​​La sociedad mexicana observa hoy un preocupante proceso de mutación, en el que sus principios y valores entran en contradicción. En una sociedad que, herida por la violencia criminal, prefiere ignorar el dolor para no sufrirlo. Donde la tragedia se ha vuelto cotidiana.

Bajo la criminal filosofía de los “abrazos y no balazos”, la delincuencia organizada empezó a echar raíces profundas en la sociedad y su cultura, y lamentablemente, en muchas de las nuevas generaciones de mexicanos.

Esto ha abierto el camino para que las autoridades y muchos sectores ciudadanos lastimados por la violencia, impulsemos una tendencia para trabajar por una cultura de la paz y evitar la apología del delito.

Una de las propuestas ha sido la prohibición de los narcocorridos en espectáculos públicos.

Si bien a nivel federal no existe prohibición para interpretar narcocorridos, estados como Nayarit, Aguascalientes y Michoacán ya lo hacen en sus leyes locales, además de que algunas de las ferias más importantes del país no lo permiten en sus palenques.

En este tema podemos reconocer dos posiciones bien definidas. Por un lado, los ciudadanos y actores políticos que llaman a acabar con la apología del delito, abogando por la prohibición de los narcocorridos, al menos en eventos públicos.

Son los ciudadanos que opinan, con justa razón y el dolor de su pérdida, que México no debe ser un país que llora a sus hijos, pero canta a sus asesinos, como lo define Oscar Salado.

Y por el otro, quienes consideran que censurar no resuelve nada y que tampoco existe evidencia de que las personas que escuchan narcocorridos sean más propensas a delinquir o a sumarse a las filas del narco.

Quienes aseguran que se trata de la crónica de la realidad y que la prohibición oficial podría abrir la puerta a otras formas de censura.

En ambos casos, el impacto cultural en nuestra sociedad es innegable. Por ello, no se busca censurar el género musical, sino replantear las letras y valores que nos reconozcan como sociedad.

Considero que no es un tema menor. En la cultura, como en nuestra alimentación, somos lo que consumimos.

Como diputado local, me he planteado la posibilidad de presentar una iniciativa que impida en Veracruz la interpretación de narcocorridos y corridos tumbados durante espectáculos públicos. Sin embargo, he escuchado diversas y contrastantes opiniones de muchos veracruzanos.

El hecho de que la presidenta Sheinbaum y la gobernadora Nahle se hayan pronunciado en contra de la prohibición o censura, no quiere decir necesariamente que esa sea la opinión de todos los ciudadanos. Se trata, en todo caso, de la posición de sus gobiernos.

Como representante popular, deseo escuchar la opinión y el sentir de los veracruzanos, como lo hicimos respecto la música como apología de la violencia como la mujer o el consumo de comida chatarra en las escuelas.

¿Cuáles son las fronteras de la libertad de consumo en cada caso?

Mi intención no es contribuir a la confrontación ni la polarización, sino a hacer una reflexión profunda sobre el impacto que tiene este fenómeno en los valores de los veracruzanos.

Como siempre, estoy listo para escuchar tu decisión a través de mis redes sociales.

La puntita

La gobernadora Nahle propuso la desaparición del IVAI para atender “principios de austeridad y racionalización del gasto”. Con lo que se robó Cuitláhuac García tan sólo en salud, alcanzaría para mantener al IVAI por los próximo 50 años.