Las batajazz en el desierto
Después de estar tocando un tiempo con Ramiro dije bueno, si ya estoy en esto, en lo que sale otra cosa voy a buscar chamba de músico. Empezamos a tocar en un café que se llamaba Mastrix que estaba por Úrsulo Galván, íbamos al cover, me acuerdo que en las primeras tocadas ganábamos como cinco pesos o algo así. Luego tocamos en otro lugar que se llamaba Xonequi, que estaba por Los Berros, también era de cover y ganábamos súper poquito pero un día ganamos $50.00 cada quien y nos fuimos a gastarlo al Ladys que era un table dance de tercera, cuarta , quinta o no sé qué categoría; tenía paredes de triplay y techo de lámina de asbesto pero dijimos:
-Este es el primer salario medianamente respetable para nosotros, vamos a darlo en libación a Baco para que nos retribuya con más trabajo, vámonos al Ladies.
Justo después de eso, a la siguiente semana, salió otro jale con una paga mucho más decorosa.
Empezamos a tocar más seguido y de repente ya estábamos tocando de martes a domingo; así estuvimos como seis meses y cuando llegó el Primer Festival Internacional JazzUV, Ramiro me dijo que nos habían invitado a tocar; tocamos y estuvo muy bien, salió bonita la tocada.
Coincidió que en ese mismo tiempo llegó a Xalapa Carlos Zambrano, el bajista, tampoco tenía chamba; se nos unió y empezamos a tocar a trío en La Central. A partir del festival no dejamos de tocar. Como un año o un año y medio tocamos casi toda la semana, de martes a domingo y a veces más, pero eran chingas porque, como no nos pagaban tanto, para hacer rendir el dinero cargábamos todas las cosas porque no teníamos coche.
En ese momento yo no tenía un amplifi decoroso ni Ramiro tenía un micro chido ni nada, entonces cargábamos con una consola que él tenía que pesaba como 15 kilos y dos bocinas JBL que pesaban como otros 10 kilos y aparte los instrumentos y todo lo demás; yo me colgaba la guitarra en el hombro, agarraba las dos bocinas y Ramiro cargaba su sax, la consola de 15 kilos, los atriles, el micro y los cables. Yo vivía en
ese momento en Lucio y nos íbamos caminando al centro, casi todas las tocadas estaban ahí. Tocábamos primero en el café Calli, de siete a nueve de la noche, a las nueve nos íbamos a La Chiva y ahí tocábamos como de 10:00 a 11:30 o 12:00, eso era los miércoles, los jueves bajábamos al Au Petit Café y de ahí nos íbamos a un lugar que se llamaba La Viuda, que estaba en la prolongación de 20 noviembre, hasta arriba pero por tacaños no pagábamos ningún taxi, todo nos lo aventábamos caminando entonces llegábamos a tocar con las manos todas tiesas; ahí descubrí que eso de que los músicos no tienen que hacer ejercicio son puras jaladas, sí se puede. Hubo algunas veces en las que yo iba cargando y de repente me resbalaba con una de esas florecitas naranjas que hay en el parque Juárez y me daba unos madrazos, una vez me caí, se me rompió el pantalón, me raspé y llegué al Au Petit todo mugroso, sangrando de la rodilla y así tocamos. No, no, cada historia que nos pasó.
Los chiquillos y las chiquijazz
Así seguí y cuando me di cuenta ya llevaba año y medio tocando con Ramiro, también me había juntado con el Chane (saxofonista), entonces tocaba en dos grupos: en el trío con Ramiro y Carlitos y a dueto con el Chane.
Había un grupo que se llamaba LP que fue todo un hito porque eran puros chamacos de 14 o 15 años que jalaban puro chamaco de 14 o 15 años pero eran muchos, jalaba como a 50 o 60 personas. En el primer LP estaban Juan Carlos Zardaneta en el bajo, el Chane en el sax, un guitarrista que se llama Javier pero que le decían el Chespi, Hiram Marcor en la batería y otro chavo que no me acuerdo qué tocaba, creo que es hermano de el Chespi. Después entré yo en el bajo y el Chespi siguió en la guitarra; después entró Carlitos (Zambrano) en el bajo y yo me pasé a la guitarra. En fin, hubo cambios todo el tiempo.
