En 1988 fue la primera vez que voté por Presidente de la República. Desde luego voté por Cuauhtémoc Cárdenas. Desde mese antes un grupo de compañeros y amigos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM veníamos promoviendo el voto a favor del Frente Democrático Nacional y habíamos creado una organización estudiantil que le pusimos “Convergencia Democrática” (muchos años después un partido político se llamaría igual, pero no tuvieron nada que ver entre ambos). En varias ocasiones nos reunimos con Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y otros líderes del Frente, e incluso con el propio Cárdenas a quien acompañábamos en varios de sus mítines y aquí en Xalapa estuve con él en el templete en la Plaza Lerdo.
Dos años antes, en 1986, fue el movimiento del “CEU” (Consejo Estudiantil Universitario), en la UNAM, que en varios sentidos fue precursor de lo que se vendría en el 88. Los líderes del CEU eran Imanol Ordorika, Carlos Imaz, Antonio Santos, Guadalupe “La Pita” Carrasco y Claudia Sheinbaum. En esos años hubo marchas y manifestaciones masivas, asambleas y mítines, y mucha efervescencia y reflexión política, no sólo sobre el destino de la educación pública y gratuita, sino sobre la democracia en general en nuestro país. Me consta que fue un movimiento democrático. Asistía de vez en cuando a las asambleas y reuniones y todo, absolutamente todo, se votaba. Me sorprendía la inteligencia y facilidad de palabra y discursos de estos líderes estudiantiles.
En esos mismos años, unos compañeros y yo creamos un pequeño periódico estudiantil de nombre “Con-ciencias políticas” y en alguna ocasión se nos ocurrió entrevistar a los líderes del CEU, y creo que conseguimos la cita gracias a Adolfo Llubere y a Tere Ordorika, quienes eran de nuestro grupito de amigos de la FCPyS.
Nos citaron en un Vips de Insurgentes sur. De nuestra parte fuimos Ivonne Melgar (quien hoy día es una de las periodistas más destacadas, serias y reflexivas que conozco) y yo. A la entrevista llegaron Carlos Imaz, Imanol y Claudia. No podíamos creer que teníamos a los líderes del CEU frente a nosotros en una mesa de restaurante. Nos parecía casi un privilegio inmerecido y una verdadera suerte. Frente a un café insípido les preguntábamos desde temas propios del movimiento estudiantil como sobre la necesaria e inminente transición democrática en México. He buscado en mis archivos esa publicación, pero no la encontré entre los varios ejemplares de “Con-ciencias políticas” que sí guardé.
Imaz e Imanol eran increíblemente inteligentes, muy rápidos en sus procesos mentales y respuestas. Me parecía que tenían prisa siempre. Impulsivos, perspicaces, certeros, muy sarcásticos e irónicos, hábiles en citas históricas, en números, en cifras, en datos. Creo que en toda mi vida como politólogo no he conocido personas más sagaces y avisados como ellos dos. Sobre todo, por su manejo del lenguaje y facilidad de palabra, por sus personalidades sencillas y al mismo tiempo emblemáticas. En las asambleas y mítines sus discursos hacían temblar a cientos de miles de estudiantes tanto en las plazas universitarias como en el Zócalo de la Ciudad de México y nos ponían la piel chinita. En privado también eran intimidantemente inteligentes y con un manejo perfecto del momento y lugar históricos.
Pero Claudia era otra cosa. Me parecía que Claudia, tanto en los mítines y asambleas como en esa entrevista del Vips, era más reflexiva, meditaba más sus respuestas que eran más pausadas, menos impulsivas. Claudia, toda ella, reflejaba serenidad, pero una serenidad que dejaba ver una enorme carga de análisis, de ideas, de insatisfacción social al mismo tiempo que de voluntad de transformación política.
Desde luego salimos de esa reunión no sólo emocionados como nunca, pero sobre todo apabullados por la claridad y presencia de estos tres líderes estudiantiles. Imáz y Ordorika me dejaron muy impactado por su enorme inteligencia, conocimiento y energía. Pero Claudia me impresionó por su mesura, por su presencia calma, introspectiva y reflexiva. Con los primeros me sentí emocionado, motivado, listo para luchar. Con Claudia me sentí en paz y tranquilo, pero también seguro y esperanzado.
Durante esos días y meses recuerdo pensar que esos líderes seguramente llegarían a ser, en el futuro, líderes nacionales o incluso gobernantes. No podría ser de otra forma, concluía yo para mis adentros.
El movimiento estudiantil del CEU fue un éxito. Y unos años más tarde, iniciaría la transición democrática mexicana con la lucha política de Cuauhtémoc Cárdenas, Muñoz Ledo, Ifigenia y muchos otros y otras más.
Han pasado muchos años, muchos partidos, muchos gobiernos. Mi generación nos hemos emocionado e ilusionado una y otra vez con la posibilidad de que en México finalmente tengamos la madurez política, tanto en la ciudadanía como en los líderes de todas las tendencias, para vivir en una verdadera democracia.
Este 2024 volvemos a votar por Presidente de la República. Tengo una hija de 18 años y votará por primera vez. Ella me ha dicho que tiene dudas por todo lo que escucha en medios y redes, muchas cosas de las cuales tienen mucha carga de prejuicios e ignorancia.
Efectivamente, las y los jóvenes mexicanos que votan por primera vez tienen o mucha información o no tienen nada de información. No viven como en los 80 y 90 con la voluntad de terminar con un régimen político hegemónico y con la motivación de tener una democracia plural, porque eso ya lo logró nuestra generación. Tampoco viven con la convicción de terminar con un régimen corrupto y de privilegios que se había creado desde los 90 y las dos primeras décadas del siglo XXI mexicano. Es más, creo que nuestras y nuestros jóvenes hoy en día no les importa la política en lo más mínimo. Y por un lado creo que eso está bien. Pero lo que sí es cierto es que son también ciudadanos y ciudadanas que tienen la posibilidad de votar (tanto como derecho como obligación legal).
Para mi hija y para esos millones de jóvenes que votan por primera vez, lo único que puedo dejarles es este recuerdo. Un recuerdo que, a mí, en lo personal, me da esperanza y buen augurio.
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