Por Yair Ademar Domínguez.
La democracia de un pueblo, de un país, de una nación sólo se construye con la participación ciudadana. No hay otra ruta. Las instituciones electorales en México han insistido mucho en la importancia de que el ciudadano se involucre en los problemas de su comunidad, de su demarcación, de su estado o país. “Luego no te quejes”, suelen decir, para referir la apatía.
Hace seis años, en una elección histórica, el presidente Andrés Manuel López Obrador obtuvo una ventaja de 30 puntos sobre su segundo competidor, una diferencia, dicen los datos recopilados, que no se había dado en una elección presidencial desde 1982. A pesar de la gran participación, votaron 2 de cada 3 electores, cuando en 1994 salieron a las urnas el 77% de la población.
El propio Instituto Nacional Electoral ha señalado que la victoria del actual mandatario mexicano, respecto de su más cercano competidor, fue en ese momento la más amplia en 30 años. En 1982, leo en referencias de medios, el candidato Miguel de la Madrid (del PRI, PPS y PARM) obtuvo cuatro veces más votos que quien quedó en segundo lugar en número de votos, el panista Pablo Emilio Madero.
Motivar a la participación ha representado un reto para los institutos políticos en todos los procesos electorales. Hay quienes le han apostado a la disrupción, a la “rotura o interrupción brusca”, como dice el diccionario, para motivar sobre todo a la juventud, en el mundo de la viralización tiktokera o de lo que parecería grotesco o hilarante. En muchos casos eso funciona, para atraer la atención, para generar interés, pero a todos nos queda claro que después, gobernar o legislar, no es un tema menor, porque ahí se requiere seriedad y compromiso.
En esta ocasión, lo apuntamos ya aquí en una columna anterior, el 35.03 por ciento de los inscritos en el padrón electoral, en el caso de Veracruz, es menor de 35 años. Si tenemos 6 millones 080 mil 509 ciudadanos inscritos, dos millones 129 mil 507 son jóvenes. Eso, naturalmente, ha representado un reto para todos los candidatos, de todos los partidos políticos.
Pero en general, el reto es participar, involucrarnos, acudir a las urnas. Cada ciudadano tiene una preferencia específica. No siempre se tiene conocimiento de todo el proyecto de nación de un candidato, de sus propuestas legislativas o de su plan de gobierno. Por lo regular todo se mueve en la superficie, por simpatías, por intereses, por amistades, etcétera. Sea como sea, lo importante es participar, acudir a las urnas, involucrarse.
Si, no, como apuntábamos al principio y es dicho común, no nos quejemos. Si queremos ser parte de los nuevos gobiernos o congresos federales o estatales, acudamos a las urnas. Informémonos un poco de qué es lo que le conviene al país. Muchos hablan de la importancia de los contrapesos en la vida pública. Todo es bueno. Lo importante es que cada ciudadano se ponga en marcha, se ponga su camiseta de participación y acuda a las urnas.
La democracia moderna, más allá de los postulados que la sostienen como régimen de gobierno, se fundamenta en el fondo en la participación ciudadana. El de las urnas es uno de los mecanismos que la sostienen, pero no es todo. La participación implica, después de los comicios, estar atentos, opinar, acudir a las convocatorias, criticar, generar contrapesos, pensando siempre en el bien de la comunidad.
Vayamos pues, con ánimo decidido a esta cita histórica del próximo domingo 2 de junio. Pensemos en México y en Veracruz y no sólo en el poder.
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