Con Calderón no le fue tan bien a Fidel Herrera como le había ido con Fox, pero logró concluir y cerrar sin turbulencia su gobierno, pues pese al manifiesto repudio del Ejecutivo federal y de algunos de sus colaboradores como Miguel Ángel Yunes Linares, ex director del ISSSTE y ex candidato del PAN a gobernador de Veracruz, el priista cuenqueño logró imponer a un leal sucesor en la gubernatura y se libró del ajuste de cuentas, dejando gravemente endeudado al estado, pues a unas cuantas semanas de entregar el poder solicitó y obtuvo un crédito por 10 mil millones de pesos dizque para reconstruir viviendas, carreteras, puentes y escuelas en las regiones devastadas por el huracán “Karl”, que a mediados de septiembre de 2010 afectó en total a 117 de los 212 municipios de la entidad, según la declaratoria de emergencia hecha por la Secretaría de Gobernación.
Por su innegable afinidad política con Herrera Beltrán, el gobernador Javier Duarte resintió las fobias del presidente Calderón, quien a regañadientes se vio obligado a apoyar al joven mandatario veracruzano sobre todo en materia de seguridad, pues con gran habilidad Duarte de Ochoa tejió alianzas con los jefes castrenses, principalmente con un viejo amigo de su familia: el almirante porteño Mariano Francisco Saynez, titular de la Marina Armada de México, con el cual echó a andar el 4 de octubre de 2011 el operativo “Veracruz Seguro” luego de que dos semanas atrás un grupo del crimen organizado había arrojado 35 cadáveres en el bulevar de la zona hotelera y comercial de Boca del Río.
Por eso, en la sucesión de 2012, contrario a lo que más convenía a la mayoría de los gobernadores del PRI –los cuales, al ser derrocada en el 2000 la presidencia imperial priista comenzaron a ejercer el poder en sus entidades como auténticos virreyes en los dos sexenios presidenciales del PAN–, Duarte fue el primer mandatario estatal en pronunciarse abiertamente por la precandidatura de Peña Nieto, lo que le valió un reproche de Calderón.
Y en las elecciones federales de hace tres años el gobernador de Veracruz se metió con todo, tan es así que todavía hace poco el nuevo Instituto Nacional Electoral, por resolución del Tribunal Federal Electoral, ordenó al Congreso local aplicar una sanción económica al Jefe del Ejecutivo del estado por haber asistido en 2012 a una comida con Peña durante una gira proselitista por la entidad, pese a que Duarte había solicitado por escrito un permiso sin goce de sueldo para ausentarse ese día de su despacho.
Peña también perdió la elección en Veracruz, pero a diferencia de Madrazo en 2006 el mexiquense logró la segunda mayor votación en el estado, siendo rebasado sólo por alrededor de mil votos por Josefina Vázquez Mota, del PAN. El PRI, en cambio, recuperó las dos senadurías de mayoría relativa que había perdido seis años atrás, y ganó 15 de las 21 diputaciones federales, cuando en esa otra elección únicamente triunfó en seis distritos electorales.
Sin embargo, la percepción que los peñistas tienen ahora de Duarte es otra pese a su recurrente apoyo retórico en las giras y eventos de Peña Nieto por Veracruz. Así, al menos, lo acaba de apuntar el senador priista Pepe Yunes Zorrilla, quien este martes declaró al programa “Polaca a la veracruzana” que a los gobernadores de todos los partidos, pero principalmente a los del PRI, les conviene tener “un Presidente débil” porque les permite “negociar mejor”. Yunes Zorrilla criticó la falta de solidaridad de los gobernantes del partido tricolor, pues dijo que “la sociedad tomó en este momento como ‘villano favorito’ y responsable de todo al Presidente de la República y eso le significa una comodidad escandalosa a los gobernadores, pues ya el malo está allá (en Los Pinos). Todo lo que no funciona está allá”, remarcó. Y consideró “una deslealtad de los gobernadores no reconocer cuáles son las fallas de ellos” y dejar comodinamente que todo se lo endosen al Presidente.
Pero Duarte de seguro buscará reivindicarse con Peña aportándole en la elección de junio próximo una buena cantidad de diputados federales para apoyar sus reformas e iniciativas en la siguiente Legislatura al Congreso de la Unión. ¿Podrá? Ya lo veremos.