A una semana del impacto del huracán Otis en Acapulco, uno de los principales puertos del país sufre una doble tragedia: enfrentar la destrucción provocada por el peor huracán de la historia con el peor gobierno de la historia.

En Acapulco, lo más común era registrar huracanes categoría 1. Recordemos que el huracán Pauline, de 1997 tuvo esa intensidad, pero con lluvias más fuertes que provocaron inundaciones nunca vistas. El huracán más potente registrado en Guerrero y Michoacán fue en 1976, llamado Madeleine y de categoría 4. Pero ninguno tan destructivo como OTIS.

Lo que sucedió en Acapulco no tiene antecedente. Los modelos de pronósticos internacionales no preveían que el huracán evolucionara tan rápido como lo hizo. En tan sólo unas horas, Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán categoría 5.

Por supuesto, el gobierno de la 4T y Morena no son responsables del huracán. Ningún gobierno lo es. Lo son por no prevenir y responder con prontitud y eficacia a la emergencia. La presencia de un fenómeno totalmente atípico no justifica la incapacidad de reacción y la total ausencia de autoridad.

La imagen de un Presidente atascado en su vehículo y una gobernadora ausente atendiendo la emergencia a base de mensajes en redes sociales, quedarán para la historia de un gobierno improvisado y ruin.

En un acto más de arrogante indiferencia, López Obrador presume que “tuvimos suerte”, mientras las autoridades locales aseguran los saqueos y la rapiña son un acto de cohesión social.

Acapulco está sumido en el caos y la desesperación. El gobierno ha actuado con indolencia e ignorancia. Varios días después de la tragedia no existía un plan de emergencia –salvo el Plan DNIII que ha funcionado durante décadas-, para garantizar siquiera el acceso a agua y alimentos.

Sin un centro de acopio y distribución, hasta este fin de semana no habían entregado siquiera 10 mil despensas en un puerto cercano al millón de habitantes. Tampoco están funcionando albergues o viviendas para miles de personas que lo perdieron absolutamente todo.

Además, han mentido de manera sistemática –ya sea por ignorancia o disfrazar la tragedia- sobre los daños, el número de personas fallecidas o desaparecidas y lo que sucede en otras comunidades rurales del estado.

En mi experiencia como Presidente de la Comisión de Protección Civil del Senado de la República, puedo decir que, desde los sismos de 1986, México fue construyendo con mucho esfuerzo un robusto Sistema Nacional de Protección Civil que encontró en el Fonden una de sus herramientas más importantes.

Sin embargo, el prejuicio presidencial sobre corrupción –a la fecha no se ha presentado una sola denuncia por el uso y destino de estos recursos- privó a los estados y la población de dinero para atender los desastres naturales. Ante el dolor de un dedo, el Presidente decidió cercenar la mano del Fonden.

La retórica del presidente no devolverá la vida y el patrimonio de familias que lo han perdido todo. Nuevamente, será una tarea donde la sociedad civil será el protagonista ante la ausencia de la autoridad.

México es un pueblo que sabe unirse ante la tragedia. Ahora es el momento.

La puntita

Se les batió el arroz. Las encuestas de Morena confirmaron que no tienen asegurado ningún triunfo a Gobernador, por eso tuvieron que posponer el dedazo. Con paciencia y madurez, en el Frente Amplio estamos construyendo la candidatura más competitiva que permita echar a Morena de palacio de gobierno.