Arodi Martínez, actual saxofonista de Orbis Tertius, nos narra su historia
Chavo banda
Yo me llamo Arodi Martínez Serrano nací en Zaachila, Oaxaca, un pueblo que está a 20 minutos de la capital, en la región de Los Valles. Es la cuna de la raza zapoteca, en teoría ahí está el palacio del rey. Zaachila es muy conocido por uno de sus personajes, Amador Pérez Torres, mejor conocido como Dimas, es el autor del famosísimo danzón Nereidas; además de él hay muchos músicos como el maestro Cipriano Pérez, el que hizo la gran parte de los arreglos de la Guelaguetza.
Ahí vivía, porque acaba de fallecer, mi maestro de música, el maestro Florentino Ramírez, él era el que tenía a cargo enseñarle la solfa (solfeo) a todos los chavos; seguía el método antiguo, primero estudiabas la solfa y ya después de que pasabas unos dos métodos, llamaba a tu papá para ver qué instrumento te gustaba.
En mi familia no hay ningún músico, a mi papá le gusta mucho escuchar música y bailar, y quiso aprender a tocar la guitarra pero no se le hizo y entonces mandó a mi hermano mayor, Adán, a aprender música con el maestro Florentino. Cuando terminó sus métodos pidió el saxofón, se lo compraron y empezó a tocar muy chiquito, como a los siete u ocho años. Después fui yo, me aventé los métodos de solfeo y ya cuando el maestro llamó a mi papá para ver que instrumento quería, yo le dije que la trompeta, porque a mí hasta la fecha me gusta, pero por cuestiones de dinero, mi papá dijo que por el momento no era posible, que me esperara un poquito. Luego salió la oportunidad de comprar un saxofón alto más bueno que el que tenía mi hermano, entones mi papá dijo pues vamos a hacer el esfuerzo y lo vamos a comprar. En ese entonces (por 1985), si no me equivoco, eran como 300 pesos. Ya había dos saxofones en la casa y me decía mi papá agarra el sax, no pierdes nada con soplarle, dile a tu hermano que te diga cómo, y ahí mi carnal me decía mira pues hazle así, y yo decía, bueno voy a agarrarlo en lo que me compran mi trompeta. La trompeta nunca llegó y empecé a ir a clases con saxofón porque ya tenía el instrumento y aparte, para la banda ahí del pueblo el maestro ya tenía tubas, trombones, charchetas como le dicen a los saxores, unos instrumentitos de aliento para acompañar, entonces el maestro dijo quédate con el sax porque ya tenemos trompetista y ,además, la trompeta va a ser mucho aire para ti, yo tenía como ocho o nueve años; y como en el pueblo se hace lo que el maestro diga, si maestro dijo eso, pues eso se respeta.
Así empecé a estudiar el sax; el maestro era de los de antes, muy estricto, tenía su varita y si no estudiabas la lección, te agarraba a varazos, pero era muy bueno el maestro.
En Oaxaca normalmente uno empieza así, tocando con la banda porque hay mucha tradición de la música de viento, se usa para acompañar los rosarios, los funerales, las bodas, los fandangos, las misas, las audiciones de la fiesta patronal y todo eso entonces uno, antes de aprender un instrumento por el gusto personal, lo aprende como parte de la comunidad porque ser músico cumple una función; te llaman para hacer servicios y tienes que ir y no te pagan, tu paga es lo que te dan de comer, te dan un chorro de comida, al estilo oaxaqueño, además, en la comunidad el músico, el danzante, el topil tienen un cierto estatus; en las comunidades de usos y costumbres eso se respeta mucho.
Que sea plenilunada/ azul como ninguna…
A mi papá como siempre le ha gustado la música, cada quincena que él llegaba con tres o cuatro discos, cassettes. Escuchaba de todo, Ramón Márquez, Bienvenido Granda, Mike Laure, Rulli Rendo, Ray Conniff, Los Alegres De Terán. Como mi madre es costeña, entonces en la casa siempre había chilenas, que es un ritmo en 6/8 parecido al son que se toca aquí, pero que está emparentado con la cueca chilena por aquello de que venían los comerciantes chilenos subiendo y algunos se quedaron, se mezclaron y se quedó su ritmo. De las chilenas más conocidas son las Álvaro Carrillo; Pinotepa, Luz de Luna. Entonces había esa música en la casa obligatoriamente por mi jefa y aparte la música que se escuchaba en el valle, las cumbias, los jarabes que son lo propio de la región, sones, todo eso.
