En tiempos electorales, México vive una gran paradoja: mientras las encuestas cuentan cada vez con menos credibilidad, prácticamente todos los partidos políticos las tienen hoy como su principal mecanismo para elegir a sus candidatos.

Lo digo sin ambigüedades: yo sí creo que las encuestas pueden ser un mecanismo confiable para la elección del candidato de la alianza opositora al gobierno de Veracruz; y como aspirante, me someteré al resultado que arrojen las mismas, siempre que se cumplan al menos tres condiciones que garanticen certeza y rigurosidad:

Primero, el diseño del cuestionario debe ser neutral, representativo y que no induzca las respuestas. Segundo, su levantamiento en el campo debe ser preciso, riguroso, cara a cara y en el domicilio del encuestado, garantizando transparencia y neutralidad. Y tercero, el procesamiento y análisis de los datos recabados debe dejar de lado intereses individuales de los partidos políticos participantes.

Si estas tres condiciones se cumplen, seré el primero en reconocer el resultado. En una decisión tan importante para el país y para Veracruz, la encuesta no puede ser a favor “de quien la paga”.

Pero, ¿por qué los electores han perdido la confianza en las encuestas?, si se trata de un mecanismo estadístico, con una metodología que garantiza la certeza en el resultado, acaso con un margen de error de más/menos el tres por ciento.

En la osteoporosis que sufre hoy nuestro sistema político, las encuestas se han convertido en una herramienta estratégica para validar una serie de decisiones que la mayoría de las veces no cuentan con la legitimidad necesaria.

La política ha pervertido en tal grado a las encuestas, que la mentira suele vestirse de verdad. En muchos casos, han sido despojadas de su metodología para ser utilizadas como instrumento de ideologización y manipulación.

Y el caso más evidente es Morena. Hasta ahora, ningún aspirante a la dirigencia nacional de ese partido o a una candidatura a gobernador tiene la más peregrina idea de la metodología y el resultado de la encuesta en la que resultó perdedor. Simplemente han tenido que reconocer el resultado.

Curiosamente, la encuesta siempre coincide con los deseos del Presidente, lo que hoy ha despertado el temor y la desconfianza de algunas corcholatas presidenciales.

¿Cómo creer entonces en una encuesta anónima, sin metodología, excluyente y con respuestas inducidas, levantadas en redes sociales? La perversión de las encuestas electorales que se publican redes o grupos de WhatsApp sólo pretenden engañar al ciudadano indeciso.

Pero tampoco creo en la afirmación de que la verdadera encuesta se realiza el día de la jornada electoral. Eso es falso. Una elección es cuando los ciudadanos ejercen un derecho y no manifiestan una opinión.

Reitero lo dicho. Yo sí creo en las encuestas porque creo en la ciencia estadística que da sentido a los datos. Así lo aprendí en el Centro de Estudios Constitucionales de Madrid donde cursé un Seminario sobre encuestas. Así lo defenderé en esta ocasión.

Estoy listo para participar en la encuesta, libre e informada, para definir quién será el candidato de la alianza opositora al gobierno de Veracruz.

La puntita

Veracruz ha perdido 10 mil empleos en sólo tres meses. la economía está en caída libre. Mientras, los morenistas gastan millones de pesos del erario público para promoverse y asegurarse un nuevo empleo.