Ayer, 3 de mayo, se cumplieron dos años del colapso de una trabe del tramo elevado de la Línea 12 del Metro en la Ciudad de México. El saldo fue de 26 muertos y 103 personas lesionadas. Y, hasta ahora, ni la promesa presidencial de justicia para las víctimas ni la de su operación completa se han cumplido. Eso sí, los dos principales implicados: el canciller Marcelo Ebrard, quien como jefe del gobierno capitalino (2006-2012) construyó esa polémica obra, y la actual gobernante Claudia Sheinbaum, a la que le imputan no haberle dado el adecuado y oportuno mantenimiento pese a su evidente deterioro, andan recorriendo frenéticamente el país y autopromocionándose como los mejores prospectos de Morena para suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador en 2024.

El 15 de enero de este año, el tramo subterráneo fue reabierto al público y, desde entonces, sólo están operando 9 de las 20 estaciones de la línea. El resto sigue sin una fecha exacta para comenzar a funcionar, aunque ayer anunció Sheinbaum que a finales de junio próximo reabrirán el tramo elevado hasta la estación Periférico Oriente, con lo que se sumarían cinco estaciones más a las que ya están operando. Supuestamente los trabajos en ese tramo averiado de la llamada Línea Dorada llevarían un avance de 65 por ciento.

Mientras tanto, las familias de las víctimas del desplome siguen exigiendo justicia por el caso, pues hasta el momento no se ha sentenciado a ningún responsable por estos trágicos hechos. En total son 10 exfuncionarios de administraciones anteriores los vinculados a proceso y que están en libertad, pese a que el peritaje de la empresa noruega DNV, contratada por el gobierno de Sheinbaum, señaló que, además de las fallas en la construcción, se presentaron errores en el mantenimiento de la línea.

Habrá que ver qué giro toma este caso dentro de cuatro meses, cuando venza el plazo presuntamente fijado por el presidente López Obrador para que la dirigencia de su partido, Morena, dé a conocer el nombre de la “corcholata” mejor posicionada en las encuestas.

Ayer, después de visitar Xalapa y el puerto de Veracruz, donde planteó el dilema “encuesta o favorita” –lo que este martes repitió el canciller, insinuando que si ya está tomada una decisión en femenino no es necesario mantener apariencias consultivas–, e inmediatamente después de la sorpresiva renuncia de Martha Delgado Peralta a la Subsecretaría de Asuntos Multilaterales de la SRE “para dedicarse al cien por ciento a promover su candidatura presidencial”, Ebrard recibió un intimidatorio mensaje a través de Julio Hernández López, autor de la columna política Astillero que publica en La Jornada, el diario más afín a la 4T.

“Marcelo Luis Ebrard Casaubón es el candidato presidencial que para 2024 la oposición al obradorismo desearía”, apuntó inicialmente Hernández, al referir que “ninguna de las cartas que hasta ahora han mostrado Va por México (PRI, PAN y PRD) ni su vertiente de ‘sociedad civil’” del empresario Claudio X. González “tiene el perfil actualizado del hasta ahora titular de Relaciones Exteriores…”

Luego de reseñar su paso por el PRI, su vínculo con el exregente capitalino y excanciller salinista Manuel Camacho Solís, y su triunfo como candidato del PRD al gobierno de la Ciudad de México, el columnista recordó que “en 2012 cedió el paso a López Obrador para que fuera candidato presidencial” y que ahora “todo indica que esta vez está dispuesto a no dejar pasar la oportunidad”.

“Pero, al mismo tiempo –puntualiza Julio Hernández–, son fuertes los indicios de que el aparato político de Morena y sus aliados, los gobernadores y los factores de poder alineados con Palacio Nacional, tienen instrucciones, o las suponen, de cerrar filas y acuerpar a Claudia Sheinbaum, a quien sin forzar los términos llaman ‘la favorita’.

“Ebrard ha decidido pelear, aunque bien sabe el costo de confrontar decisiones presidenciales en México: Peña Nieto, con Miguel Ángel Mancera, sostuvo una campaña contra Marcelo a causa de la línea 12 del Metro, que lo llevó a una especie de autoexilio en Francia. Esa misma guillotina judicial y política sigue montada por si fuera necesario utilizarla este año o el venidero”, advirtió el autor de Astillero.

La gran interrogante es hasta dónde estará dispuesto Ebrard a estirar la liga. ¿Acaso hasta que se rompa?