Mi papá, como empujado por eso, siempre me decía oye esta rola, sácala, escríbela; pero yo sabía leer y escribir la nota, pero no transcribir las canciones, entonces me ponía a hacer mis garabatos y según yo las escribía, me las aprendía y cuando llegaba mi jefe, en la tarde, de trabajar me decía a ver, ¿qué sacaste hoy? Siempre sacaba las canciones que a le gustaban; él siempre buscaba canciones en las que el saxofón tuviera participación, entonces mi tarea siempre fueron Los Aragón, los Vázquez, Los Socios del Ritmo, Los Corraleros del Majagual, Aniceto Molina, toda esa música.
Cuando ya tuve un buen cuadernito de varias canciones, mi jefe le dijo maestro:
-Oiga, escríbale canciones para que ya empiece
El maestro dijo que sí pues ya leía, ya escribía, ya tenía un método terminado con el sax, entonces ya me podía ir a tocar con él maestro. Me escribía danzones, las mañanitas, valses, pasos dobles, todo eso.
En el pueblo había varios grupos tropicales buenos y en uno de esos grupos había un saxofonista que hasta la fecha toca muy bien, Efrén. Yo lo admiraba mucho porque me gustaba su sonido, me gustaba cómo tocaba, además se sabía todas las cumbias que un saxofonista en ese entonces quería tocar; la Macarena, Juguito de Piña, Toca el Sax, La Burbuja, todas las piezas donde el sax luce; mi hermano tocaba con él, entonces yo también quería tocar así.
Hasta la capital/ a servirle al señor/ que me mandó a llamar…
Un buen día llegó mi jefe a la casa y me dijo ¿sabes qué?, vístete y agarrara tu sax porque vamos a ir a ver a un amigo que tiene un grupo musical.
Fuimos en la tarde a verlo a la ciudad, para mí eso ya era bastante porque nunca salíamos del pueblo. Ese señor se llamaba Alberto Ramos y tenía un grupo que se llamaba Los Comodines. Mi papá le dijo que yo quería tocar, que ya me sabía unas rolas. Ese día ensayamos las canciones que me sabía y al día siguiente tenía mi primera tocada; fui y me pagaron 30 pesos, fue en un cumpleaños.
En la casa, desde siempre, somos muy unidos, ahí la idea era que lo que todo mundo metía a la casa era para todos, entonces mis tocadas siempre fueron eso, llegaba a la casa y le daba el dinero a mi mamá o a mi papá porque a final de cuentas ellos pagaban mi comida, mi escuela, todo y así estuve trabajando con este señor.
Mi papá siempre me llevaba, me esperaba y me llevaba de regreso pero después de un tiempo ya tuve más confianza y me iba yo solo a la ciudad. Hice buena amistad tanto con el señor Beto, como con su esposa y su familia de modo que había fines de semana en los que teníamos tres o cuatro tocadas y no me daba tiempo de regresar a mi casa porque quedaba lejos, en ese entonces se hacía casi una hora de camino, entonces el señor me decía que me quedara en su casa. Me quedaba en un cuarto con sus hijos y prácticamente, en el fin de semana, era yo un hijo más. Me daban de comer y si iba a jugar futbol, íbamos a echarle porras, nos llevábamos muy bien. Con ese grupo me tocó hacer mi primer programa de televisión para el entonces naciente canal y alternar con la mayoría de los grupos de la ciudad, entonces yo ya veía que había otro ambiente y que había más grupos que tocaban muy bien.
Regreso al pueblo/ hoy es mi día/ voy a alegrar toda el alma mía…
Un buen día el grupo de mi pueblo donde tocaba este amigo saxofonista dejó de tener sus servicios; el que tocaba con ellos era mi hermano, pero un día mi hermano no pudo y este señor fue a la casa y le dijo a mi papá:
-Oiga, su hijo toca ¿no?