Se deshizo el trío con Ramiro y Carlitos porque Carlitos agarró otros jales con grupos de salsa que es donde está su mero mole.
Voy a La Lola/ a ganarme unos dos pesos/ para la renta/ el teléfono y la luz
Después el LP se transformó casi totalmente; hicimos una versión con Mariana Flores Zeleny en el bajo, Hiram en la batería, Ramiro y el Chane en los saxofones, y yo en la guitarra. Con esa formación tocamos La Lola y en varios lugares, estuvo muy movida esa época, también tocábamos como cuatro o cinco veces a la semana en distintos lados. Agarrábamos jales que nos duraban años, en La Lola tocamos todos los viernes, sin falta, como cuatro años seguidos y dejamos de tocar por una cosa muy rara; los del municipio prohibieron que hubiera música, mientras arreglaban eso tocábamos en otros lados pero ya nunca nos llamaron, cuando nos enteramos ya estaban tocando otros grupos y un día, platicando con doña Lola, me dijo:
-Ah, me dijeron que ustedes ya ni vivían aquí, que vivían en otras ciudades, por eso ya no lo llamé
Sabiendo que tiene cuatro…
Formamos otro trío que se llama Los Tres Pies del gato, primero éramos El Chane en el sax, yo en la guitarra y un contrabajista que se llama David Barrera, después entró Carlitos (Zambrano) en su lugar y se nos unió Adolfo (Álvarez) en la batería. Con este grupo tocamos en La Caña un ratotote, desde como los cuatro meses de que la abrieron, hasta hace como un año.
Para ese entonces yo ya me sabía las notas, ya me sabía la armonía. Cuando me preguntan si tuve un maestro de guitarra les digo no, no tuve un maestro de guitarra ni nada por el estilo, tomé alguna clase con Humberto León, alguna clase con Alci Rebolledo pero no fue muy seguido. Creo que si algo le aprendí a Humberto fue la técnica de los dedos, yo tengo una técnica distinta pero está basada en la suya. Creo que en el fondo el que sí fue mi maestro de música fue Ramiro porque me ponía unas chingas:
-No, ese, así no, lo estás haciendo mal
Y me miraba feo cuando me equivocaba, ese fue mi maestro.
Dos ámbitos, dos voces
En fin, que aprendí a leer (música) y a tocar pero seguía escribiendo y en 2008, cuando Ramiro y yo tocábamos de martes a domingo, para mí todos los días eran sábado, todos los días terminábamos de tocar a la una o dos de la mañana y nos íbamos a tomar las chelas, terminábamos a las seis de la mañana y cosas así, terribles. Un día me desperté y dije si sigo así, no voy a durar mucho -porque ya no sabía ni qué día era ni nada- tengo que encontrar algo que me permita tener noción de qué cosa es entre semana y qué cosa es fin de semana; entonces decidí regresar a letras.
Entré letras pero muy light, con dos o tres materias nada más justamente porque dije no quiero terminar una carrera, voy a dedicarme a escribir y a tocar pero no quiero terminar nada, pero en algún momento de la vida uno crece y se deja de elucubraciones, entonces me dí cuenta que la literatura sí era lo mío. Terminé la carrera bien y de repente me vi más involucrado en cosas de literatura, sí, la música ahí seguía pero en un ámbito más modesto, a lo mejor logré un cruce, no solamente de actividades, sino también de cosmovisiones entre una cosa y otra pero mi proyección profesional más fuerte estaba en la literatura aunque, curiosamente, de 2010 a 2012, participé en muchos más festivales como músico que como escritor, pero de 2012 para acá me la he pasado más bien como escritor. Y así ha sido todo, como bastante oblicuo el tema de la música y la literatura.
Gente docente
Y de repente un día apareció JazzUV, ahí doy clases de Metodología de la Investigación, Desarrollo y Gestión de Proyectos de Investigación, Apreciación del Jazz, Historia del Jazz, esas materias.
