Me encontraba en la canastilla de un globo aerostático con el piloto y a nuestro alrededor podía ver a varias personas relacionadas con el Club de Deportes Aéreos, así como el Estadio Jalapeño.
Yo había estado conversando en las gradas con el Ing. José Villela Gómez, quien había escrito una Breve historia de la aviación en México, pero alguien me llamó y bajé al lugar donde se inflaba un globo, calentando el aire.
Poco a poco, la enorme tela de plástico que se hallaba depositada en el césped se fue elevando y tomando forma por encima de la canastilla, a la que alguien me propuso ingresar.
Los calentadores rugían sobre nuestras cabezas.
De pronto, entre los curiosos que nos rodeaban pude ver a Catherine que cargaba a nuestra pequeña hija, Flora, que aún no cumplía tres años.
Y empezamos a elevarnos.
Flora, en brazos de su madre, me miraba, tratando de comprender.
Poco después ya íbamos rebasando las lomas donde se encuentran los edificios del Seguro Social y pude ver, primero, el lago del Dique, y, luego, las calles y las casas. Más tarde, pude apreciar el parque María Enriqueta, pues íbamos sobre la antigua Casa de campo, y más allá podía ver la catedral y el Parque Juárez.
Pasamos por encima del Centro Deportivo Ferrocarrilero y fuimos a caer sobre una ladera a un lado de la antigua carretera a Coatepec.
Poco después me encontraba de nuevo en el estadio, donde otros intrépidos jalapeños se aprestaban para iniciarse en la aeronavegación, entre ellos el novelista colombiano Aguilera Garramuño, Luis Razo y Temis Ortega.
Todo esto tuvo lugar el 18 de mayo de 1984, pero se comenzó a gestar cuando el padre de Catherine le envió algunas fotos de los globos con que se conmemoró el bicentenario de los primeros Montgolfier en Le Puy en Velay, una ciudad del centro de Francia, donde se realizaron aquellos experimentos y conocida por sus encajes, su catedral y una virgen negra destruida durante la Revolución y que había remplazado a una diosa celta relacionada con el culto a la tierra.
En La navegación aérea en México, de Antonio de Maria y Campos, leí que un jalapeño, José María Alfaro, anunció que iba hacer un globo aerostático parecido a los de los Montgolfier en 1984, pero, aunque su proyecto se mencionó en la Gaceta de México, lo más seguro es que nunca se llegó a concretar. Sin embargo, la ocasión se prestaba para recordar al enigmático jalapeño, cuyo nombre lleva la calle donde vivió.
Por esos días me comuniqué con el responsable de prensa del Club de Deportes Aéreos de México, a quien le gustó la idea.
Me dijo que si yo conseguía la autorización, ellos podrían traer a Xalapa varios globos patrocinados por Nivea y otras empresas, así que hablé con el presidente municipal, Nacho González Rebolledo, que me pidió que me pusiera de acuerdo con el responsable de cultura del ayuntamiento.
Yo ya había estado haciendo algunas investigaciones y gracias a Marie Louise Ferrari pude ver la escritura de la casona donde vivía y que había sido antes de William K. Boone, un ingeniero americano que introdujo los primeros automóviles a Xalapa.
De acuerdo con esa escritura, la casa había pertenecido mucho antes a José María Alfaro, por lo que en varios documentos se menciona “la cuesta de Alfaro” donde se ubicaba. No se le impuso su nombre a la calle como reconocimiento a algún mérito, sino simplemente porque ese jalapeño era una referencia para sus vecinos.
En algún documento, se mencionaba que su hijo, del mismo nombre, había sido párroco en Tihuatlán, y yo recuerdo haber revisado los libros parroquiales en la iglesita del pueblo,
donde aparecía su firma.
Había que darle un toque académico a la celebración y recuerdo que se invitó a Roberto Moreno de los Arcos para que diera una conferencia sobre la aeronavegación en México.
Con todo esto se pretendía rescatar la historia desperdiciada de la aviación en México y recordar a los pioneros mexicanos, como Villasana y el Ing. Angel Lascuráin, que el CONACyT no ha sabido aprovechar para impulsar el desarrollo tecnológico del país, como señalé en una entrevista publicada en Enfoques, un suplemento del Gráfico de Xalapa.
El libro de Villela, publicado por Moya Palencia, cuando era Secretario de Gobernación nunca se reeditó, y el ingeniero vendió los documentos que conservaba a la Smithsonian Institution.
El Diario de Xalapa publicó fotos de los globos y mi artículo sobre Alfaro, que Rebeca Bouchez reprodujo hace poco en la revista del Agora de Xalapa.
La presencia de los globos en el estadio entusiasmó a los jalapeños que conservan un bonito recuerdo de esos días.
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