No es nada fácil explicar la felicidad. Sabemos que es una emoción; por lo tanto, creemos que si
estamos de buen humor o tenemos buenas noticias, podemos sentir la felicidad. También creemos
que si no tenemos problemas, somos felices. Sin embargo, el asunto de la felicidad va más allá.
De acuerdo a experimentos, la felicidad no se da de manera continua por periodos largos.
La felicidad es una emoción que se presenta durante tiempos bastante cortos. Es decir, la felicidad es
intermitente, no continua como pudiera considerarse. Si lo que nos provocó felicidad en un
momento se repite constantemente, deja de provocarnos esa sensación de placer o euforia; y
serán otras emociones las que nos hagan sentir placer.
Sin embargo, cuando el cerebro padece algún desequilibrio provocado por la carencia de alguna
hormona, será difícil alcanzar la felicidad hasta en tanto no se resuelva la falta de producción de
cualquiera de las hormonas, cuyo efecto será el bienestar o placer de la persona.
La oxitocina es una de las hormonas que producen la sensación de la felicidad. Esta hormona la
produce el cerebro cuando este órgano se encuentra en condiciones normales de funcionamiento.
Según Mario Alonso Puig, la oxitocina es la hormona del encuentro. Hace que nuestras barreras se
disuelvan; que las formas de pensar y de sentir no sean un obstáculo.El doctor Puig agrega que la oxitocina protege el corazón de eventos cardiacos y a nosotros nos
protege de infecciones.
Podríamos no poder explicar qué es la felicidad, pero nuestro cuerpo la reconoce.
La felicidad y el amor van en el mismo camino. Si hay amor, hay felicidad. Está demostrado que el
amor es un factor importante para alargar la vida. Todo nuestro organismo es muy sensible al
amor.
Una persona rodeada de gente querida activa el sistema nervioso parasimpático, y potencia que el
sistema inmune actúe donde debe actuar.
La violencia verbal tiene efectos nocivos en nuestro organismo. Por el contrario, las palabras
motivantes nos provocan efectos favorables.
Si una persona interpreta incorrectamente alguna palabra dicha por algún médico en relación a su
salud, que la persona interprete que no tiene cura, puede morir por la sola sugestión.
Las palabras pueden tener un enorme poder para sanar o para enfermar. Por eso tenemos que
hablarnos con cordialidad y con cariño. Eres tú el que con tu forma de hablar determina si has
caído en un bache o en una tumba.
El autor de esta columna, ingeniero Fernando Padilla Farfán, otorga los créditos respectivos al
doctor Mario Alonso Puig, conferencista y escritor español, que ha dedicado gran parte de su vida
a investigar cómo desplegar el potencial humano, en momentos de desafío, incertidumbre y
cambio.
#fernandopadillafarfan