La tecnología 3D ha permitido conocer más sobre la embarcación maya de madera, de 2.15 metros de largo, que apareció en un cenote cerca de las ruinas de Chichén Itzá. Los arqueólogos dicen que pudo ser creada para depositarla en una ofrenda. Alrededor de la embarcación se han localizado 38 restos óseos, entre ellos un metatarso humano, huesos de armadillo, perro, pavo y águila
En la ruta del Tren Maya, arqueólogos subacuáticos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) localizaron una canoa de madera casi intacta al interior de un cenote, cerca de Chichén Itzá, el gran centro ceremonial maya, en la península de Yucatán, como parte de las labores de salvamento arqueológico en las obras del Tren Maya. Es la primera canoa de este tipo que se encuentra completa y tan bien conservada en el área maya.
En aquel 2021, los investigadores lanzaron dos hipótesis: podría haberse empleado para la extracción de agua o para el depósito de ofrendas durante rituales. Hoy lo tienen más claro y han hallado nuevas evidencias, luego de que muestras orgánicas de la balsa se enviaran a laboratorios e investigadores de la Sorbona de París para un análisis exhaustivo. Los especialistas se han decantado por el uso ritual de la antigua embarcación, a partir de estudios iniciales en laboratorios de México y el extranjero.
La responsable de la Oficina Península de Yucatán de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH, Helena Barba Meinecke, informó que las inmersiones, hechas a partir de octubre de 2021 en el cenote San Andrés, han permitido realizar modelos 3D de la canoa y precisar sus dimensiones: 2.15 metros de eslora (longitud), 45 centímetros de manga (anchura) y 36.5 centímetros de puntal (altura).
La construcción de modelos 3D en la arqueología es ya muy común. Existen suficientes ejemplos de programas de digitalización que elaboran modelos fieles de objetos que ofrecen color, dimensiones y textura precisas. Las técnicas usadas son el escaneo con luz estructurada y la fotogrametría. Los trabajos realizados han permitido que en estos momentos se puedan construir modelos con calidad métrica contrastada, color calibrado y alta resolución de la mayoría de los objetos arqueológicos y obras de arte, por mencionar algunos.
De acuerdo con la arqueóloga, durante la exploración de la cavidad donde se halló la canoa se tomaron muestras tanto de la madera de la embarcación, como de restos óseos descubiertos alrededor de esta. Hasta ahora se han identificado 38 restos óseos correspondientes a siete individuos de diferentes especies animales: armadillo, pavo, perro y águila. Además, se ha reconocido un resto humano, asociado con un hueso metatarsiano del pie izquierdo de una mujer adulta.
Los huesos de armadillo y la presencia del metatarso humano llevan a los expertos a teorizar el uso ritual de la canoa y su colocación en la caverna antes de que esta se inundara.
Los restos del armadillo, cuya capacidad natatoria le permite contener su respiración y cruzar cuerpos de agua sujetando sus garras al suelo, sería una alusión al ingreso de dicho animal al inframundo, tomando en cuenta la concepción maya de las cuevas inundadas, seminundadas y de los cenotes como portales a dicho espacio cosmogónico, contó la arqueóloga Helena Barba, quien participó en el foro junto con los arqueólogos Jesús Gallegos Flores, adscrito a la SAS en la península de Yucatán, y Alexandra Biar, del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS).
Según Alexandra Biar, se conocen imágenes en cerámica maya en las que este animal aparece como un “taburete de los dioses”, con personajes que posan sus pies sobre él, lo cual se enlazaría directamente con la evidencia arqueológica observada en el cenote. El uso ritual de la canoa, afirman, también se respalda en la propia morfología de la embarcación, pues al tener una proa y una popa muy pesadas, su capacidad de navegación debió ser limitada en aguas más dinámicas, de allí que no descartan que hubiese sido creada con fines simbólicos.
Sobre los estudios hechos a la madera de la canoa, Biar señaló que los análisis por carbono 14, efectuados con apoyo del CNRS, han arrojado que el material orgánico data del siglo XVI y no del periodo Clásico Terminal (830-950 d.C.), que predomina en el sitio arqueológico de San Andrés.
Aun cuando esto indicaría la continuidad de las prácticas rituales mayas asociadas con los cuerpos de agua durante la época del contacto con los españoles, los especialistas enfatizaron que los estudios realizados al agua del cenote, en el Cinvestav Unidad Mérida, con apoyo de la investigadora Dalila Aldana Aranda, mostraron concentraciones de microplásticos que podrían incidir en los fechamientos, de allí que se planean nuevas inmersiones para tomar muestras adicionales de la madera y del material óseo del contexto sumergido.
La canoa maya se investiga in situ, en apego a los protocolos de conservación dictados por la Convención 2001 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático.
El momento del hallazgo de la canoa en la ruta del Tren Maya
Helena Barba Meinecke, la responsable de la subdirección de Arqueología Subacuática para la península de Yucatán, cuenta el momento exacto en el que ocurrió el hallazgo. “Estaba en una parada de seguridad. Cuando se hace buceo a más de 20 metros de profundidad, se realiza una pausa cada cierto tiempo. Me detuve para ubicar hasta dónde llegaba el espejo de agua durante la época prehispánica. Ahí, me percaté de una cavidad en la marca de agua que tenía un grosor bastante considerable, eran unos 90 centímetros y empecé a seguir la mancha negra que se ve en la roca. Me metí un poquito a la cueva y de repente vi lo que parecía ser un tronco de algún árbol, hasta que lo toqué y lo vi de frente, me di cuenta de la forma y dije: ‘¡Esto no es un tronco!’. Al interior de la embarcación había marcas de cortes muy rectos, que no eran hechas por la naturaleza, sino por el hombre”, describe emocionada la arqueóloga náutica y subacuática.
Sus colegas, investigadores de universidades como la Sorbona y especialistas en navegación maya, confirmaron sus sospechas. “Esto definitivamente fue hecho por el hombre”, le dijeron. Las marcas de cortes realizadas con una especie de hacha hacia el interior y, más tarde, la fotogrametría —un modelo en tercera dimensión de la embarcación— que ayudará a su estudio y divulgación virtual lo confirmaban.
En Mesoamérica se han encontrado apenas algunos vestigios de embarcaciones. Remos en sitios arqueológicos como Belice; también en Guatemala, sobre todo de grupos de lacandones. En el caso del centro de México hay representaciones de cómo eran las canoas de aquel tiempo en los códices.
“No eran un solo tipo, había muchísimas clases, pues no solo se navegaba por los mares. En el caso de la península yucateca, desde Honduras hasta Tabasco, también se hacía cabotaje, es decir, navegaban pegaditos a la costa”, explica la arqueóloga. De acuerdo con los incipientes estudios sobre el tema, los mayas navegaron muy intensamente. Pero esta canoa es excepcional. “Lo que llama la atención es que está casi intacta, que estaba dentro de una cueva, cerca de vasijas, carbón y pintura mural; también que tuvimos la enorme suerte de entrar a ver qué había ahí, en esa cavidad».
Durante el Posclásico los mayas habían organizado una gran red comercial que se extendía hasta el centro de México, al norte; y hasta el Golfo de Honduras y Panamá, al sur. La ruta marítima que rodeaba la península de Yucatán tocaba las desembocaduras de los ríos o sitios terrestres desde donde se distribuían las mercaderías. El antiguo esplendor del periodo Clásico en las ciencias y en las artes fue sustituido por el auge comercial.
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