Uno de los grandes retos que enfrenté cuando entré a dar clases a JazzUV es que mis materias son de escribir y leer y cuando le presenté el programa a los chavos hubo gente que me dijo:
-¿Sabes qué?, yo soy músico, yo vengo aquí a tocar, no vengo a leer ni a escribir
-Pues sí, no vas a escribir ni a leer, vas a tocar pero, ¿sabes qué?, este país ha demostrado que es absolutamente incapaz de entender el valor de la cultura, es decir, incapaz de entender el valor de las cosas que tú vas a hacer como profesional. No lo va entender jamás y la única forma de sobrevivir a eso es explicándoles para qué sirve lo que haces.
Cuando les pregunto a los alumnos por qué es importante para ellos estudiar aquí me pueden responder sin ningún problema, pero cuando les pregunté:
-¿Por qué es importante para los otros que ustedes estudien jazz?, porque tiene que ser importante para los otros, si no lo fuera, no existiría una escuela financiada con fondos públicos orientada a que ustedes estudien, entonces, ¿por qué creen que es importante para su vecino de enfrente que ustedes toquen jazz? -no supieron contentarme, entonces les dije: pues justamente para eso son estas materias, porque tienen que aprender a explicarle a la gente el valor de las cosas que hacen. Tal vez no van a tener contacto con Peña Nieto pero los diputados están igual, los regidores están igual, toda la gente que está en el poder está exactamente igual; si ellos no han leído tres libros en su vida, ¿creen que van a poder distinguir el valor que tiene su ejecución del trombón, su ejecución de la trompeta, su ejecución del saxofón o lo que sea respecto a la ejecución de Juan Pérez que toca en la banda no sé qué de duranguense?, no, para ellos es exactamente igual y entonces, para bajar fondos de financiamiento para un festival, para un disco, para lo que sea, le van a dar prioridad a lo que tenga más notoriedad y las posibilidades que tienen de ganar frente a eso son nulas.
Somos como un caballo sin memoria…/que no se acuerda ya/ de la última valla que ha saltado
Otro tema de conversación con mis alumnos, sobre todo en la parte de investigación, es el de la importancia de la historia. Muchas veces los músicos sienten que nada más tienen que tocar y no es así, pueden hacer lo que quieran y entre otras cosas que pueden hacer está la de reconstruir una historia que ha estado en manos de una élite muy específica, primero se puede delimitar geográficamente en Estados Unidos, pero después también en cotos de poder de ciertos personajes que tienen relación con editoriales fuertes; ellos van a narrar la historia como creen que es y la editorial la va a publicar como la historia verdadera y, si no hay una historia que contrapese con eso, no sirve de nada. No tiene forzosamente que ser una historia universal como la
Historia de todas las cosas de Marco Tulio (Aguilera Garramuño), puede ser una historia desde su propia perspectiva, desde su vida individual, que pueda contrarrestar de alguna manera ese tipo de posiciones hegemónicas de absolutismo histórico. Desde las materias que me toca dar he estado tratando de impulsar esto de la reconstrucción de una historia personal porque, si piensas en la historia del jazz en México, tienes como referencia los libros de Alain Derbez o los libros de Luc Delannoy que tiene unos breves comentarios, no muchos, también están las entrevistas que tú estás haciendo que tienen un panorama más amplio de lo que pasa aquí, en este foco regional, pero de repente dices a ver, ¿no existe una historia del jazz en Chihuahua?, ¿no hay jazzistas en Sonora, en Campeche?, ¿de veras no hay? Xalapa es una región muy fuerte en términos de producción de músicos y de música, pero eso no quiere decir que las demás regiones no lo tengan, pero como no se sabe nada de eso, tal pareciera que a excepción del D.F., Xalapa, a lo mejor de Guadalajara, no hay otro lugar en México donde se haga jazz y entonces cualquier jazzista, dentro de cinco generaciones, puede llegar a San Luis Potosí o a Zacatecas, formar su festival o su escuela de jazz y decir que él es el evangelizador de los músicos de allá, y si no hay un referente que diga que ya hubo jazz antes de él, le van a creer esa mentira.
(CONTINUARÁ)
PRIMERA PARTE TERCERA PARTE