Fue en Palacio Nacional donde instruyeron difundir la idea de que la encuesta en Morena ya estaba ganada, cuando ni siquiera había arrancado. El objetivo, evidentemente, era crear en la opinión pública la sensación de que todo estaba decidido a favor de Claudia Sheinbaum y lo que seguía era mero trámite.

Nada más alejado de la realidad: la encuesta en Morena tiene competencia, no está decidida, aunque varias casas estadísticas hayan salido, en semanas previas, a mostrar diferencias abismales en pro de la exjefa de la CDMX.

La distancia entre los aspirantes, particularmente entre el uno y el dos, encajan en el empate técnico, lo que llevaría al partido a buscar alguna negociación con los punteros o, bien, a que sea el propio presidente el que decida la suerte de quién habrá de encabezar la candidatura.

De hecho, ante la poca diferencia que existe entre los dos primeros lugares, al interior de Morena se desviven por favorecer a la candidata de López Obrador intentando engrosar los números, cuando a todas luces la contienda no se mueve (del todo) en esos terrenos.

Si bien es cierto Sheinbaum puede alzarse con la victoria, también es una realidad que Ebrard puede considerarse competitivo hasta el final, resultando ofensivo para el proceso dar por sentado (a través de campañas mediáticas), que ya existe un ganador por amplio margen.

En este mismo espacio adelanté que AMLO decidió (en reunión con su equipo cercano) que Sheinbaum gane la encuesta, y quizá así ocurra, pero nada está “cantado” ni “apabullante”, al menos hasta que se haga el anuncio oficial.

El Frente ya mostró unidad, a marchas forzadas y quizá a “regañadientes”, ¿se arriesgará AMLO a que no ocurra lo mismo en su movimiento? Veremos.