Con el calor, comer apetece poco, especialmente un plato caliente. Sin embargo, conforme pasan las horas y tu cuerpo no ha ingerido sólidos, por más fatigado que te encuentres a causa de las temperaturas, tu estómago comenzará con su peculiar alarma: ese «rugido» que a veces atribuimos a «las tripas», a veces a la barriga porque en general nunca sabemos bien de dónde viene. Eso sí, como la naturaleza es sabia, lo importante lo reconocemos pronto: hay que alimentarse.
Tu sistema digestivo usa diferentes formas para recordarte que necesita nutrientes. Uno de estos trucos es este, una especie de gruñido que convierte tu interior en lo que parece una bestia a veces. El fenómeno es tan común como desconocido, pero la ciencia conoce bien su mecanismo.
El tracto digestivo humano incluye la boca, el esófago, el estómago, los intestinos y el recto. En su conjunto, es un tubo largo lleno, a fin de cuentas, de músculos. Para mover la comida de un extremo al otro, estos músculos se contraen siguiendo una serie de secuencias casi automáticas: se mueven uno tras otro, uno al otro, y así sucesivamente para empujar la comida a lo largo de todo el camino desde que entra hasta que sale. Estas contracciones musculares en forma de ondas se conocen como «peristaltismo».
Tus músculos también se ponen nerviosos
Cuando el estómago y el intestino delgado permanecen vacíos durante unas horas, y especialmente a partir de dos, los músculos que lo conforman y protegen comienzan su tarea porque ya han esperado bastante, podríamos decir.
Los receptores que hay en las paredes del estómago, que detectan la ausencia de alimentos, provocan una generación refleja de ondas de actividad eléctrica en el sistema nervioso
Lo hacen, además, porque los receptores que hay en las paredes del estómago, que detectan la ausencia de alimentos, provocan una generación refleja de ondas de actividad eléctrica en el sistema nervioso. En otras palabras: nuestro organismo se pone nervioso a diferentes niveles, y este es uno de ellos; otro, cuando esperas a alguien y no llega. Tú músculos son igual que tú.
Es entonces cuando dichas ondas viajan a lo largo del estómago y el intestino delgado, y provocan lo que desde fuero suena a un «rugido». Concretamente, comienzan en el antro (o región inferior) del estómago y se van extendiendo a lo largo de todo el intestino. No son otra cosa que contracciones, pero de hambre.
No solo cuando tenemos hambre
Una vez que los músculos se ponen nervioso, pueden permanecer con su alteración durante diez, quince e incluso veinte minutos. Si pasado ese tiempo no le damos lo que quieren, volverán a repetir la misma técnica cada una o dos horas, hasta conseguirlo.
Por supuesto, los ruidos estomacales no solo ocurren cuando tenemos hambre. Es más, también pueden aparecer cuando el estómago está lleno, pero en este caso lo hace porque durante el proceso de digestión la comida se va mezclándose y, por tanto, revolviéndose, y suena.
Ten en cuenta que a veces pueden ser señal de algo más como problemas digestivos. Si la sensación va acompañada de dolor (y sobre todo si ya has comido o no localizas una causa concreta de ese ruido), lo mejor que puedes hacer es acudir a un profesional.
elconfidencial.com
Conéctate con Formato7:
LA RATA VENGADORA | Cisneros aprieta; Cuitláhuac no sabe qué hacer con él