En un año estaremos eligiendo a la presidenta o presidente en un proceso que puede ir de ser la elección más controvertida… o de las más tranquilas.
Decimos esto porque si bien existe la polarización entre grupos de la sociedad mexicana, también está claro que Morena enfrenta a la oposición (partidos) más débil, pusilánime y sometida de muchos años.
Así las cosas, a un año de distancia de que, por un lado, López Obrador se esté jugando la continuidad de su proyecto y, por otro, diversos sectores de la población quieran arrebatarle el poder presidencial porque se sienten agraviados, insultados, inseguros y maltratados, no se sabe si eso termine en un choque de trenes o en una elección más a la mexicana.
Y esto es así porque quienes deberían representar la inconformidad o enojo de millones de mexicanos, expresados todos los días en las redes sociales y en pláticas, no saben o no quieren enfrentar a la 4T y a su líder, que también a diario se burla de ellos, les da consejos, los humilla y los hace ver pequeños y sin fuerza.
El Presidente y Morena tienen muy claras sus metas, la forma de lograrlo y con qué conseguirlo. Quieren retener la presidencia y gubernaturas, así como volver a controlar las cámaras de Diputados y Senadores.
¿Están en posibilidad de repetir en 2024 lo que obtuvieron en 2018, cuando la gran mayoría votó contra la corrupción del gobierno de Peña Nieto y los agravios aún frescos de los panistas Fox y Calderón? Sí.
Solo tienen que replicar por todo el país el método aplicado en Veracruz en las elecciones de 2021, cuando espantaron o detuvieron a candidatos y hubo coordinación entre la policía de Seguridad Pública, la Guardia Nacional, el Ejército, la Marina, el OPLE y otros grupos que saben cómo disuadir a los opositores. Ahora le pueden agregar al INE.
¿La oposición le puede quitar la presidencia, gubernaturas y el control de las Cámaras a López Obrador? Así como está y actúa, no.
PAN, PRI, lo que queda del PRD y Movimiento Ciudadano, queriendo o no, bailan al ritmo que les toca el Presidente.
Marko Cortés no controla ni a los grupos que se pelean dentro del PAN. Alito está empeñado en salvarse y al PRI lo quiere manejar como un remedo del Partido Comunista de la Unión Soviética al concentrar todo el poder. Al PRD no hay necesidad de hacerle algo por lo mal que está y Dante Delgado –“con el PRI ni a la esquina”- acaba de mostrar por dónde lo pueden apretar.
Localmente vemos cómo están esos partidos. Federico Salomón, dirigente del PAN, no puede ni quiere arreglar las diferencias que tiene con el coordinador de los senadores del PAN, Julen Rementería, ni con quien representa al grupo contrario a sus jefes, Joaquín Rosendo Guzmán Avilés.
En el PRI, como otra muestra de su política chicharronera, Alito prolonga la dirigencia de Marlon Ramírez porque así le conviene y manda a volar los estatutos.
Tal vez por eso siguen las deserciones no oficiales en el PRI, pues grupos y personajes que tienen influencia y ganan elecciones están aceptados y listos para participar en las próximas elecciones… en las filas de Morena.
Solo falta ver qué dice la mayoría de la sociedad.