Un estudio preclínico realizado por investigadores del Weill Cornell Medicine y el Burke Neurological Institute (Estados Unidos) ha obtenido resultados prometedores con una molécula de diseño no opioide para tratar el dolor neuropático crónico calmando las neuronas sensoras del dolor hiperactivas del sistema nervioso periférico.

En el estudio, publicado en el ‘British Journal of Anaesthesia’, se comprobó que el primer fármaco de su clase conceptualizado por el autor principal, el doctor Gareth Tibbs, funcionaba según su diseño tanto a nivel molecular como analgésico aparentemente sin efectos secundarios en ratas.

«Con una dosis única o siete días de dosis diarias, observamos una reversión significativa de los signos de dolor neuropático en los roedores», ha declarado la doctora Dianna Willis, coautora principal, directora asociada del Instituto Neurológico Burke y profesora adjunta de neurociencia en el Instituto de Investigación del Cerebro y la Mente de la Familia Feil de Weill Cornell Medicine. «Tampoco observamos signos de efectos secundarios cardíacos, sedación o adicción», ha añadido.

«Son resultados alentadores y, si los estudios preclínicos ulteriores van bien, solicitaremos comenzar un ensayo clínico inicial», ha afirmado el coautor principal del estudio, el doctor Peter Goldstein, profesor de anestesiología en Weill Cornell Medicine y anestesista en el NewYork-Presbyterian/Weill Cornell Medical Center.

El dolor neuropático suele producirse por daños en las neuronas del sistema nervioso periférico, la red de nervios fuera del cerebro, y se calcula que afecta a decenas de millones de personas en todo el mundo. Es muy difícil de tratar con eficacia: las terapias actuales de primera línea, como el antiepiléptico gabapentina y el antidepresivo duloxetina, no funcionan bien y tienen importantes efectos secundarios. Los analgésicos opiáceos también son relativamente ineficaces contra el dolor neuropático crónico y tienen efectos secundarios potenciales aún peores, como la adicción y el riesgo de intoxicación mortal.

El nuevo enfoque surgió de una convergencia fortuita de líneas de investigación dispares y de una idea tangencial basada en la oceanografía.

Una de las primeras observaciones críticas demostró que el dolor neuropático derivado de la hiperexcitabilidad de las neuronas periféricas se ve favorecido en parte por un nivel anormal de actividad de una familia de proteínas, denominadas canales iónicos HCN, que abarcan la membrana celular de las neuronas.

Los canales HCN1 y HCN2 se consideran ahora las dianas más relevantes para tratar el dolor neuropático periférico, pero hacer realidad esa promesa es problemático. Los canales HCN2 también se expresan ampliamente en los tejidos cardíacos, y tanto los canales HCN1 como los HCN2 se encuentran ampliamente en el cerebro. Así pues, atacar el HCN2 o el HCN1 con un fármaco que penetre en el cerebro podría tener importantes efectos secundarios cardíacos o neurológicos.

Por otra parte, el grupo del doctor Goldstein ha descubierto que el anestésico propofol, un fármaco seguro y de uso muy extendido del que se suele pensar que actúa potenciando la actividad de una clase distinta de canales iónicos llamados receptores GABAA que inhiben la actividad neuronal, también era un inhibidor eficaz de los canales HCN centrales con una marcada preferencia por el HCN1.

Basándose en estos descubrimientos, el doctor Tibbs planteó la hipótesis de que si se pudiera unir al propofol un ‘ancla’ química adecuada, la molécula no solo quedaría excluida del cerebro, sino que en la periferia también funcionaría como una ‘batisfera molecular’. Con el ‘ancla’ atrapada fuera de una célula, el propofol atado quedaría libre para ‘hundirse’ en la membrana celular de una célula nerviosa periférica y silenciar los canales HCN1 incrustados.

«En cierto modo era una idea ridícula, pero lo que demuestra el presente trabajo es que, con el grupo de colaboradores adecuado, lo ridículo puede convertirse en realidad», ha afirmado el doctor Tibbs, investigador principal asociado de anestesiología en Weill Cornell Medicine. «Al hacerlo, creemos que hemos creado un potencial antihiperalgésico clínico, allanando el camino para desarrollar toda una clase de terapias novedosas que pueden construirse para dirigirse a cualquier proteína de interés terapéutico incrustada en la membrana periférica».

Basándose en el trabajo que los doctores Tibbs y Goldstein publicaron en 2013 y en estudios de modelado computacional y electrofisiológicos, el nuevo fármaco resultante, BP4L-18:1:1, tiene las propiedades moleculares adecuadas para ser un medicamento eficaz.

Fundamentalmente, las pruebas realizadas en roedores con una formulación oral, apta para su administración en forma de píldora, demostraron su eficacia contra el dolor neuropático, su exclusión del cerebro y un buen perfil de seguridad.

«Nuestro candidato a fármaco BP4L-18:1:1 tiene el potencial de transformar el panorama del tratamiento para millones de personas que viven con dolor neuropático crónico», ha señalado el fundador de Akelos, el doctor Steven Fox. «A diferencia de los narcóticos adictivos, esta molécula trata realmente el dolor en su raíz sin efectos secundarios perjudiciales. Este estudio histórico demuestra una prueba de concepto vital y representa una nueva frontera floreciente en terapéutica», ha finalizado.

europapress.es

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