Justo ante de irse a su gira rumbo a Río de Janeiro, la presidenta Sheinbaum tuvo diferencias con una persona del senado que con frecuencia adopta actitudes rebeldes, como si no observara en ella a su jefa, sino a la entonces titular del gobierno en la CDMX.
Sheinbaum le pidió mesura y reconsiderar tanto sus tonos como las formas, pues aunque eran compañeros de lucha y habían marchado juntos cientos de veces (defendiendo al movimiento y a AMLO), la que mandaba era ella, y él tenía sus tareas en la cámara alta.
El personaje del senado no paraba de quejarse (y de argumentar a su manera), que tenía muchos más derecho que varios para exigir canonjías y atribuciones de autoridad. “El compañero expresidente me trataría mucho mejor de lo que tú lo haces”, dijo.
Gerardo Fernández Noroña reclamaba airada y amargamente a Sheinbaum que Adán Augusto López no acordaba con él sus acciones. “Mi figura como presidente del senado se está viendo mermada y se burlan; no me toma parecer en nada”, se quejaba.
Después de varios minutos de escucharlo, Claudia Sheinbaum le recordó que en ese momento (y por los temas que abordaba), esa noche no estaba hablando con su amiga, sino con la presidenta de la República y que, si no se serenaba, lo vetaría como en su tiempo también lo hizo AMLO, por un exabrupto similar.
El senador petista no escuchaba razones y dijo, incluso, que Adán Augusto López ni siquiera lo contempló para acordar con los Yunes: “mientras yo hacía números con los votos, él negociaba algo que yo desconocía”, sentenció. “Y con la reelección de Rosario Piedra no le reprendiste”, finalizó.
Fue lo último que toleró la presidenta Sheinbaum. “Adán hace su trabajo”, dijo; cortó la llamada y pidió no le “comunicaran a Gerardo hasta mucho después de su regreso de Brasil”. Es probable que aunque la llamada había finalizado, Noroña siguiendo reclamando al auricular, sin darse cuenta.
Veremos qué ocurre, y si de verdad ocurre.
X: @aaguirre_g
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