“Sufragio efectivo, SI reelección”

Alito

En los inicios de mi carrera profesional como periodista reportero de información general en EL DICTAMEN, fui a la campaña del candidato Rafael Hernández Ochoa que coordinó el extinto maestro Carlos Brito Gómez, después Subsecretario de Gobierno con mucho poder y en el Comité Directivo Estatal del PRI RHO puso al contador público Gonzalo Morgado Huesca, el más joven político que ha ocupado ese cargo, además por seis años que no es poca cosa porque a los gobernadores priistas les gustaba quitar y poner comités para cumplir compromisos, para probar capacidades y en tiempos electorales para hacer sus juegos de ajedrez.

Morgado pese a su juventud era un presidente muy respetado, como que se trataba del colaborador de Hernández Ochoa que más aprecio le tenía. Fue el sexenio de el Tío Gonza quien al afecto que le brindaba RHO el respondía con lealtad y honestidad.

Eran tiempos de gloria de un partido político que fue creciendo con un proyecto de auténtico compromiso con el país, de construcción de un nuevo México y lo lograron, lo atestiguan todas las instituciones que crearon y que sirvieron de sólida estructura moral, de respeto y de autoridad sobre la que vivimos los mexicanos en armonía y hasta nos convertimos en el líder de los países de América Latina.

Cuando al PRI le comenzaron a aparecer grupos de políticos opositores (la izquierda y el PAN) tocaron techo y comenzó el declive: corrupción con los fondos partidistas que eran públicos; trampas de todo tipo para ganar elecciones; venta de candidaturas y así comenzó el descenso.

Se comienza a desgajar

Esa destrucción de el PRI que ayer se consumó con la convención a la que convocó Alejandro Moreno Cárdenas solo para eliminar de los estatutos del PRI el sostén ideológico de la NO REELECCIÓN, la explica de manera magistral el periodista Raymundo Riva Palacio en su columna de ayer. Una de sus partes, la que consideramos más importante la reproducimos para compartirla y así informarnos todos.

“El partido se fue vaciando de ideología desde los 80 y de militantes en la segunda década de este siglo. Las decisiones cupulares de las reformas del presidente Enrique Peña Nieto fueron acompañadas por ambiciones personales y descuidos políticos. Peña Nieto endosó el poder en una triada, donde dos de ellos, Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong, el primero que se volvió indispensable por su control operativo e intelectual sobre el presidente, y el segundo que se volvió el eterno acompañante y fixer de parrandas semanales hasta las madrugadas, se disputaban la candidatura presidencial.”
“Les salieron muy bien las reformas estructurales por la complicidad política y económica de las dirigencias del PAN y el PRD en el Pacto por México, un andamiaje cupular cuyos beneficios –donde los hubo– no fueron explicados a la militancia ni a sus electores.

Las elecciones intermedias de 2015 le propiciaron el primer nocaut. Los estados petroleros del golfo votaron contra el PRI en rechazo a la reforma energética; los estados sureños lo castigaron por la reforma educativa, y en el norte, no les perdonaron la reforma fiscal. La respuesta de Peña Nieto fue seguir en la misma frivolidad e insensibilidad de lo que pasaba en las calles.”

“El segundo nocaut fue en 2016, cuando perdió siete de las 12 gubernaturas en juego, incluidas las de Veracruz, Tamaulipas, Durango y Quintana Roo, donde habían mantenido el poder por casi 90 años. El tercer nocaut fue en 2018, cuando perdieron la elección presidencial, aunque al hartazgo del electorado contra todos los partidos, salvo Morena, tuvo la ayuda traicionera de Peña Nieto para contribuir a la victoria de López Obrador al sacrificar al candidato priista, José Antonio Meade, quitándole apoyos y dejando que muriera solo en las urnas, para obtener la impunidad que disfruta en la actualidad.”

“Para entonces ya no había nocauts sino componendas ratoneras. La más importante, que es lo que metió al PRI en la etapa final de su tobogán, fue en agosto de 2019, cuando eligieron a Moreno como líder nacional tricolor, dejando en el camino a Ivonne Ortega, a quien también traicionó Peña Nieto, por quedar bien con López Obrador.

Moreno, que es hechura de un viejo priista, José Murat –cuyo hijo Alejandro, gobernador de Oaxaca, patéticamente se arrimó a pedir migajas a Morena el año pasado–, fue promovido por el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, quien lo llevó con el presidente a Palacio Nacional.”

“López Obrador vio con buenos ojos que Moreno fuera el dirigente del PRI para que lo apoyara en la agenda legislativa para sacar sus reformas. Palomeado por López Obrador, Velasco habló con Peña Nieto para decirle que López Obrador quería a Moreno en la dirigencia del partido. Con la incidencia que mantenía en el PRI desde Madrid, donde se autoexilió por sugerencia del Presidente, traicionó a José Narro –uno más en la cuenta peñista– para que Moreno fuera ungido como líder tricolor. Moreno no fue lo funcional que esperaba López Obrador, porque sin la fuerza interna para vencer la oposición priista a la reforma eléctrica que propuso incumplió con sus compromisos. Moreno trató de compensar a López Obrador con las gubernaturas de Campeche e Hidalgo, que aunque entregó no satisfizo al Presidente por haber roto los acuerdo previos, y avaló su persecución política en Campeche. Sobrevivió porque no era tan importante como para descarrilar a un adversario político que, en realidad, estaba haciendo trabajo de zapa dentro del PRI.”

“Bajo Moreno el PRI continuó perdiendo gubernaturas, incluido el Estado de México, el histórico bastión del partido. Al mismo tiempo, Morena se fue nutriendo de priistas.
Sus cúpulas, casi en pleno, se mudaron principalmente a Morena y al Partido Verde, incubadora de López Obrador mediante la cual abrió espacios a los tránsfugas del PRI. Las dirigencias que se quedaron, bajo la mano dura de Moreno y su aliado estratégico Rubén Moreira, el diputado cuya esposa, Carolina Viggiano, es la secretaria general del partido, se apoderaron de lo que queda del partido, cargos políticos y presupuesto, lo único tangible en términos reales, en el agonizante tricolor.”

“El PRI, como lo conocimos, está en extinción. Al mismo tiempo, aquel PRI que fue hegemonía por casi siete décadas se encuentra en una rápida mutación hacia Morena, que, como sucedió en el nacimiento del PRD, que fue su placenta, se está fortaleciendo por priistas de todas las corrientes. Es una paradoja. Ese partido que en los 80 perdió el alma antes que militantes y votos, y que se fue desvaneciendo interna y electoralmente, encontró en López Obrador, un expriista que se quedó conceptualmente estancado en un país organizado y manejado como hace más de 40 años, la puerta para su reinvención.

Por afinidades ideológicas algunas –Morena tiene la visión de izquierda que tenía el viejo PRI–, pero también porque es un atajo al poder, el partido-movimiento de López Obrador se ha ido enriqueciendo en militancia por los tránsfugas tricolores, que muy probablemente aumentarán su mudanza como consecuencia de lo sucedido en la Asamblea Nacional este domingo, donde optarán por el PRI que está vestido de Morena, que no apesta como el que encabeza la claque de Alito, que no se ha dado cuenta de que están políticamente muertos.”

Reflexión

¿Habrá militantes de Morena que no crean que su partido ha servido de refugio de miles de priistas; tricolores que al ver la derrota mejor huyeron al nuevo PRI, que es Morena?

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