La herencia política de López Obrador no fueron principios, ni ideología. No es el movimiento, ni la Cuarta Transformación. No es ni siquiera un programa o un sistema de gobierno. Es simplemente, el ascenso de su hijo Andrés López Beltrán.
Este domingo, en una asamblea a puerta cerrada –digna de los demócratas que dicen representar al pueblo-, la nomenklatura de Morena eligió a su nueva dirigencia nacional, entre ellos, el nuevo líder real del partido: el hijo del Presidente.
De los tres hijos mayores del presidente que se han involucrado en la política, Andrés es el más importante. Ha sido siempre el preferido de López Obrador, al único que saludaba de beso, que controlaba la agenda de su padre y que en la Presidencia operaba junto con Gabriel García Hernández, que trabajaba oficialmente como coordinador general de Programas para el Desarrollo en Palacio Nacional, la acción electoral, descifra como biografía política el periodista Raymundo Riva Palacio.
Solo ellos se reunían regularmente con López Obrador para revisar cómo iba la operación política y las estrategias para lograr lo que consiguieron, una maquinaria avasalladora que realineara ideológicamente el país y redefiniera el futuro.
Andy era el verdadero líder del partido mucho antes de disfrazar su verdadero poder con una Secretaría de Organización, desde donde surgirán todas las decisiones: la interlocución con los líderes del Congreso, con los gobernadores y con el partido en todo el país.
Ahí se decidirán las candidaturas y la ruta que deberá seguir Morena hacia el 2030, no de la forma que lo sugiera la presidenta Claudia Sheinbaum, sino de la manera que ordene Andy López Beltrán.
Lo que buscan es que el nuevo futuro no sea el que decida la presidenta Sheinbaum llegado el momento de la sucesión, sino que López Beltrán sea el iniciador de la dinastía de Macuspana, convirtiendo este momento en inédito, por ser cuando el arranque de una sucesión presidencial sea el más prematuro de la historia republicana.
Antes de que Sheinbaum tome protesta como la primera presidenta del país, la maquinaria para imponerle a su sucesor ya estará en marcha.
Ni Plutarco Elías Calles, el Jefe Calles, se atrevió a tanto. El Maximato tuvo, en efecto, tres presidentes -Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez-, pero juntos sumaron apenas 6 años en la presidencia de la república durante el periodo de 1928 a 1934. Lázaro Cárdenas mandó a Calles al exilio del país y de la historia.
Hoy, casi un siglo después, López Obrador se ha propuesto gobernar al menos por 18 años, también con tres presidentes diferentes, sólo que no a través de un Maximato sino mediante una dinastía que lleva su apellido. México estrenará, literalmente, su propia monarquía bananera.
Calles, el Jefe Máximo de la Revolución, no tuvo la astucia de meter a la familia como heredera política. Tampoco pudo conservar el poder más allá de un periodo, a pesar de que, como López Obrador, fundó el partido en el poder.
López Obrador no pasará a la historia como Hidalgo, Juárez, Madero o Cárdenas –artífices de las tres primeras trasformaciones- sino más bien como Calles y Echeverría.
Hoy el tabasqueño quiere demostrar que es posible mantener el poder a través del
apellido, algo que tampoco lograron los Chávez, los Maduro, los Morales, los Fernández o los Fujimori en América Latina.
Esa es la razón por la que Andy López Beltrán tomó posesión antes de que lo haga Claudia Sheinbaum. La sucesión del 2030 ya inició…
AMLO abraza a Nahle, ignora a Cuitláhuac
Después de la última visita de López Obrador al puerto de Veracruz en su calidad de Presidente, la figura de Cuitláhuac García se puede resumir como cantan los cuatreros del sur: este compa ya está muerto, sólo que no le han avisado.
Basta observar el trato que López Obrador que la ha dado a la gobernadora electa Rocío Nahle y al gobernador saliente, Cuitláhuac García. A la primera le dispensó sonrisas, palabas y abrazos, como uno de los personajes más importantes de su movimiento.
En cambio, a Cuitláhuac no le concedió más que el trato frío y formal del gobernador del estado. Desde su recibimiento, López Obrador lo saludó distante, segundos antes de que volara una botella de plástico por sus cabezas. Cuitláhuac siempre se mantuvo atrás, a la distancia, como cuando se sacó la foto en el maletero del Tren Maya, muy lejos del efecto del presidente.
Es posible que, en su infinita ignorancia, Cuitláhuac no acabe de entender que su carrera política tiene apenas unas cuantas semanas de vida, sino que esta concluyó cuando eligieron candidata a Rocío Nahle. Lo demás fue un trámite. Por tanto, el presidente ya no tiene la necesidad de salvarlo del infierno que provocó en Veracruz.
