Ante la inminencia de la renovación en la Cámara de Diputados del Congreso federal, el priismo veracruzano se apresta a hacer lo que mejor sabe: cerrar filas en torno a su líder, el “primer priista de Veracruz”, para enfrentar a las fuerzas crecientes de la oposición de ¿derecha? y de ¿izquierda?, que pretenden volver por sus fueros y conseguir triunfos en distritos en los que ya alguna vez consiguieron tener diputados.
Y cerrar filas también para convencer del modo que sea (incluso un “haiga sido como haiga sido”) al suficiente número de electores que les darían los votos necesarios para alcanzar victorias –inobjetables o apretadas, pero victorias al fin- en los por lo menos 16 distritos que necesitan para entregar buenas cuentas al “primer priista de México”, que no es otro que el propio presidente Peña Nieto.
Después de los jaloneos en el proceso de designación de los precandidatos y alguno que otro escarceo en el que perdieron a algunos militantes, su “haber” quedó mejor que el “debe”.
En verdad que los panistas, por ejemplo, tuvieron mayores pérdidas en ese sentido, porque varios conspicuos aspirantes azules de plano decidieron no entrarle al proceso de selección, y hasta algunos y algunas terminaron pasándose a las filas tricolores, como Rocío Guzmán de Paz, que de eterna aspirante de Acción Nacional prefirió convertirse en suplente de la candidata del PRI por Pánuco, y así estrenar partido e ilusiones.
Como casi siempre sucede, después de gritos, jaloneos, amagos y señalamientos de grueso calibre, las aguas retoman su rumbo en el priismo veracruzano, de tal manera que los grupos y grupúsculos se están volviendo a alinear en los del interés mayor de todos, que es conservar el poder dentro de su partido y la mayoría en el Congreso de la Unión.
Muestra fehaciente de esta disciplina partidista será la reunión incluyente de hoy en la comida que ofrece el gobernador Javier Duarte de Ochoa en Tlacotalpan -en el marco de la Feria de la Candelaria-, a la que acudirán como un solo hombre muchos conspicuos militantes, a la que asistirán cientos de representantes de las fuerzas vivas, en la que estarán líderes reales y virtuales… la clase política veracruzana, pues.
Es un “tour de force” (si me aceptan el galicismo) de ésos que acostumbra el priismo en vísperas de campañas y de elecciones, pero también una reiterada demostración de la sacrosanta “institucionalidad” de que hacen gala tanto los priistas históricos como los más noveles militantes de esa organización política, tan peculiar en sus rituales.
Ya estamos en precampañas y en dos meses más estaremos en campañas. Por toda la geografía estatal veremos a los candidatos de todos los partidos haciendo su oferta, ofreciendo sus promesas, prometiendo hasta lo que no.
A tiempo, el rebaño tricolor vuelve a agruparse en torno a quien es cabeza natural y visible. Así lo han hecho casi siempre en Veracruz, y así lo harán otra vez…
…para preocupación de sus opositores.
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