AMLO y Rocío Nahle: Ante la última Sombra de Juárez en Veracruz
Bajo el sol inclemente que bañaba el puerto, un aire denso y cargado de historia que recorría las calles del centro de Veracruz Rocío Nahle hizo su entrada triunfal.
Al grito de «¡Gobernadora! ¡Gobernadora!», Rocío Nahle García, la próxima mandataria estatal, hizo su arribo a la casa que una vez albergó a Benito Juárez García, el implacable oaxaqueño que, con mano firme, trazó las líneas que dieron forma a una nación.
Ese antiguo hogar, transformado en el Centro Cultural que lleva el nombre del ilustre oaxaqueño, fue el escenario perfecto para un momento cargado de simbolismo y nostalgia este domingo.
La tarde avanzaba lentamente, y en los rostros de cientos de mujeres obradoristas, los ojos brillaban con lágrimas, susurrando un adiós lleno de gratitud a su líder, Andrés Manuel López Obrador.
Aquella multitud, mezcla de fuerza y ternura, reflejaba el sentimiento colectivo de una tierra que despedía al hombre que los había guiado durante años.
Para muchos, no era solo la despedida de un presidente, sino de un amigo, un maestro, un «chocojarocho» que supo hacer suya esta tierra.
En el corazón del puerto, en la esquina de Zamora y Madero, la casa de Juárez renacía como un faro de memoria. Las gestiones incansables de Rocío Nahle y el apoyo decidido de su futura Secretaria de Cultura, Xóchitl Molina González, habían permitido devolverle vida a ese recinto que había sido testigo de decisiones que definieron una república.
La historia de México se respiraba en cada rincón, y mientras el grupo de invitados, encabezado por López Obrador, su esposa Beatriz Gutiérrez Müller y Cuitláhuac García, recorría los pasillos, era imposible no sentir que algo profundo flotaba en el ambiente.
Era una despedida silenciosa. La última visita oficial de López Obrador a Veracruz como Jefe del Estado Mexicano resonaba con la solemnidad de una era que ha llegado a su fin.
Mientras el presidente avanzaba por los salones que alguna vez vieron a Juárez desafiar imperios, el eco de sus pasos parecía entablar un diálogo entre el pasado y el presente. López Obrador, siempre fiel a la figura del «Benemérito de las Américas», parecía cruzar el umbral del tiempo, despidiéndose de una etapa crucial de su vida política.
Con el sol resplandeciente ocultándose tras el horizonte, la figura del presidente, caminando entre los muros de la casa de Juárez, se perdía en un simbolismo abrumador.
No era solo el adiós de un líder hacia su tierra, sino el cierre de un ciclo que, como aquellos muros antiguos, quedaría para siempre grabado en la memoria colectiva de los veracruzanos.
El peso de la historia se hacía sentir en cada rincón, mientras Rocío Nahle, observando desde la distancia, asumía el compromiso de continuar con el legado que le deja su maestro y amigo.
Ahora, con el respaldo de millones de veracruzanos, será ella quien trace el futuro de esta tierra.
Rocío Nahle, con el vigor y el liderazgo que la han caracterizado, tendrá la tarea de mantener vivo el espíritu de transformación que López Obrador sembró, asegurando que su legado siga floreciendo en los años por venir.
Veracruz, testigo de la historia, ya no será el mismo. Como la casa de Juárez, el puerto se convierte en un símbolo de lo que fue y lo que vendrá con la fuerza moral de Rocío Nahle.
Atento como siempre, López Obrador dio gracias al pueblo veracruzano, su segunda tierra, y pidió confíen y respalden a la gobernadora electa de Veracruz, Rocío Nahle García quien hará un gran papel como la primera mujer que llevará las riendas del estado, afirmó.
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