De entre la multitud presente en el Expo Center Norte de Sao Paulo, Miguel Nicolelis era quizás la persona más escéptica de todas en lo que se refiere a la inteligencia artificial. No es que niegue el valor de esta tecnología de la que todo el mundo habla, pero su visión va más allá, de hecho, directo al cerebro. Escuchar sus comentarios sobre los algoritmos presentes en nuestras vida diaria hace que uno se pregunte si esta tecnología nos podría volver tontos, hacernos perder capacidades ganadas con miles de años de evolución.
Este neurocientífico brasileño establecido en Carolina del Norte, Estados Unidos, fundador del proyecto Walk Again y profesor emérito de Neurociencia en la Escuela de Medicina Duke, dio la opinión menos popular sobre la inteligencia artificial durante el Universo Totvs, la convención que cada año realiza la compañía brasileña de software empresarial Totvs que en esta edición estuvo particularmente en línea con el hype que ha provocado la inteligencia artificial generativa desde la irrupción de ChatGPT en noviembre pasado.
Mientras el moderador del panel Dioses y monstruos de la inteligencia artificial mencionaba con entusiasmo cómo ChatGPT llegó a los 100 millones en solo dos meses —con lo que superó a TikTok, que le tomó 9 meses, y a Instagram, que tardó 2 años y 2 meses— y el público asentía con la cabeza como reafirmando la frenética penetración del chatbot que hace de todo, el neurocientífico Nicolelis expresaba otro tipo de preocupación, además, claro, de la amenaza para miles de puestos de trabajo que supone la inteligencia artificial generativa.
“Vamos a tener un problema grave de desempleo en las próximas décadas, pero más que eso, mi mayor preocupación es cuánto esta conveniencia para obtener productos intelectuales (a través de ChatGPT o similares) contaminará la mente humana hasta el punto de que las personas pierdan esas habilidades intelectuales, matemáticas, filosóficas, científicas, que tardaron milenios en acumularse y desarrollarse”, advirtió el también fundador del Centro para la Neuroingeniería de la Universidad Duke, ubicada en Carolina del Norte, Estados Unidos.
Mientras afuera del foro principal del Universo Totvs se hablaba con buenos ánimos sobre la integración de la inteligencia artificial generativa para mejorar los rendimientos de las compañías, al interior de la plenaria el neurocientífico Nicolelis ponía en aviso que el auge de los algoritmos que facilitan nuestra vida diaria podría suponer la pérdida de funciones cognitivas, intelectuales, estéticas. “ChatGPT podrá resumir un texto con claridad, con coherencia, con buena ortografía y sintaxis ¿pero qué porcentaje de la población brasileña podrá hacer eso en el futuro?”.
El neurocientífico quiso ilustrar su punto. ¿Cuántas personas de aquí saben extraer la raíz cuadrada con lápiz? Preguntó a la multitud y solo algunas cuantas manos se alzaron. “Cuando yo iba a la escuela era el 100%. Si hacemos esta pregunta en 30 años, la respuesta va a estar cerca de cero porque no vamos a tener la mente entrenada para hacer eso”. Su reflexión sugirió que en un futuro la educación aritmética podría desaparecer ya que la inteligencia artificial generativa estará tan bien entrenada y será tan masivamente adoptado que solo hará falta apretar un botón.
Según Nicolelis, esto es algo que ya se empieza a ver en las sociedades actuales. Puso de ejemplo el GPS. El neurocientífico refirió un estudio aplicado a taxistas de Londres que querían aprobar el examen de conducir —que es realmente difícil—. En las pruebas de manejo y ubicación geoespacial los aspirantes no podían usar aplicaciones como Waze o Google Maps, y resultó que los choferes de mayor edad, acostumbrados a ubicarse con referencias espaciales, salieron mejor evaluados que los conductores jóvenes, que se perdían en el camino.
En los choferes más experimentados se encontró que hubo un aumento de una región del cerebro llamado hipocampo, que es responsable de la navegación espacial, pero también es responsable de la comunicación con el portal cerebral. “Es un proceso de consolidación de la memoria, un área clave para nuestra adquisición de memoria a corto plazo que convertirá en recuerdos para toda la vida”. En cambio, en los taxistas que se perdieron porque dependen más de las aplicaciones de GPS, no fue así. La hipótesis de los científicos encargados del estudio es que esta área del cerebro en realidad está retrocediendo en lugar de agrandarse en los conductores más jóvenes.
“Entonces estamos modificando las estrategias biológicas de resolución de problemas y esto está teniendo un impacto en la estructura física de nuestro cerebro. Deberíamos tener una preocupación ética para que esta situación no continúe de esa manera”, alertó Miguel Nicolelis, mientras algunos de los presentes en su charla asentían con la cabeza. Ese no fue el único ejemplo del especialista para advertir sobre el impacto físico de las tecnologías que día con día usamos.
Nicolelis relató que en algún viaje de trabajo a China descubrió que las empresas que producen videojuegos tienen un ejército de neurocientíficos entre su personal que les ayudan a tomar decisiones en tiempo real para mantener enganchadas a las personas. Es decir, después de que los usuarios pierden varias veces y están a punto de renunciar al juego, éste artificialmente se vuelve más fácil para que los cerebros de los niños estuvieran continuamente involucrados en el juego.
Estas dosis de dopamina tienen un precio neurológico, alertó el experto, como trastornos de sueño, ansiedad, sensación de angustia o soledad. En Estados Unidos, por ejemplo, se ha registrado una caída en el vocabulario de los adolescentes en los últimos 70 años, y esto podría empeorar. “Cuantos más enlaces tienes en el texto menos atención puedes mantener en el texto principal. Cuanto más hace clic en los hipervínculos de un texto, menos información guardas del texto original y esto ha influido en cómo interpretan los niños. No sé cómo será en unos años, eso será explorado por los historiadores y los filósofos”, expresó Nicolelis.
Forbes
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