Desde mi infancia y a lo largo de mi vida en Xalapa y Coatepec he conocido muchas personas que tienen una relación virtuosa con las faldas del Cofre de Perote y el Bosque de Niebla, ya sea porque decidieron vivir en ellos o porque trabajan y/o estudian sobre ellos. No es casualidad que en Xalapa a las orillas del Bosque de Niebla se encuentre el Instituto Nacional de Ecología (INECOL).
Tengo muchos amigos y amigas que han decidido vivir en diferentes lugares de la montaña: desde Xico y Teocelo, pasando por los alrededores de Coatepec, como Consolapa, Choplanta, Zoncuantla, la Pitahaya, Briones, o más arriba, hacia San Andrés Tlalnelhuayocan, Otilpan, San Antonio, Rancho Viejo, Acajete. Son lugares hermosos, llenos de vegetación y bosques, de cañadas y riachuelos “de película”. Las hayas son monumentales, gigantes, imponentes, bellísimas.
No soy biólogo ni experto botánico por eso no sé los nombres de todas las especies de árboles, plantas, arbustos, helechos, musgos, etc., que ahí existen, pero creo que uno de mis placeres más entrañables es estar en los bosques de nuestra montaña, en esas cañadas y claros con piedras volcánicas milenarias, caminar por las rocas del río Pixquiac y escuchar el ruido del agua, meter los pies y hacer torres de piedras de río. Caminar por las veredas del bosque de niebla y sentir la humedad, ver los miles de tonalidades verdes que mis ojos agradecen y mi corazón bendice. Emocionarme cada vez que se acerca la tormenta y presenciar esa mágica y embriagante combinación de colores gris y verde que hacen única a nuestra región.
Cuando éramos niños, mis papás y sus amigos “los González”, y media docena más de otras parejas con sus hijos, organizaban los domingos picnics en el rancho “La Mesa”, y ahí, en la cima pelona de un cerro en medio del bosque y entre rocas gigantes cubiertas de musgo, entre cómplices hayas y liquidámbares de testigos, pasé las mejores mañanas y atardeceres de mi infancia.
Muchos años después elegí vivir yo también en medio del bosque y junto al río. En el mismo río, el Pixquiac, en el que de niño brincaba entre rocas y luego en la adolescencia organizábamos excursiones con amigos y amigas y nadábamos felices en sus pozas.
Ya de unos años a la fecha, el río se secaba en la temporada de “seca”, primero una semana, luego fueron dos semanas, y hace dos años fue un mes entero, y el año pasado dos meses completos, y este año de 2024 nos llegó la peor sequía y calor que hubiéramos tenido. El río, en el momento que escribo esto a principios de junio, sigue seco. Lleva así tres meses seco.
Luego supimos de los incendios. Unos más allá, por Orizaba, Zongolica, Nogales, etc., pero otros aquí cerca, en Xico, en Cosautlán, en Las Vigas, etc. En redes y medios de comunicación comenzamos a escuchar que la gente se estaba manifestando en varias partes de la ciudad por la falta de agua. Dicen que algunos llevan semanas sin nada de agua.
Algo nos espantó este mayo. Algo también que despertó la conciencia de los habitantes de esta ciudad porque dábamos por hecho que la montaña nos dotaría siempre de agua. Supimos que no era solamente nuestra montaña, que nuestra agua también venía de más allá, de las montañas de al lado, desde más lejos de Cosautlán. Supimos que no hay nadie que combata los incendios, que tenían que ser los propios pobladores de los pueblos y caseríos de la montaña, los voluntarios. Supimos que también los animales morían de sed o por el fuego.
Ya desde principios de este año unos jóvenes de la edad de mis hijos se andan organizando desde hace meses para que la sociedad se concientice de los incendios y aporten recursos, herramientas y equipo para combatirlos. Hasta realizaron un documental “Deforestación en el Cofre de Perote”, que hace un mes nadie veía y que en estos días de finales de mayo se exhibió hasta en el Parque Juárez y nos alertó del peligro, de lo cerca que puede estar la destrucción y el infierno.
Un biólogo del INECOL me decía que en Veracruz pensamos que siempre tendríamos ríos y agua por nuestras montañas y bosques. Me contó que, en Xalapa, a lo largo del siglo XIX y XX se establecían empresas de hilados, de café y de caña, por tanta agua que teníamos. Luego hasta la Nestlé y la Coca Cola las copiaron. Nadie dijo nada, nadie advirtió del peligro.
Este mayo Xalapa supo, alarmada y desesperadamente que ahí juntito, a donde volteamos diariamente la mirada, pero que ya no la vemos, hay una montaña y unos bosques. Mayo nos trajo la noticia de que el agua se puede acabar y que no habíamos hecho nada para evitarlo. Federico Márquez es un sobrino que ya desde un par de años vienen haciendo un trabajo muy importante con la sociedad para conocer y llamar la atención sobre nuestros ríos y el agua que traen a Xalapa y Coatepec. Y ya hay varias organizaciones de la sociedad civil que hacen red para estos temas, tales como: “Guardianes del Agua”, “Somos agua”, “Agua pasa por tu casa”, “Custodios del Archipiélago”, “Red de custodios del agua”, “Pueblos Unidos de la Cuenca Antigua”, por ejemplo.
Mayo nos trajo la certeza de que, como sociedad, como habitantes, como personas que vivimos en este paraíso debemos prevenir ya desde ahora y empezar a implementar todo lo que se pueda para, no sólo cuidar los bosques, la montaña, los ríos, sino también cuidar el agua desde las actividades más cotidianas del hogar, desde limpieza personal y lavado de trastes, hasta el riego de plantas y jardines. Urge implementar técnicas y métodos de recolección de agua de lluvia. Y reforestar nuestros bosques, jardines, parques, reforestar nuestra montaña. Acudamos en familia a las campañas de reforestación que se organizan desde el gobierno por ejemplo.
Son dos cosas que van de la mano y que tenemos que aprender y hacer ya: primero que nada, cuidar nuestros bosques y vegetación, sembrar y reforestar hasta más no poder. Y en segundo lugar cambiar nuestra relación con el agua que nos llega, que tenemos y que usamos.
Quiero pensar que siempre vamos a recordar este mayo casi canicular. Quiero pensar que aprendimos algo y que cuando lleguen las lluvias no nos olvidemos de dónde viene nuestra agua. Xalapa tiene una montaña y es nuestra.
Si quieres conocer más de estas redes de custodios aquí te pongo dos links:
Comentarios