Aunque la candidata de su partido ganó la elección de gobernador del Estado de México –la entidad con el mayor padrón electoral del país–, el presidente López Obrador y los dirigentes y operadores políticos de Morena saben que este resultado no les garantiza un triunfo holgado en los comicios presidenciales de 2024, pues en el Edomex, donde la oposición acusa que se trató de “una elección de Estado”, la diferencia fue de sólo 8 puntos y no de 18 o 20% como lo esperaban, mientras que en Coahuila fueron arrasados por la coalición del PRI-PAN-PRD debido a que en esa entidad norteña el partido guinda no logró sumar desde el inicio de las campañas a sus aliados del PVEM y PT, cuyos abanderados se negaron a sumarse a la candidatura del senador morenista Armando Guadiana, luego de que ambas dirigencias nacionales, demasiado tarde, fueron forzadas a declinar por el empresario del carbón una semana antes de los comicios.

Esa noche del domingo 4 les quedó claro que Morena difícilmente ganará por sí sola la próxima elección presidencial. Por eso no fue casual que, a la noche siguiente, con el pretexto de celebrar el triunfo de la maestra Delfina Gómez, futura gobernadora del Edomex, el presidente convocara a una cena en la que insistió en la unidad, tanto a los cuatro aspirantes de Morena que pretenden sucederlo como a los dirigentes partidistas y algunos mandatarios estatales reunidos en un restaurante del centro histórico de la Ciudad de México.

Sin embargo, por lo que ha trascendido, la mayor deferencia del Ejecutivo federal fue hacia su canciller Marcelo Ebrard, del cual retomó algunas de sus condiciones para garantizar la equidad en el proceso interno para designar al candidato a la Presidencia, entre ellas la de que los precandidatos renuncien a sus cargos, lo que la jefa del Gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum, y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, se negaban a aceptar.

Pero al día siguiente, Ebrard metió presión al anunciar su separación de la Secretaría de Relaciones Exteriores a partir del próximo lunes 12. Y es que, obviamente, el canciller está en desventaja porque ni cuenta con el presupuesto multimillonario y la exposición mediática del Gobierno de la CDMX ni tiene la operación y proyección política del titular de la SEGOB, quien en ocasiones representa oficialmente al Jefe del Ejecutivo federal y a veces ocupa su lugar en las conferencias mañaneras de Palacio Nacional.

López Obrador, pues, busca cortejar a Ebrard para no darle motivos de romper con Morena si la encuesta oficial no le favorece para ser inicialmente designado como “Coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación” antes de ser registrado oficialmente como aspirante Presidencial.

Y es que últimamente cobraba fuerza la versión de que el canciller podría ser el candidato de Movimiento Ciudadano si el partido obradorista no lo postulaba.

Sus malquerientes han divulgado que el rompimiento de Ricardo Mejía Berdeja con Morena y su posterior candidatura al gobierno de Coahuila bajo las siglas del PT fue un mero ensayo del Plan B de Ebrard para el 2024.

Las elucubraciones se basan en que, como diputado federal de MC, el exsubsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana –a quien López Obrador ha reprochado públicamente que se fue de su gabinete “sin decir adiós”– fue el que defendió hace nueve años en el Congreso a Ebrard cuando era perseguido por el primer escándalo de la Línea 12 del Metro.

Ayer, mientras Adán Augusto, como Kalimán –el llamado Hombre Increíble– pedía “serenidad y paciencia” a los demás aspirantes presidenciales de su partido, Claudia  Sheinbaum declaró que antes de decidir si se separa de la Jefatura de Gobierno de la CDMX esperará hasta el domingo para ver qué deciden los cerca de 360 miembros del Consejo Nacional de Morena. Ambos, por cierto, controlan a la mayoría de los consejeros.

A ver cómo le va a Ebrard, quien al día siguiente entregará la Cancillería.