-Sí, pero pues no se sabe muchas rolas como aquel
-No importa, es para sacar un hueso, que vaya
-Bueno
Y me dijo mi jefe, pues vístete y vas. Fuimos a un cumpleaños, me llevé mi cuaderno y coincidió que me decían:
-¿Te sabes Trigo Verde?
-Sí
-¿Te sabes Toca el Sax?
-Sí
-¿Te sabes esta?
-Sí
Pues les gustó y hablaron con mi jefe; le dijeron que no tenían saxofonista y, como mi hermano estaba interesado tocar en otro grupo, que si no me interesaba tocar con ellos. Mi papá les dijo que hablaran conmigo; en ese sentido siempre fue así, ya que agarré un poco de más onda siempre me decía:
-Tú aprende a resolver tus asuntos, tú has tus tratos, tú cobra, tú todo
Entonces pues yo ya me sentía importante, era la primera vez que me iban a ver a mí y yo tenía que decir. En ese entonces me pagaban un poco más que lo que me pagaban en Oaxaca, entonces mi papá me dijo:
-Pues mira, chécalo; ya no tienes que viajar, aquí tocas, aquí te pagan y vas a la escuela. Iba yo entonces a la primaria, tenía yo como 11 años. Hablé con el señor de Oaxaca y entré con este grupo que se llamaba Organización Musical Santa Cecilia, era de los grupos buenos del pueblo.
Como en la mayoría de los grupos primero tenías que hacer méritos; tenías que ir a cargar, subir aparatos, descargar, armar, ir a tu casa a vestirte, tocar, descargar y te pagaban hasta la quinta o sexta tocada, las primeras no te las pagaban.
Como el señor veía yo que tenía yo disposición, entré al grupo y ahí ya me tocó otra etapa; viajar a los pueblos, y para mí era sensacional, era otro mundo. Además, por andar con ese grupo, ya la gente me conocía un poco más.
Alto Impacto
Y así transcurrió toda mi secundaria, tocando hasta que en una de esas fuimos a tocar a la ciudad y alternamos con un grupo que se llamaba Los Caciques; ya era un grupo grande que tenía más aparatos y en ese entonces se empezaba a poner de moda el famoso entarimado porque los grupos tocaban en el piso, sin luces ni nada de eso pero este grupo tenía entarimado y dos o tres de esos reflectores cuadrados y además se uniformaban. Me puse a platicar con el cuate que tocaba el sax ahí y me dijo:
-Oye, fíjate que me enteré que tal grupo quiere un saxofonista, es un grupo de aquí, de la ciudad
-No, pues estaría bien jalarme para acá, para venir y tocar con ellos
Ya no volví a ver a este cuate pero yo creo que le habló a estos señores de mí y a la semana o los 15 días llegó un señor a la casa, se llamaba Genaro:
-Quiero hablar con él porque tengo un grupo y necesito saxofonista
El grupo se llamaba Impacto, tenían su tarima, su alfombrita, la famosa portería que le decían, con dos o tres luces, pero ya con luces y vestiditos con uniforme; tenía su carro y mis jefes estaban felices:
-Pues decide tú, se ve bien
Entonces me acuerdo que le dije al señor:
-Sí voy, nada más deme chance de terminar mis contratos con este cuate, que yo le diga y entonces voy
Entonces le hablé al cuate de mi pueblo
-Sí – me dijo-, delante, si es para que te vaya mejor, adelante
Coincidió todo porque salí de la secundaria y tenía que estudiar el bachillerato y en mi pueblo no había, entonces me fui a estudiar la prepa a la ciudad y todo me quedaba; salía yo a la una o dos de la tarde y los ensayos eran a las tres o cuatro y a tocar. Las salidas con ellos ya eran a otras regiones; teníamos unas tres tocadas en el Istmo, dos en la Sierra, y de repente vamos a Puebla, guau, ya era otro mundo y yo estaba encantado, además los señores siempre fueron muy buena onda.
