Los insectos, que tienen más de 3.000 años, han sido encontrados en perfecto estado de conservación en la costa suroeste de Portugal
Las abejas son básicamente inexistentes en el registro fósil, pero hace tres milenios una serie de sucesos llevaron a que estos insectos quedaran preservados en sus capullos. Son cientos de abejas momificadas las que han encontrado en la costa suroeste de Portugal, en la franja costera de Odemira. ¿Por qué ha pasado esto? ¿Cómo es que se han podido conservar después de tantos años?
Capullos de hace casi 3.000 años
Desde la formación de nuestro planeta hace unos 4.500 millones de años hasta la actualidad, la Tierra ha sufrido numerosas transformaciones. Hace 2975 años se corresponde a lo que los geólogos denominan el periodo Holoceno tardío. Este periodo abarca los últimos 11.700 años y cuyo pistoletazo de salida tuvo lugar con la finalización de la última glaciación, un tiempo que fue testigo del surgimiento de la civilización humana. Por lo general, se divide en tres partes: el Holoceno temprano (hace 11.700 a 8.200 años), el Holoceno medio (hace 8.200 a 4.200 años) y el Holoceno tardío (hace 4.200 años y que precede al Antropoceno actual).
Durante este tiempo, que marca una estabilidad climática significativa en la Tierra, el faraón Siamón gobernó el Bajo Egipto, Salomón sucedería a David en el trono de Israel y la dinastía Zhou floreció en China, entre otras cosas; pero hay un acontecimiento único que se nos pasó por alto en Portugal: un tesoro paleontológico de centenares de abejas ‘momificadas’ que se encontraban en un magnífico estado de conservación.
Investigación con parte española
El estudio, dirigido por el profesor Fernando Muñiz de la Universidad de Sevilla, fue publicado recientemente en la revista internacional Papers in Palaeontology. En el estudio se describe a las abejas a punto de salir de sus nidos o celdas cuando encontraron este aciago final.
Gracias al buen estado de conservación de los especímenes que fueron preservados hasta el más mínimo detalle anatómico, posibilitó que el equipo de investigadores determinaran no sólo el tipo de abeja que encontraron, sino también su género y el tipo específico de polen que deja la madre al formar el capullo. La sustancia es polen de Brassicaceae, que proviene de especies herbáceas comunes, lo que indica la inclinación de las abejas hacia una variedad monofloral específica.
¿Cómo se formaron?
Los capullos descubiertos son el resultado de un método de fosilización extremadamente raro: normalmente el esqueleto de estos insectos se descompone rápidamente debido a su composición quitinosa, que es un compuesto orgánico. De hecho, es el motivo por el que los tejidos blandos no suelen conservarse en el registro fósil, porque se descomponen muy rápidamente.
“El grado de conservación de estas abejas es tan excepcional que pudimos identificar no sólo los detalles anatómicos que determinan el tipo de abeja, sino también su sexo e incluso el aporte de polen monofloral que dejó la madre cuando construyó el capullo” comentó Carlos Neto de Carvalho, coordinador científico del Geoparque Naturtejo e investigador colaborador del Instituto Dom Luiz, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Lisboa—Ciências ULisboa (Portugal).
Utilizando una técnica llamada tomografía microcomputada de rayos X, el equipo de investigación pudo observar el interior de los capullos de las abejas sin destruirlos, revelando una composición compleja que puede explicar el raro caso de preservación que desafía la descomposición. Todo se debe a que cada capullo estaba revestido con un hilo de polímero orgánico impermeable producido por la abeja madre, que actuó de escudo contra los elementos y, por lo tanto, contra la descomposición por el paso del tiempo.
Pero, ¿qué causó la muerte masiva de las abejas milenarias?
Carlos Neto de Carvalho sugiere que una rápida caída de las temperaturas nocturnas al final del invierno o quizá una serie de inundaciones prolongadas durante el período de lluvias fuera de temporada podrían haber contribuido a la desaparición de estas pequeñas abejas y su posterior momificación. Sea como fuere, los investigadores apuntan que desentrañar este misterio podría allanar el camino para crear estrategias que garanticen la resiliencia de las importantes abejas en medio del cambio climático, estableciendo comparaciones entre los antiguos desequilibrios ecológicos y los desafíos actuales que amenazan a las especies de abejas actuales que comprenden actualmente más de 20.000 especies.
Este descubrimiento es el resultado de un proyecto integral que identificó cuatro sitios paleontológicos con una alta densidad de fósiles de capullos de abejas. Se empleó la datación por carbono 14, lo que reveló que estos antiguos capullos se originaron hace casi 3.000 años.
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