Se llama Mario Andrade Cervantes. Lo conocí alguna vez personalmente, aunque por fortuna nunca tuve un trato cercano con él -¡líbreme dios!-. Por no sé qué azares del destino llegó a ser Rector de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) aunque muchos catedráticos de ese claustro no estuvieron de acuerdo en su momento. Y vaya que tenían razón en no estarlo, a la luz de su más reciente declaración, que lo hará pasar a la historia… pero como un nefasto misógino.
Durante los festejos de las fiestas patrias, en muchos pueblos y ciudades de México y algunas del extranjero llenas de connacionales (como Los Ángeles o Chicago en EEUU), hubo innumerables reventones, jolgorios y similares al calor de nuestro nacionalismo. Por lo general son fiestas en las que corre el tequila y los celebrantes de ponen unas borracheras de órdago para conmemorar a los héroes que nos dieron patria y libertad.
Bueno, pues en Aguascalientes -donde en verdad que les gusta el trago- no fue menos notable el fervor nacional, aunque hubo una fiesta que terminó en tragedia, pues no es otra cosa la que sufrió una estudiante de la carrera de Relaciones Internacionales de la UAA, que fue engañada, drogada y violada tumultuariamente por varios compañeros suyos y al parecer hasta por algunos profesores.
La muchacha sacó valor de entre su desgracia y puso una demanda ante la Procuraduría de Justicia de Aguascalientes, y ante la Defensoría de Derechos Universitarios, que preside el maestro José Acevedo Acosta, ése sí amigo mío, hombre recto y justo, quien seguramente llevará hasta sus últimas consecuencias la investigación que realiza para la institución educativa, en busca de encontrar justicia para la alumna mancillada tan vilmente.
Pero además, esa pobre muchacha ahora ha recibido una nueva afrenta, que viene ni más ni menos que de la máxima autoridad de su casa de estudios.
Aunque no lo crean la indignada lectora y el aspaventoso lector, el rectorcito aquel puso en duda la versión de la estudiante y sugirió, oigan bien, que ella “pudo haber provocado o incitado a que los jóvenes hayan cometido estos actos reprobables en contra de ella”.
Sigo con la cita de esta ignominia:
“Nosotros no sabemos si nuestra alumna fue quien tuvo la culpa u otras personas. Entonces, no debemos de conducirnos hacia que nuestros alumnos son los culpables”.
¿Cómo es posible que un orangután como ése -y que me perdonen esos primates por la comparación- dirija una institución de educación superior que presume de ser el faro de la ciencia y la ética para los aguascalentenses?
Esa idea de que la mujer es culpable ante un delito tan execrable con el horrendo argumento de que ella provocó a sus abusadores con su vestimenta o su conducta, es propia del más absurdo y abominable machismo.
Rector Andrade Cervantes, mejor renuncie a ese digno puesto que usted no merece, y váyase a tomar algunos cursos de decencia, a ver si le aprovechan.
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