Ahí hice un amigo, Fausto, otro muchacho que tocaba el sax, era más grande que yo. Él estudiaba tercer o cuarto año en la Escuela de Bellas Artes de Oaxaca. En los bailes, cuando alternábamos con otros grupos, yo me enteraba que el saxofonista fulano estudió en Bellas Artes, el saxofonista perengano estuvo dos años en México; ya era otro panorama y yo empezaba a ver que me tenía que poner a estudiar más porque tocaban bien y ya había más competencia, ya no era nada más yo en mi pueblo.
Un día le dije a mi cuate Fausto:
-Oye, ¿cómo le hago para entrar a Bellas Artes?
-Pues ve, haz tu examen y si lo pasas ya entras y estudias música bien
Fui a la escuela, en esos entonces todavía no pedían bachillerato para estudiar la instructoría, era con secundaria. En las fechas que fui a preguntar, por unos detalles que tuve la secundaria no entregaron mis papeles luego, se atrasaron y no pude entrar. Seguí tocando y como al año conocí a un amigo que me dijo:
-Oye, ¿y por qué no te vas a México?, vete allá a estudiar música
-Pero México es hasta allá, lejísimos, lejísimos, no, ¿pues cómo?
-Mi papá tiene una imprenta allá, cuando termines tu bachillerato nos vamos, trabajas con mi papá y vamos a la escuela, haz tu examen
Yo andaba tocando con los grupos de la ciudad, entonces y por andar ahí empezaron a conocerme en el asunto tropical, me hice de buenos amigos y ya me llamaban a suplir a este, al otro.
The “A” Train
Cuando terminé la prepa dije, pues sí, me voy a estudiar a México. Averigüé la información, conseguí los documentos, todo por correo normal, en ese entonces no había ni Internet ni nada de eso. Me mandaron los papeles, me dieron fecha para ir a hacer mi examen. Todo eso fue a escondidas. Un día este amigo pasa a mi casa en la noche y vámonos. Mi papá era muy estricto, muy estricto; yo ya lo había sondeado y me dijo:
-No, no tenemos para pagarte los estudios allá, ¿por qué no estudias aquí?
Pero yo quería ir y mi hermano me hizo el paro para que me saliera; me fui con este cuate pero yo no conocía nada. Viajamos, llegamos en la madrugada, salió un señor, nos dieron de comer:
-Pues llenen sus papeles y váyanse
Y nos fuimos a la Escuela Nacional de Música. Yo no sabía nada, nada más me decía mi amigo:
-Vente pa acá, vente pa acá, métete por allá
Firmamos unos papeles y nos hicieron el examen. A los alumnos foráneos se les daban los resultados el mismo día, entonces había que esperar los resultados. Ahí nos quedamos tirados en el piso y no nos movimos para nada. Y ya bien entrada la noche, como a las 11 o a las 12 pusieron una lista y vi mi nombre, y me dice este cuate:
-Ya quedamos
En realidad yo no entendía ni qué era, pero estaba feliz porque sí quedé:
-y ahora, ¿qué sigue?
-Pues ahora hay que regresar a Oaxaca a hacer ser tus cosas, preparar tu maleta y el día que nos tengamos que venir, pues nos venimos
Por aquí recogimos el papel, vimos que venían los nombres, llegamos a casa del papá de este cuate, nos fueron a dejar a la terminal y salimos. Todavía me tocó viajar en tren, fue de las últimas veces que hubo tren de México a Oaxaca y me acuerdo que según teníamos que llegar al otro día, pero cuál al otro día, llegamos hasta el tercer día porque hacía un montón de paradas y por lo mismo mis jefes se dieron cuenta de que yo no estaba.
Cuando llegué a la casa llegué en el plan de fui a esto y sí pasé, pero lo que me esperaba, de entrada, era una vara como de este tamaño (extiende los abrazos hasta alcanzar una longitud aproximada de metro y medio). Ya que terminó todo el show hablé con mi papá y la respuesta fue no. Uno se saca de onda, pero la realidad era que no había recursos y, bueno, ya no se pudo entonces me dijo mi papá:
-Estudia una carrera aquí, sigue tocando y vemos a ver cómo le hacemos
En ese sentido, sí, mi papá siempre me apoyó, entonces hice mi examen a una escuela de lenguas, pero no quedé.
(CONTINUARÁ)