Hace mucho que Cuitláhuac no está en el ánimo del presidente. El elogio era necesario para evitar reconocer que se equivocó. El poder hoy lo ejerce Rocío Nahle.
Eso lo saben todos. Por eso Manuel Huerta critica un día sí y otro también a un gobierno frívolo, incompetente y sin resultados. Esa es la razón por la que Rocío Nahle tomó el control del estado desde semanas antes de la mismísima elección. Hoy sólo está a la espera de los tiempos legales.
La agresión del presidente no pasó a mayores, pero en realidad fue la gota que derramó el vaso. Fue la sentencia de que López Obrador se equivocó en imponer a un gobernador incapaz de contener siquiera el perímetro de su llegada, menos de hacer frente a la violencia delincuencial desenfrenada.
Ningún otro gobernador habría permitido una agresión de este tipo, vaya ni siquiera a un presidente de oposición. En cualquier otro momento, el gobernador habrá caído de la simpatía del presidente, como seguramente sucedió ayer entre Andrés Manuel y Cuitláhuac.
Ayer fue el colofón de un gobierno para el olvido, incluso para el propio López Obrador. Cuitláhuac despidió a su mentor, a su inventor, en medio de gritos de “dictador” y un inusual ambiente de violencia verbal para quien se supone pasará a la historia. Eso está por verse.
Cuitláhuac mostró lo que es: un personaje gris, incompetente y atrapado en una circunstancia y responsabilidad que nunca entendió y que ayer pudo ser la nota del día; un botellazo al presidente.
¡Triste despedida presidencial! Eso no se lo van a perdonar nunca a Cuitláhuac.
Listo el relevo en la Fiscalía
Está listo el relevo en la Fiscalía General del Estado. Llega un joven abogado de toda la confianza de la próxima gobernadora Rocío Nahle. El cambio se realizará en cuanto entre en funciones la nueva Legislatura del Estado, en la primera semana de noviembre, con lo que los días de Verónica Hernández Giadans al frente de la Fiscalía están contados.
Rocío Nahle cuidará las formas. Al ser la Fiscalía un órgano autónomo, no será ella quien oficialmente designe al nuevo titular, sino que será tarea del nuevo coordinador parlamentario de Morena y presidente de la Jucopo quien dé a conocer de la renuncia de la actual fiscal del estado motivada por la “urgente atención de asuntos personales”.
Y entonces empezará a operar un cambio profundo en la Fiscalía, donde no se descarta que se revise la actuación de varios Fiscales regionales, los responsables del área de periciales y policía ministerial, incluyendo a la responsable de investigaciones ministeriales, el área donde se quedaron entrampadas muchas de las carpetas de alto impacto.
La actual titular de la FGE saldrá de la misma forma en que llegó: por la imposición del Ejecutivo, sólo que en esta ocasión se hará conforme a la ley, sin remociones exprés, sesiones a puerta cerrada ni encargados de despacho. Se hará como marca la ley.
¿Verónica Hernández seguirá insistiendo en que fue electa por nueve años como Jorge Winckler?
La violencia en Sinaloa es culpa de los gringos: AMLO
Resulta que la violencia es Sinaloa es consecuencia de detener a los capos y no de dejarlos en libertad para que sigan operando. Según López Obrador, los capos son más peligrosos presos que libres.
Cuando López Obrador ordenó la liberación de Ovidio Guzmán justificó que se trató de evitar un baño de sangre. Hoy que el gobierno de Estados Unidos detuvo al Mayo Zambada, con la colaboración de los hijos del Chapo Guzmán, Sinaloa está bañada en sangre ante la incompetencia y complicidad del gobierno federal.
El último de los disparates de López Obrador para justificar la violencia desmedida que dejará 200 mil muertos durante su administración y que hoy tiene su vórtice en Sinaloa, es que son los gringos los responsables por haber aprehendido al Mayo Zambada.
¡Vaya, ni siquiera el Chapito es responsable por haberlo entregado a los Estados Unidos!
A días de terminar su sexenio, López Obrador sigue montado en la misma narrativa desde el primer momento: es culpa del pasado, es culpa de la guerra contra el narco de Calderón, es culpa de la corrupción, es culpa del Poder Judicial y los jueces que liberan a narcotraficantes. Es culpa del mundo que confabula en su contra…
La única razón por la que este sexenio no alcanzará los 200 mil muertos a causa de la violencia es porque terminará dos meses antes.
La ratonera
“El derecho al respeto ajeno es la paz” asegura el ínclito diputado federal morenista Zenyazen Escobar. Sí, el mismo que estuvo a cargo de la educación de los veracruzanos por seis años.
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