Basta ver sus exóticos tocados y su vestimenta estrafalaria para saber que la cantante portuguesa María João es una mujer desparpajada. Como no conozco la vergüenza, cuando estoy en el escenario hago de todo y alguna cosa más -declaró alguna vez.
La única hija del matrimonio formado por un piloto portugués y una mujer mozambiqueña que trabajaba en la empresa petrolera Shell, nació en Lisboa el 27 de Julio de 1956. Desde la infancia mostró un temperamento indómito que provocó su expulsión de cinco colegios; en busca de alternativas para desahogar sus ímpetus, su madre la inscribió en una escuela de artes marciales. Eso marcó su primer rumbo, con el tiempo obtuvo la cinta negra en la disciplina de aikido y se convirtió en instructora de natación. Estuvo muy lejos de la música durante los primeros veinte años de su vida hasta que un día, mientras tomaba un curso de socorrismo, una de sus compañeras comenzó a cantar una pieza de Joan Baez; la siguió e hizo el hallazgo más importante de su vida: tenía voz.
A los 26 años, uno de sus impulsos la condujo a donde hoy se encuentra. Aceptó el reto de un amigo y se inscribió en las audiciones de la Escuela de Jazz del Hot Club. Como no sabía nada de técnica musical simplemente interpretó, como Dios le dio a entender, Night and Day, de Cole Porter. Al parecer Dios le dio a entender muy bien porque su improvisación impactó tanto al jurado que fue aceptada y se integró a la big band de la escuela. Ahí comenzó una carrera meteórica; unos meses después formó su propio grupo y un año más tarde, en 1983, el Quinteto Maria João consiguió un contrato con la televisión portuguesa. El primer salto hacia las alturas fue una invitación para participar en la edición de 1984 del International Jazz Festival of Cascais, presentación que le permitió recorrer Alemania del Este. Ese mismo año escaló el segundo peldaño, su quinteto obtuvo el primer lugar en la competencia de mejor grupo del International Jazz Festival of San Sebastián. El premio le abrió las puertas de Europa, se presentó en España, Portugal, Dinamarca, Holanda, Australia, Alemania y Suiza.
En esa primera época su repertorio se constituía básicamente de standars de jazz pero conoció a la pianista japonesa Aki Takase y con ella se fue introduciendo en los terrenos de la música experimental. En 1989 formaron una mancuerna que se completaba con Nils-Henning Örsted Pedersen o Miroslav Vitous en el contrabajo para participar en diversos festivales europeos. La presentación en el Jazz OST-WEST Festival de Nürnberg de 1990 fue grabada y publicada con el nombre de Alice; Nils-Henning fue el bajista en esa ocasión.
Después ha tenido muchas otras colaboraciones, ha participado con David Friedman, Charlie Mariano, Lauren Newton, Dino Saluzzi, Manu Katché, Ralph Towner, Joe Zawinul, Bobby McFerrin y muchas personalidades más pero su complicidad más importante y fructífera ha sido con su compatriota, el pianista Mário Laginha con quien durante más de veinte años ha recorrido el mundo y grabado muchos discos, Iridescente es el más reciente, data de 2012.
-Yo pienso que la música que hacemos con Mário (Laginha) tiene como dos pies: el izquierdo sería el jazz del que tomamos la libertad de improvisar, la capacidad de recorridos múltiples, la belleza armónica y melódica y la libertad de inventar, y el otro pie es la música pop, la brasileña y africana, -reflexiona la cantante.
La plasticidad de su voz y su capacidad de utilizarla como materia para construir esculturas que después derrumba para fabricar vasijas que después destruye para volver al barro original, hacen de María Joao una cantante irrepetible.
–Tengo una voz muy versátil y estoy guiada por la curiosidad y la necesidad de inventar. Adoro intentar cosas nuevas y correr riesgos, siempre quise buscar todas las posibilidades que como intérprete me da el instrumento con el que trabajo que es mi voz.
A los casi 60 años, María João sigue siendo la oveja negra que fue expulsada de cinco colegios, la adolescente impulsiva que se enamoró de los deportes, la jovencita desparpajada que se inscribió en una audición de canto sin saber cantar.
-La frase que más he dicho en la vida es «perdonen el retraso». Mi madre también era así. En la Shell, como era una excelente profesional, tenía un horario solo para ella. Debe de ser una cosa africana.