Todo mundo sabe en palacio de gobierno que la relación entre Cuitláhuac García y Patrocinio Cisneros se detiene con alfileres; algo así como la relación que Erik Lagos (en tiempos del tricolor), sostenía con varios del gabinete: sólo por la obligación del organigrama.
Cisneros tiene tiempo apuntando a su auténtica jefa, al igual que Juan Javier Gómez Cazarín: Rocío Nahle. Eso, (aunado a su falta de liderazgo), ha llevado al gobernador a perder cualquier tipo de control interno cuando aún no llega ni el quinto informe de labores.
Ningún mandatario en Veracruz perdió las riendas (ni dejaron de cuadrársele) hasta cuando restaban 12 meses de gobierno. El ingeniero ya no es más gobernador aunque en el papel lo sea, (obtenga o no Nahle su candidatura), pues Sergio Gutiérrez seguirá intentándolo.
Son ya varias meses sin que las acciones importantes las autorice García Jiménez; tanto Cisneros como Gómez Cazarín escriben o marcan a Nahle, y sólo avisan (por cortesía), a Cuitláhuac García. “El rey ha muerto, viva el rey”, y eso que la secretaria federal aún no amarra aparecer en la boleta.
Sin embargo, varios en el propio gobierno subestiman a García Jiménez; ignoran que hay alguien que lo escucha mucho, (quizá más que a la propia Nahle). Olvidan que el hijo de Atanasio García continúa siendo el mandatario consentido de AMLO, y eso, para la forma en que se maneja el tabasqueño, cuenta más que la capacidad o carisma.
AMLO prometió a Cuitláhuac García la designación de un nombre para “la posición uno” rumbo al senado, o si las cosas no salen bien entre Nahle y Gutiérrez Luna, la selección de aquel (o aquella) que habrá de aparecer en la boleta, y que (lógicamente) no pasa por su secretario de gobierno, (y quizá sí por su titular de educación).
Del plato a la boca se cae la sopa, y aunque es un dicho harto conocido, varios (y varias) morenistas parecen no recordarlo.
Veremos quiénes se quedarán con las manos vacías.
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